Cristina Tomás

Opinión

El cambio climático y su cobertura. Un dolor de cabeza para las aseguradoras

Guardar

Cristina Tomás
Cristina Tomás

A raíz de la erupción del volcán de Cumbre Vieja, situado en el parque natural del mismo nombre en la isla La Palma, de las Islas Canarias, nos hemos dado cuenta de que solo en 2021 otros seis volcanes han entrado en erupción. Estos se encuentran en Indonesia (Sinabung), Italia (Etna y Stromboli), en el Congo (Nyiragongo), en Islandia (el Fragadalsfjall) y en San Vicente y Las Granadinas (La Soufrière).

La erupción de un volcán es un fenómeno natural (los científicos especializados en el tema defienden que dicha acción genera beneficios al mismo planeta), pero, por otro lado, lo perjuicios económicos son de gran impacto a las comunidades y por consiguiente a las familias y empresas que se ubican próxima al área geográfica de incidencia de este fenómeno natural. Para los asentamientos urbanos, situados en las proximidades de un volcán, establecer su residencia en el entorno de una cresta volcánica como la de La Palma, supone asumir un riesgo bastante elevando. Y es que aunque puede que a partir de ese momento permanezca durante un largo tiempo sin erupcionar, en el instante que sí lo hace las pérdidas económicas resultan cuantiosas, porque la la actividad volcánica destruye los activos de las comunidades, como las viviendas, plantaciones agrícolas, carreteras y todo tipo de empresas que encuentra en su área de influencia. Otro ejemplo de carácter natural, y que también sucedió este mismo año 2021, fue la borrasca Filomena, cuyas consecuencias (daños) económicos fueron notables.

Las empresas aseguradoras basan su negocio en la cobertura del riesgo. El riesgo se define como el suceso incierto que, cuando acontece, tiene consecuencias económicas negativas para el que lo sufre. Uno de los riesgos que tratamos de cubrir al contratar una póliza de seguros para la vivienda es el que se desprende de las consecuencias del cambio climático. Esto nos permite tener una cobertura que, ante los efectos negativos del cambio, se puedan reponer los bienes afectados.

Los riesgos provocados por los fenómenos atmosféricos que se encuentran cubiertos por las entidades aseguradoras son la lluvia (siempre que se registre una precipitación superior a 40 litros por metro cuadrado/hora, y que los daños no obedezcan al estado ruinoso del edificio, o a su falta de conservación), el viento (siempre que se registren velocidades superiores a 80 kilómetros por hora e iguales o inferiores a 120 kilómetros por hora, incluidos los ocasionados por árboles, postes y antenas derribados por el viento), así como el pedrisco y la nieve (para ambos casos cualquiera que sea su intensidad).

En caso de que se produzcan otros fenómenos naturales diferentes a los destacados anteriormente, los siniestros se consideran derivados de riesgos catastróficos (o extraordinarios) y los mismos se encuentran cubiertos por el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS). Dentro de la clasificación de riesgos catastróficos se incluyen no sólo los riesgos causados por los fenómenos de la naturaleza, sino también los ocasionados por la violencia; como por ejemplo los efectos provocados por el terrorismo, la rebelión, motines y/o tumulto popular.

El Consorcio de Compensación de Seguros es una aseguradora pública que depende del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital a través de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones. Como toda entidad aseguradora se nutre de los ingresos que recauda como parte de la prima que percibe la entidad aseguradora comercial. Entre los fenómenos de la naturaleza que cubre el Consorcio están las inundaciones extraordinarias, terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, tempestad ciclónica atípica y caída de cuerpos siderales y aerolitos.

Según el Consorcio, el riesgo que más daños económicos causa en nuestro país es la inundación, con un 69% de las indemnizaciones, seguidos del viento con un 17% y, en tercer lugar, el terremoto con un 7%. En la actualidad, el gasto en indemnizaciones de estos siniestros representa un 93% del total. Si consideramos únicamente las indemnizaciones como consecuencia o impacto de los fenómenos meteorológicos, estos representan el 86% del total. La tendencia seguida por este porcentaje a estado en aumento en años recientes por los efectos que provoca el cambio climático.

Además del seguro del hogar, una actividad económica que se encuentra afectada, y de forma directa, por el cambio climático es la actividad agrícola. Si evaluamos el impacto del cambio climático en el sector de la agricultura, podemos distinguir entre los de naturaleza hidrometeorológica (precipitaciones intensas, granizo, inundación y vientos fuertes) y aquellos que son de naturaleza climatológica (olas de frío y de calor, sequías, incendios forestales). Otros fenómenos tormentosos son la gota fría, cambios muy bruscos de temperaturas o la sequía, que se mantiene como uno de los mayores riesgos y causa de una siniestralidad más elevada. La borrasca Filomena causó heladas que han dañado más de 400.000 hectáreas, afectando a la producción, especialmente de frutas, hortalizas, viñedos y hortalizas. Las indemnizaciones recibidas por los afectados se aproximaron a los 340 millones de euros.

El aumento de la siniestralidad en las empresas aseguradoras directas provoca que, a medio plazo, aumente el coste de las primas para evitar la quiebra técnica. Para el Consorcio, significa un aumento del presupuesto, provocando que aumente la cuantía que financia esta entidad aseguradora pública, esto a cargo de los impuestos que recauda el Estado. En el caso de los seguros agrarios, la disminución de las subvenciones, ha provocado que se dispare el coste de las primas.

Cristina Tomás es Associate Dear for Strategic Planning and Administration en EAE Business School.