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Defensa

Bélgica reactiva el servicio militar 'voluntario': ¿es viable este modelo en España?

El plan consiste en invitar a 120.000 jóvenes. El debate es si nuestro país podría tener un modelo similar para fortalecer sus fuerzas armadas.

Experto en migraciones y analista internacional.

4 minutos

Militares belgas de maniobras en Namur. Foto: Ministerio de Defensa de Bélgica.

España, que abolió el servicio militar obligatorio en 2001, y consideró la profesionalización de los ejércitos un éxito, no quiere acodarse de la antigua “mili”, que suena a rancio y desfasado.

Pero los tiempos evolucionan y las situaciones geopolíticas también, y por ello el  ministro de Defensa de Bélgica, Theo Francken, ha presentado planes para reinstaurar una forma de servicio militar en su país.

La idea es de enviar “invitaciones” en forma de carta a 120.000 jóvenes belgas en edad entre 18 y 25 años, a partir de noviembre de este año, invitándolos a un servicio militar “voluntario”.

Comparación con Francia: ¿un modelo viable?

En sus primeras versiones, el proyecto se parece al modelo de servicio voluntario ya existente en Francia, que abolió el servicio militar obligatorio en 1997 bajo la presidencia de Jacques Chirac, orientándose hacia un ejército profesional. Sin embargo, en 2019, el presidente Emmanuel Macron implementó el Servicio Nacional Universal (SNU), un programa cívico destinado a jóvenes de 15 a 16 años que consta de una fase inicial de dos semanas, donde los participantes residen en centros especializados y participan en actividades que fomentan la cohesión social, el civismo y la comprensión de los valores republicanos. Posteriormente, realizan una misión de interés general de dos semanas en una organización o institución, pudiendo extenderse con un compromiso voluntario adicional.

El proyecto belga es de carácter más militar que el francés, y los jóvenes que acepten se unirán como voluntarios al Ejército belga, donde recibirán formación especializada y adquirirán nuevas habilidades. Los reclutas servirán como reservistas y recibirán un salario de aproximadamente 2.000 euros al mes.

Este proyecto conseguiría dos objetivos que hoy en día son problemáticos en casi todos los países de Europa: el sentimiento de pertenencia nacional de los jóvenes y el complicado tema del reclutamiento en los ejércitos del Viejo Continente.

Como todo gran proyecto, que requiere mucha financiación y logística, la primera generación de reclutas estaría reducida a 500 voluntarios, con unas pruebas de selección que comenzarían en abril o mayo de 2026, iniciando su servicio en septiembre de ese mismo año.

¿España podría adoptar este modelo?

Bélgica se encuentra en una situación muy similar a la de España en cuanto a (poco) gasto en defensa y problemas para el reclutamiento. Al igual que Madrid, Bruselas está impulsando una campaña para modernizar las fuerzas armadas y revitalizar la industria del país. Los belgas se han comprometido a aumentar el gasto hasta el 2% del PIB para 2029, en línea con los compromisos de la OTAN, y hasta el 2,5% para 2034.

Para nuestro país, la profesionalización del Ejército se considera un gran éxito, y la opinión pública en general es reacia a cualquier medida que recuerde la antigua “mili”. Pero si miramos la actual situación de nuestro ejército, un modelo voluntario, bien estructurado y con incentivos claros, podría generar cierto interés entre los jóvenes que buscan formación y empleo en un contexto de precariedad laboral.

¿Sería factible?

Ahora mismo el ejército español tiene una estructura de personal basada exclusivamente en profesionales (excepto los reservistas voluntarios, con muy pocas plazas y resultados muy discutibles…) y en la carrera militar de largo plazo. Introducir un servicio militar voluntario de un año requeriría la creación de programas de formación específicos, infraestructuras de alojamiento y un esquema organizativo para gestionar estos efectivos temporales, o sea, mucho dinero.

Las infraestructuras militares españolas sí permitirían absorber cierto número de voluntarios sin alterar drásticamente ni las instalaciones ni los cuadros de mando y de tropa y marinería. Lo complicado seria definir qué roles podrían desempeñar estos reclutas y cómo su servicio contribuiría realmente a la defensa nacional sin desplazar a los profesionales ya en servicio.

Princesa Leonor, en su primer día en la Escuela Naval Militar. Foto: Casa Real.

Incentivos y atractivo para los jóvenes

Pero ¿que pueden ofrecer los militares a los jóvenes españoles para que se aventuren un tiempo de sus vidas en la milicia?

Para empezar, un salario atractivo. Llegar en España a los 2.000 euros que propone Bruselas para sus voluntarios suena a broma, cuando los propios soldados profesionales de aquí apenas rebasan los 1.000 euros. El salario mínimo interprofesional podría ser el punto de partida en el tema económico, siempre acompañado de otros beneficios.

Acceso a formación técnica y profesional. Cursos en ciberseguridad, logística, sanidad militar, etc., que luego puedan ser útiles en el mercado laboral.

Facilidades para el acceso a empleo público. Un sistema de puntos o méritos para oposiciones, similar al que ya tienen reservistas y militares de carrera.

Posibilidades de permanencia en el ejército. Que el servicio voluntario sea una vía de acceso para quienes deseen continuar en la carrera militar (y otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado). Esto aumentaría las plantillas de los tres ejércitos españoles y aportaría personal con experiencia a otros cuerpos y policías.

Sin estos incentivos, es difícil que una propuesta de este tipo atraiga a suficientes jóvenes, especialmente en un país donde el pacifismo y el rechazo al militarismo tienen raíces culturales profundas.

Un escenario cambiante en la defensa europea

España tiene cada vez más compromisos en misiones internacionales ya sean de OTAN, ONU, Unión Europea u otro tipo, además de las propiamente nacionales, por lo que un refuerzo en el número de efectivos podría aliviar la carga sobre las tropas profesionales. Desde luego, en nuestro territorio un modelo de servicio militar voluntario como el que propone Bélgica podría tener recorrido si se plantea adecuadamente y se estructura con incentivos realistas. Pero la realidad del contexto político actual, la percepción social y las dificultades logísticas serían grandes obstáculos.