Seguridad y bienestar: ¡Mientras dure la cerveza!

PGB

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Ahora queacabamos de votar nuevamente, cada vez lo tengo más claro. Eltermómetro del país está en las terrazas, en las barras de los bares, enese español corriente y campechano que cuando agota la espuma de latercera cerveza, grita al camarero: - ¡Manolo, otra de gambas y mira aver qué quiere esta gente, que se está muriendo de sed!

No pidedemasiado, solo certezas y la seguridad de que su pequeño mundo deltrabajo, familia, bienestar y ocio perduren y no se desmoronen. Por eso,el pulso emocional de la nación no está ni en Moncloa, ni en elCongreso de los Diputados, ni siquiera en las cotizaciones del Ibex y laBolsa, sino en esos millones de ciudadanos que después de haberle vistolas orejas al lobo, e incluso haber sufrido sus dentelladas durante losaños de la crisis, miran al mundo desde el cristal de un botellín decerveza.Es un español que a pesar de su permanente queja, traga concasi todo, con las píldoras frecuentes de la corrupción, con ese abusodel “relato” que no es más que propaganda básica para inteligenciasmenores y con la retórica xenófoba y totalitaria del independentismocatalán, pero que levanta los ojos, frunce el ceño y se pone en guardiacuando escucha la palabra crisis y ve en peligro su pequeña seguridad yestatus.

Y ese momento puede estar llegando. Las cifrasobjetivas no son buenas: se enfría la creación de empleo, caen lasexportaciones, se debilita la previsión del PIB y continúa la ruina delas cuentas de la Seguridad Social a pesar del entusiasmo con el quealgunas tertulias matinales agitan las marchas a Madrid de lospensionistas vascos. Es el eterno “déjà vu” de la política española.Cuando se pasa el sofocón, la economía se recupera y los Manolos detodas las tascas de España se cansan de servir cañas y raciones derabas, el país se olvida de planificar el futuro y se dispersa en unasucesión de delirios y debates marginales. Por eso por ejemplo elpresidente del Gobierno en funciones fue a Naciones Unidas a anunciarque la democracia española ha vencido por fin a un ilustre cadáver queestá a punto de cumplir 44 años.

Hubiera sido más útil para losintereses generales aprovechar su estancia para discutir con DonaldTrump los aranceles que ha impuesto a los productos agrícolas españoles,pero ese viaje iba de postureo, de estirar el cuello, de competir ensensibilidad medioambiental con esa pobre niña sueca, Greta Thunberg, ala que la han robado la infancia los líderes del mundo mundial.


Pero los españoles transigen con eso y con más. Tardan en reaccionar,pueden soportar años de palabrería huera. Lo aguantan casi todo mientrasdure la cerveza, entendida ésta en un sentido amplio de seguridad ybienestar. Pero si se les corta el grifo, se vuelven irascibles,resentidos, imprevisibles, sobre todo si tienen una urna a mano paradesahogar su ira.