Teniente General Pablo Martín Alonso: "No dejemos de recordar al entramado que apoyó a ETA que sabemos de dónde vienen"

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Editor de Escudo Digital

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Pablo Martím 1
Pablo Martím 1

Discreto, siempre en segundo plano. Trabajador incansable. Poco dado a las entrevistas y a los medios de comunicación, su testimonio es un documento imprescindible para conocer de primera mano lo que supuso la lacra del terrorismo para nuestro país. Habla para Escudo Digital como no lo ha hecho nunca desde la experiencia y el conocimiento que le da haber dedicado gran parte de su vida a combatir a ETA. Se trata del teniente general Pablo Martín Alonso (Zamora, 1952), una de las figuras primordiales en la derrota de la organización criminal. Durante su etapa como máximo responsable de Información de la Guardia Civil, entre los años 2004 y 2012, se culminó parte de la victoria del Estado sobre la banda (el cese terrorista se proclamó en octubre de 2011). Retirado desde julio de 2017, tras su breve etapa como director adjunto operativo, sigue siendo un referente obligado dentro del Instituto Armado y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Su currículum no deja lugar a dudas. Ha recibido algunas de las más importantes condecoraciones, entre las que destacan la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, la Medalla de la Orden Nacional de la Legión de Honor de la República Francesa, la Placa, Encomienda y Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, o la Cruz al Mérito Policial.

En estos últimos años estamos asistiendo a un auténtico revival de series y documentales sobre la banda terrorista ETA, ¿a qué cree que se debe?

Lo que estamos viendo ahora se programó hace tres, cuatro o cinco años, que es cuando empiezan a publicarse también más libros en los que precisamente se basan las series y documentales actuales. Pero de cualquier forma creo que fundamentalmente se debe a que ahora se puede hablar con mucha más tranquilidad, más reposo que en los años en los que ETA estaba activa o acababa de terminar su actividad terrorista.

¿Y cree que es necesario ahora más que nunca poner sobre la mesa lo que significó la organización criminal?

No creo que me confunda mucho cuando digo que todos tenemos la impresión de que se había olvidado un poco lo que había significado ETA durante tantos años, durante tantas décadas en España, y hay una conciencia colectiva muy importante de que no se pueden olvidar determinados factores, por ejemplo, el protagonismo del entramado que acompañó y rodeó a ETA y que hoy en día está teniendo una presencia especial en la vida social española. Es bueno que no dejemos de recordarles que sabemos de dónde vienen y qué es lo que suponían en aquellos años.

Usted, que gran parte de su carrera la ha dedicado a combatir el terrorismo, no le duele que los jóvenes españoles casi ignoren por completo lo que supuso convivir tanto años con ese tipo de terrorismo. ¿No cree que es triste que olvidemos esa parte de nuestra historia aunque solamente sea para que no vuelva a suceder?

Efectivamente falta una explicación clara y contundente de lo que fue ETA y de lo que supuso a las nuevas generaciones, y creo que corresponde a los políticos, a los educadores, a los sociólogos hacerlo. Ahora mismo hay muchas posturas a la hora de decir si es conveniente o no que se hable de esos años. Muchos prefieren olvidar, pasar página y enfrentar la vida con otra visión, y yo creo, como decía antes, que recordar esa parte de nuestras vidas es de justicia, pero esa decisión la tienen que tomar los poderes públicos para que en la enseñanza de nuestros jóvenes esté presente.

Se ha hablado y escrito mucho sobre el final de ETA, pero nadie mejor que usted para explicarlo.

Estoy convencido que acabó por agotamiento. Fueron muchos años de terrorismo indiscriminado, prácticamente más de cuatro décadas de actividad terrorista y de desgaste, y ese desgaste se produjo aparte de por el tiempo y la propia cronología, por la acción sistemática y continua que va sufriendo desde el punto de vista policial.  A ETA, sobre todo a partir de finales de los 80 y principios de los 90, las fuerzas de seguridad la van debilitando. Empiezan a tener menos recursos y de menos calidad y en los últimos 8 o 10 años no se les deja reorganizarse golpe a golpe. Por ejemplo, antes de que en el 2011 declararan el cese de su actividad terrorista, ya prácticamente no les quedaba nada, no tenían estructuras seguras, ni dirigentes de nivel, ni terroristas para los pocos comandos activos que les quedaban. Les habíamos debilitado hasta el extremo a nivel operativo.

“Si no les hubiéramos derrotado policialmente, ETA nunca habría dejado que el colectivo abertzale tomara voz y protagonismo y decidieran lo que había que hacer en adelante.”

Y es entonces cuando se combina la lucha contra todo el entramado de apoyo de la banda…

Exacto, conviene recordar que ETA no solamente eran sus comandos. Desde el año 2000 se había emprendido la lucha contra todas las estructuras del entramado que conformaban ETA, es decir, contra la parte institucional, contra la mal llamada parte política. Comienza con la suspensión de actividades y la ilegalización de Batasuna y con todas aquellas candidaturas que se van presentando en los distintos procesos electorales y que eran sucesoras de Batasuna. Además, también en los últimos años se hacen numerosas operaciones policiales y judiciales contra organizaciones de jóvenes violentos, colectivos de abogados, colectivos de presos… se estaba produciendo una asfixia de las organizaciones de apoyo que conformaban toda la estructura de la banda. Y todo eso coincide con una ETA mucho más débil y ETA era por definición la vanguardia de todo ese conjunto.

Entonces ese fue el principio del fin.

Sí. Una ETA cada vez más débil, en un entramado cada vez más acosado por las fuerzas de seguridad y, sobre todo, judicialmente, tenía ya muy poco futuro. Y ahí es cuando en los años 2008, 2009, Batasuna y sus sucesores ven claro que si no cambian de estrategia no van a poder levantarse y empiezan a discutir entre ellos que la dirección de todo el proceso la deben de llevar ellos de manera directa. Fue un momento clave. Tuvieron muchas discusiones y disputas y solamente pudo ganar la parte política porque previamente habíamos derrotado a ETA policialmente. Si eso no hubiera ocurrido previamente, ETA nunca habría dejado que el colectivo abertzale tomara voz y protagonismo y decidieran lo que había que hacer en adelante.

¿Y era el final que preveían, el esperado por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado?

Policialmente sí. No tenían ya ninguna capacidad de acción puesto que la serpiente ya no tenía cabeza. A mí me gusta poner el ejemplo de la duración de las distintas cúpulas de ETA.  En el 92, en Bidart, se detiene a Francisco Múgica Garmendia, Pakito; Luis Alvarez Santacristina, Txelis y José Arregui Erostarbe, Fitipaldi, que forman la cúpula estable de la banda. Luego tenemos que remontarnos hasta la siguiente desarticulación en el 2004 que es la de Mikel Antza y Soledad Iparrguirre. Son doce años de estabilidad terrorista. La siguiente sería la caída de Thierry en Burdeos en 2008, y la de Txeroki que fue muy importante. Entre 2008 y 2010 hay seis cúpulas de ETA, seis jefes que caen en dos años. Algunos estuvieron de cabecillas un mes. No les daba tiempo prácticamente a tomar el mando, ni tan siquiera sabían lo que hacer.

El conocimiento que las fuerzas de seguridad españolas y francesas teníamos de ETA y toda su estructura era muy grande. Hasta el punto de que no solamente las cúpulas eran desarticuladas una detrás de otra, sino los comandos que intentaban montarse eran detenidos enseguida, muchas veces en Francia y otras en España antes de que tan siquiera pudieran organizarse. Era el final que esperábamos todos. Los habíamos aniquilado, los habíamos barrido policialmente y ese fue el motivo por el que decretan el cese de la actividad terrorista.

Pero continuaron investigando y trabajando contra el entramado del llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV)

Para nosotros lógicamente era fantástico lograr el cese de la actividad terrorista. Socialmente teníamos una España más segura sin atentados, pero como bien dice continuamos trabajando contra el resto de las estructuras que habían operado a la sombra. Junto a la Fiscalía General del Estado, y más concretamente la sala 61 del Tribunal Supremo, que era la que llevaba el tema de las legalizaciones de Batasuna y organizaciones que le iban sucediendo. Prácticamente todas las organizaciones eran ilegalizadas. Se aportó un trabajo muy difícil, serio y riguroso que solamente se pudo hacer gracias a medios de tratamiento de la información y documentación que lo permitían. Fueron ilegalizándose candidatura tras candidatura hasta que prosperó una. En aquel momento yo creo que hubo una voluntad política de permitir que tuviesen una salida y al final encontraron una a través de que Bildu, luego Sortu, pudieran presentarse a las elecciones y desarrollar la actividad política. Ya no era un tema policial, era en el ámbito político donde se decidió eso.

¿Y no le indigna que esos mismos que apoyaron a ETA se sienten hoy en el Congreso de los Diputados e incluso apoyen los presupuestos del Gobierno?

Sinceramente a mí no me gusta verlos y menos me gusta oírlos, pero eso depende de nuestro sistema democrático y es evidente que hay un número de ciudadanos y de votantes muy elevado que les permite tener esa representación parlamentaria. Poco más puedo añadir.

“En la batalla por el relato sobre ETA, no hay duda de que se está poniendo más esfuerzo en blanquear determinadas posiciones que en recordar otras”

Volviendo a lo que ha sido su vida profesional, ¿qué papel jugó la Guardia Civil en acabar con ETA?

Son 50 años más o menos de lucha antiterrorista y en este tiempo han habido muchos altibajos. Según la época el trabajo de la policía y el de la Guardia Civil ha predominado uno sobre otro, pero más o menos siempre de forma complementaria. Lo que sí creo es que la Benemérita ha estado siempre presente en la lucha contra ETA a lo largo de ese tiempo y especialmente ha sido clave en los últimos 10 años. A partir de mediados de los años 90 y en la década del 2000 tenemos una estructura de información muy potente y una estrecha y privilegiada colaboración con los servicios policiales franceses; por eso pienso sinceramente que el papel de la Guardia Civil cuantitativa y cualitativamente en esos años es determinante para la caída de todas las cúpulas de ETA y decisivo en el final de ETA.

¿Y los peores momentos en la lucha contra ETA?

Aunque no los viví directamente, los peores momentos están definidos a finales de los años 70 y 80, los llamados años del plomo que fueron los más duros para todo el mundo. Fueron los de más intensidad terrorista, momentos muy difíciles. Luego los atentados marcan mucho y hemos tenido atentados verdaderamente cruentos. Por ejemplo, contra la casa cuartel de Zaragoza, de Vich, de Santa Pola, Legutiano, Murcia o contra las del País Vasco. O los atentados que se produjeron en Madrid por el comando Madrid o el Itinerante. Todos fueron atentados salvajes que te dejaban con una terrible sensación de inseguridad y de impotencia. Terribles y dolorosos momentos.

¿Y los mejores momentos?

Nuestra misión es la lucha contra el terrorismo y todo lo que sea una desarticulación por muy pequeño que sea el comando hasta una cúpula importantísima, supone una satisfacción enorme por el trabajo bien hecho.

También vivió en primera persona el asesinato de Miguel Angel Blanco y la liberación de Ortega Lara.

En el caso de Miguel Ángel Blanco recuerdo que viajamos aquellos días al País Vasco para reunirnos con todas las fuerzas de seguridad. Fueron momentos de angustia porque veíamos que era luchar contra el tiempo en un plazo tan corto, una muerte deliberadamente anunciada. Y con Ortega Lara sin embargo de gran satisfacción y, sobre todo, de reconocimiento a una larga labor de investigación de mucho tiempo y trabajo policial para conseguir los datos suficientes para localizar con exactitud donde podía estar y liberarlo.

Ha trabajado con numerosos ministros del Interior, ¿cuáles cree que han sido los más relevantes en la lucha contra ETA?

Mayor Oreja y Alfredo Pérez Rubalcaba, sin duda. Con ambos tuve relación personal directa. Con Mayor Oreja y su secretario de Estado, Ricardo Martí Fluxá, estuve como asesor en materia terrorista y director del gabinete de coordinación y viví con bastante proximidad toda la actividad que desde el Ministerio se realizaba en la lucha antiterrorista. Creo que Mayor Oreja llevaba muy de su mano todo el tema tanto por razones personales como propias del cargo y fue una persona muy implicada en el tema. Luego con Alfredo Pérez Rubalcaba mandaba el servicio de información de la Guardia Civil y tenía una relación bastante estrecha y fue también un ministro muy implicado personalmente en la lucha contra el terrorismo. Además, ambos ministros tuvieron un periodo prolongado en el ministerio que les permitió marcar una estrategia clara y decisiva contra ETA.

¿Cree que se está intentando blanquear a ETA y todo lo que supuso? ¿Estamos perdiendo la batalla por el relato?

Yo no sé si es intencionadamente o no, pero sí es cierto que se va produciendo un cierto olvido y que la teoría es que todo tiene que seguir hacía adelante. No hay duda de que se está poniendo más el esfuerzo en blanquear determinadas posiciones que en recordar otras.

¿Puede producirse en España otro terrorismo como el de ETA?

 Un terrorismo como el de ETA es inimaginable, no podría volver a producirse.

Quedan casi 400 asesinatos sin esclarecer a manos de ETA, ¿cree que se resolverán en algún momento?

La mayoría pertenece a la época de los años del plomo, momentos en los cuales había que responder a las agresiones, pero había muy poca investigación y por eso veo muy difícil recuperar datos, indicios o pruebas que puedan esclarecer esos crímenes. De cualquier forma siempre tuvimos claro que había que continuar investigando y me consta que se sigue en esa labor en la medida que es posible. Pero soy de la opinión que solamente podrían esclarecerse, aunque no sea por la vía judicial pero sí de reparación de las víctimas, si los autores de los asesinatos lo reconocieran y lo dijeran públicamente. Se les debería de obligar a hacerlo porque es una exigencia moral de la sociedad.

¿Le preocupa el acercamiento de presos?

Personalmente lo que me preocupa y me gustaría es que cumplan su condena y que estén en la cárcel el mayor tiempo posible, todo lo demás me es indiferente si están cerca o lejos.

"Todo lo que se refiere al cibercrimen, a las ciberamenazas, los ataques a instituciones financieras, esos delitos va a marcar el futuro de la criminalidad".

A lo largo de su intensa vida profesional como número dos de la Guardia Civil y durante cuatro años responsable del mando de operaciones, ha visto cómo ha evolucionado la criminalidad, los delitos, ¿hacia dónde nos encaminamos?

Hay un modelo de criminalidad que va a perdurar y es el que va ligado a los tráficos ilícitos. Estamos hablando de organizaciones que solamente buscan obtener beneficios económicos y por eso todo lo que está ligado a esos delitos es algo que va perdurar: el narcotráfico, distintos tipos de contrabando, la trata de blancas, el de seres humanos a través de la inmigración ilegal. Todo esa criminalidad requiere un esfuerzo extraordinario por parte de los gobiernos. Luego nos encontramos también con todo lo que se refiere al cibercrimen, a las ciberamenazas, los ataques a instituciones financieras, esos delitos va a marcar el futuro de la criminalidad. Y por último, los medioambientales que son una amenaza global para la humanidad y sobre los que habría que prestar mucha más atención.

¿Y estamos realmente preparados para combatirlos?

El problema es que unos países están más preparados que otros. Las naciones pequeñas y medianas muchas veces no pueden hacer frente a las nuevas formas de criminalidad porque no tienen recursos suficientes. Por eso creo que tiene que haber unas formas de respuestas de enfrentarse a ellos más globales en el ámbito de la Unión Europea. El trabajo de Europol es imprescindible porque los estados se van a quedar cortos y esas nuevas formas de crimen exigen mucho recurso financiero y tecnológico.

¿Y España cómo de preparada se encuentra para combatir ese tipo de delitos?

Creo que hay preparación en las fuerzas de seguridad y capacidad para poder desarrollar investigaciones contra esos delitos, pero los recursos son muy limitados y nunca van a crecer en la proporción o en la medida que lo hacen los malos. La brecha va a ser cada vez mayor y por eso no soy muy optimista en ese sentido. Las fuerzas y cuerpos necesitan mejorar su retribución, sus recursos y sus presupuestos.

¿Y contra el terrorismo de base integrista?

Se trata de una amenaza global, latente pero diferente a la que hemos padecido en España hasta hace poco. El terrorismo de ETA nos crispaba día sí y día también. En el terrorismo yihadista hemos vivido los atentados de Cataluña del 2017 y tenemos que remontarnos muchos años atrás para irnos a los de Madrid del 11M del 2004. La amenaza yihadista existe, está ahí pero no la percibimos igual que no la perciben otros países muchos más expuestos como Francia o Bélgica y sin embargo en nuestro propio país puede haber células terroristas. De cualquier forma, creo que, gracias a nuestra experiencia en información e investigación, tanto la Guardia Civil como el Cuerpo Nacional de Policía y el CNI están suficientemente preparados para combatirlo con éxito.

Por último, me gustaría preguntarle por cuál es el delito que más le ha horrorizado a lo largo de su dilatada carrera.

El que más me ha horrorizado, el más repugnante, es el que cometió ETA al atentar contra las casas cuarteles en las que había niños. Es el caso del atentado de Vich del 29 de mayo de 1991. Los terroristas cuando conectaron el coche bomba conocen y están viendo a niños jugando en el patio del cuartel. Eso es lo más repugnante que se puede hacer, lo más execrable. Lo sabe el terrorista que deja el coche bomba, pero también el responsable de la organización que ordena cometer el atentado. Repugnante.