El Partizan de Belgrado ganó a domicilio al Sheriff en el estadio Zimbru de Chisináu (0-1), y encarriló la clasificación para los octavos de final de la Conference League. Hasta aquí todo es noticia deportiva de no ser porque el Sheriff, aunque juegue en la capital moldava, es propiedad y representa a la autoproclamada República de Transnistria, de clara vocación pro-rusa y por ello y la guerra con Ucrania, el encuentro no se puede disputar en el estadio original del Sheriff, sino en la cercana Zimbru. Y también porque el partido, que coincidió con la jura del cargo del nuevo gobierno de Moldavia encabezado por Dorin Recean tras la dimisión de Natalia Gavrilita hace una semana, se jugó a puerta cerrada por temor a un golpe de estado de los aficionados serbios, bielorrusos y rusos.
Para situarnos, el Partido Acción y Solidaridad (fuerza política a la que pertenece Natalia Gavrilita), posee 63 de los 101 escaños, es pro-europeo y hace un año obtuvo más del 55% de los votos. Por su parte, el bloque opositor de los comunistas y socialistas y la formación populista prorrusa Shor llevan meses incitando protestas antigubernamentales.
Adelantando la información que ha ido surgiendo la última semana, en Escudo Digital ya denunciábamos desde el 11 de febrero todas estas tensiones.
Desde el pasado mes de noviembre el Departamento de Estado de Estados Unidos, la inteligencia OTAN y la propia Ucrania habían advertido de la colaboración en Moldavia entre grupos corruptos moldavos, partidos prorrusos y los servicios secretos de la Federación Rusa.
Para Ucrania es fácil enterarse, porque no todo el frente está en la zona del este, desde Jerson a Lugansk, sino que a solo 180 kilómetros de Odessa, al oeste, hay multitud de poblaciones ucranianas –como Hrebenyky, Akvazar, etc– en donde te despistas con el coche, cruzas un sembrado y ya pisas suelo de Transnitria o de Ucrania, y donde se producen frecuentes incursiones y desapariciones; tan frecuentes que ya ni aparecen en la prensa.
Transnistria es un polvorín anclado en la era soviética, una región separatista de Moldavia de tendencia prorrusa de población sobre todo rusa y ucraniana donde si eres ucraniano prorruso no tendrás problema, pero al revés puedes desaparecer.
Incrustada entre una estrecha franja a lo largo del río Dniéster y Ucrania, se autodenomina República Moldava de Pridnestrovia, y su independencia no ha sido reconocida por la ONU ni por la propia Rusia, que aspira a dar la vuelta al gobierno de Moldavia y convertirla en una segunda Bielorrusia, pero que conserva su independencia gracias al apoyo militar del ejército ruso, estacionado en territorio transnistriano.
Aunque realmente Transnitria no es un país, es una zona geográfica que posee la empresa Sheriff, propiedad de 2 “colegas” (ex KGB) de Putin: Viktor Gushan e Ilya Kazmaly, que ponen y quitan gobernantes como si de un juego de mesa se tratase. Tal es así que, en los meses siguientes a la anexión de Crimea, desembarcaron allí para quedarse con la telefonía y otros negocios.
¿Qué puede pasar en Moldavia?
Moldavia solicitó el ingreso en la Unión Europea en marzo de 2022, pero la presencia de tropas rusas en Transnistria impide que Moldavia controle plenamente sus propias fronteras.
Moldavia no es Ucrania, tiene un ejército débil, más pequeño que las fuerzas de Transnistria: solo 6.000 soldados que no tienen la capacidad de defenderse de las tropas rusas. Y sin control fronterizo ni territorial, Moldavia no puede ingresar en la UE, pues esta es una de las condiciones para poder hacerlo.
En lo que respecta a la OTAN, la ya ex primera ministra moldava ya manifestó que el país no quiere entrar en la Alianza, para evitar lo que Rusia percibiría como una amenaza directa, como sucedió en el caso de Ucrania.
De momento, con su dimisión y jura del nuevo Gobierno parece que la situación queda en una tensa pausa, pero, ¿hasta cuándo?