Los ciberdelitos dejan rastro

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Los policías de la Unidad Central de Ciberdelincuencia no están todo el día pegados al ordenador. También salen a la calle, hacen seguimientos y participan en los registros que tienen algún componente informático. El uso masivo de nuevos dispositivos electrónicos ha disparado de forma exponencial el incremento de los ciberdelitos. Las estadísticas que se manejan en el Ministerio de Interior se disparan.

Los casos son múltiples y variopintos. Sin embargo, en la Unidad especializada en este tipo de delincuencia hay operaciones que dejan huella. Investigaciones difíciles que se resuelven gracias al trabajo en equipo. Una de esas operaciones que más se recuerdan es el desmantelamiento el pasado verano de una organización criminal que actuaba en España, pero con ramificaciones en otros países europeos.

Esa organización criminal captaba mujeres y las obligaba a grabarse en cámaras y web, a cambio de una cantidad de dinero. Gracias a la colaboración de Europol y al trabajo realizado por otras unidades de la Policía Nacional, se consiguió desmantelar esa red, tomar el control de su infraestructura tecnológica y detener a los componentes de la misma.

"Los ciberdelitos dejan rastro", afirma Manuel Guerra, analista de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, un grupo técnico operativo, donde cada día tienen más importancia los análisis forenses. Los miembros de esta unidad son reclamados - por sus conocimientos informáticos - cuando hay que hacer registros, previa orden judicial. "Vamos al lugar donde se está llevando a cabo ese registro, entramos en los ordenadores, cogemos los pendrive y vamos analizando esos rastros que han dejado en su camino los ciberdelincuentes, con elfin de poder aportar pruebas para incriminarles".

Hasta los mensajes de whatsapp que fueron borrados nada más enviarse pueden ser rescatados por los expertos policiales en ciberdelincuencia. Encontrar pruebas y evidencias en los dispositivos electrónicos es otra de sus tareas habituales, pero para ello tienen que disponer de la correspondiente autorización judicial.

Los malos, como estos policías reconocen, pueden ser hábiles expertos en el manejo de las últimas tecnologías, pero a veces también cometen fallos.