El espionaje industrial está en plena catarsis. Las viejas películas de espías que ocultan pequeñas cámaras bajo sus trajes con el propósito de espiar a la competencia, son reliquias de un pasado que el cine -y los autores de bestsellers- ha recogido en innumerables ocasiones con mayor o menor fortuna. Hoy ya no hacen falta cámaras ocultas, pagar sobornos en descampados ni jugarse el físico; todo se puede hacer (es posible, aunque ilegal) desde un ordenador y con el contacto de los "profesionales" que tienen los conocimientos necesarios.
Y es . . .
Contenido restringido para suscriptores de Escudo Digital
Inicia sesión para seguir leyendo
Creando una cuenta gratuita de suscriptor puedes leer este contenido
Regístrate