Carlos Fernández Guerra

Opinión

La cultura de seguridad y la reputación digital, asignaturas pendientes

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CARLOS 074
CARLOS 074

Parece mentira que en 2019 sigamos teniendo que explicar la importancia de que la seguridad no sea solo un tema conocido y valorado por los profesionales del sector, pero así es. Hace más de una década que me lancé a la comunicación digital en el ámbito de la seguridad, que rápidamente volqué en la prevención y orientación al usuario y no a lo institucional, en una página que entonces parecía predestinada a fracasar o a quedar como una frikada o, como mínimo, una boutade de profesionales de la Comunicación: el lanzamiento del Plan Contigo, la página de la Policía y la Guardia Civil en Tuenti. Una iniciativa entonces muy arriesgada, casi loca, por ser inédita en el mundo occidental.

La red social española era entonces una excepción frente al dominio global de Facebook y suponía un entorno único porque monopolizaba los ordenadores del 90% de los menores de 20 años (a veces, muy precoces, lo que aumentaba la importancia de la seguridad). Un fenómeno social increíble, que pilló por sorpresa a una generación de padres, profesores, instituciones, empresas y policías casi analfabetos digitales, además de a la propia plataforma, que tuvo que crear y perfeccionar desde su departamento jurídico un departamento de Soporte al Usuario casi más propio de una multinacional de teleoperadores, que tenía que atender la increíble cifra de 5.000 incidencias diarias. 

El Plan Contigo fue entonces considerado un éxito rotundo, con 100.000 menores seguidores de la página y un modelo de prevención utilizando Internet (entonces casi nadie hablaba del término ahora tan manido de redes sociales) estudiado por administraciones, instituciones y expertos de toda Europa. Solo cuatro años más tarde logramos con @policia superar la mágica cifra del millón de seguidores. Hoy ya acumulan más de tres.  

Una década después, profesores, padres e instituciones son mucho más conscientes de los riesgos que suponen la seguridad, privacidad y buen uso de las - ya no nuevas - tecnologías, Internet, el smartphone y las cientos de aplicaciones que permiten interactuar de todas las formas imaginables con gente y entidades sin límite y, la mayoría de las veces, casi ningún control (y la consiguiente mínima seguridad exigible), norma o garantía de seguridad.

A principios de esta década, apenas un puñado de pequeñasentidades o fundaciones que algunos calificaban de chiringuitos o frikistrataban de alertar de la ciberseguridad y la necesidad de implantar unacultura digital basada en un entorno seguro, que priorizara la privacidad y unbuen uso de los canales online.

Hoy, escándalos globales como el de Cambridge Analytica en una plataforma masiva como Facebook o las desconfianzas hacia las capacidades de escucha y gestión no autorizadas de datos por aplicaciones y dispositivos tipo Alexa, junto a la extensión de las fake news hacen más necesario que nunca el trabajo coordinado de legisladores, plataformas online y fabricantes, reguladores, especialistas, empresas y organismos de seguridad para seguir avanzando en el eterno reto de construir un entorno de confianza para el usuario y los potenciales prestadores de servicios. Además de requerir una fuerte inversión desde todos los ámbitos, nadie duda de la necesidad que conlleva de concienciación y formación constante por parte de todos para conseguir un entorno telemático más seguro y confiable.

Permítanme hacer una justa mención especial a los cuerpos de seguridad españoles, todo un referente mundial no solo por su capacidad operativa tecnológica - mejorada de forma exponencial hace ya unos años, aunque siempre vayan a necesitar destinar más recursos a luchar a la innovación y la ciberseguridad -, sino también por su comunicación digital innovadora, útil y sorprendente, que le ha permitido liderar mundialmente la prevención destinada al ciudadano a través de las redes sociales en la última década.  

En estos tiempos de riesgo constante de ser víctimas de un intento de fraude, estafa, robo, ciberataque, adicciones, espionaje, acoso, difamación o intrusión no autorizada en nuestros sistemas, no olvidemos otro factor que requiere protección activa y preventiva: la reputación online, ya sea de una persona o de una entidad. Y es que quedan muchísimos retos que trabajar - sin renunciar nunca a la usabilidad y la experiencia del hoy muy exigente usuario - en esta inacabable misión que es la construcción de un entorno de confianza suficiente para seguir impulsando la sociedad digital.

En cualquier caso, es misión de todos - con las administraciones al frente - impulsar esa cultura de la ciberseguridad en todos los sectores de la población, para así ayudar (o al menos, no impedir) que la transformación digital no sea una realidad en todos los procesos. Y está claro que debemos fomentarla desde muy jóvenes, en los colegios y demás oportunidades de difundir esta nueva prioridad en toda la sociedad. Es una asignatura pendiente que necesitamos desarrollar cuanto antes, por el bien de todos.

Carlos Fernández Guerra fue hasta 2015 el creador y gestor del programa de Comunicación y Prevención @policia, de la Dirección General de  la Policía y del Plan Contigo del Ministerio del Interior. Hoy es el director Digital & Social Media de Iberdrola.