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Defensa

La defensa en el eje de las preocupaciones de Europa

En este artículo, publicado en Aquí Europa, se analiza la tarea de Andrius Kubilius, propuesto por la Comisión de la UE como nuevo responsable de defensa.

Xabier González Barkos

4 minutos

La guerra en Ucrania ha dejado al descubierto las deficiencias de la UE en caso de un ataque.

Rusia a un lado, al otro Ucrania y allá a su frente un Estados Unidos inescrutable todavía. Así se dispone el escenario sobre el que Europa debe navegar a manos de Von der Leyen este ciclo 2024-2029. La creciente belicosidad del Estado ruso y el insondable ademán de los Estados Unidos de América, que no conocerá su gobernante hasta finales de este año, hacen que la situación sea cada vez más susceptible de sufrir una escalada temible, remota a la paz que lleva imperando más de medio siglo en el viejo continente. La figura de Andrius Kubilius será pues clave para reformular la estrategia de defensa europea y reforzar el desarbolado entramado militar de la Unión.

Análisis de la situación

La guerra en Ucrania ha dejado en evidencia las competencias bélicas de los Estados europeos, mostrando las graves y severas deficiencias que tendría la Unión para defenderse en caso de un supuesto ataque. Una producción ridícula –comparado con otros grandes Estados– de proyectiles de artillería y, en general, armamento militar hacen que Europa se mantenga en una posición de profunda dependencia respecto de la fuerza marcial de los Estados Unidos. Es por eso que los esfuerzos de la Comisión se han centrado, así como lo quisiera Draghi, en aumentar la autonomía armamentística desde la industria y así, el puesto de Kubilius no será estrictamente el de defensa, sino el de la industria de esta área. Es decir, Andrius Kubilius ex primer ministro de Lituania, tiene la complicada tarea de revertir la situación actual nutriendo a Europa de poder militar, revitalizando la industria de las armas. Por ahora, no parece haber pretensiones comerciales, simplemente se procura igualar el potencial bruto de los Estados que puedan amenazar los derechos y las libertades de la Unión en particular, y los europeos en general.

Los expertos han previsto una inversión anual de en torno a 111.000 millones de euros, mediante la que sacar a flote los objetivos propuestos por la comisaria, no obstante, la capacidad de inyección de capital de Europa es muy ajena a esa cifra. Pareciera que de 2025 a 2027 los recursos dispuestos para este ámbito –o, en concreto esta causa específica– serían unos 1.500 millones al año. Con esto, Bruselas queda en jaque, pero las intenciones del lituano van más allá de las posibilidades que se le ofrecen. De su plan, parece por ahora, puede deducirse la demanda de cooperación de todos los países miembros; los 27, de los cuales 23 forman parte de la OTAN. Para ello, habrá de coordinar y gestionar las necesidades de la Unión desde Bruselas.

Kubilius y el informe Draghi

Uno pudiera preguntarse, y yo mismo lo hago, la necesidad de mentar con tal constancia y tenacidad el nombre del político italiano. Pues las últimas semanas, en lo relativo a la UE, están abarrotadas de la lectura y pronunciación de la voz que da nombre a Mario Draghi. Y es que el Colegio de Comisarios de Von der Leyen, tiene mucho que ver con lo expuesto en el informe de competitividad que recibió hace unos días, por no decir que está compuesto en su integridad al unísono con el eco del mismo.

Draghi asegura en dicho informe que Europa compra más del sesenta por ciento de su equipamiento militar a EE.UU., más otro quince del porcentaje a países ajenos a este. Pero el total deja a Europa responsable y verdaderamente dueño del triste quince por ciento restante en la producción de equipamiento bélico. El pasado año 2023, solo cinco países de la Unión invirtieron más del dos por ciento de su PIB en industria de defensa. La producción de tanques de batalla y vehículos de lucha de infantería está a años luz del potencial americano.

De tal suerte, las primeras instancias del nuevo comisario de industria de defensa han estado sostenidas por dos claves. La primera, una mayor inversión, completamente necesaria aunque paulatina, que acerque a Europa a la escala de productividad de los mayores países en equipamiento armamentístico. La segunda, la cooperación coordinada y regulada de los países miembros, acompañados de una menor intervención burocrática o, quizás –dígase de otro modo– la holgura necesaria para competir de manera real. El propio Draghi ha denunciado en varias ocasiones el excesivo entrometimiento de los órganos gubernamentales en el desarrollo fabril de las grandes compañías, y así lo cree también en el caso de este sector. Asevera que desperdiciamos nuestros recursos, que existe un gran poder adquisitivo colectivo entre los Estados miembros de la Unión, que va diluyéndose, empero, a través de los instrumentos institucionales.

El debate y los dilemas se abren a la hora de determinar las fórmulas para este segundo bloque de acción. Todo apunta a que las consideraciones de Kubilius rotan alrededor de la idea de no tener una línea de producto única para todos los países. Por otro lado, Bruselas no debería tratar de definir los requerimientos militares específicos para cada país. Aunque tampoco se anuncia cosa tal, sino que se mantendrá el aspecto casi federalista que toma la Unión respetando la libertad de gestión de los Estados miembros. Sea como fuere, un impulso es necesario, ya que dada la guerra en Ucrania y la obcecación de los Estados Unidos por la amenaza de una China que medra rampante hacia la década del 30, la dependencia militar por Washington puede acabar siendo un verdadero problema para la UE.