El programa de submarinos S-80, la joya de la corona de la industria española de defensa, además de una ambiciosa apuesta de España para diseñar y construir sus propios sumergibles, sigue dando más disgustos que alegrías. El sector, que junto al aeroespacial y al de seguridad ha mostrado en 2023 unos resultados económicos envidiables, vuelve a tropezar con este proyecto, que por su importancia y características podría poner en peligro las exportaciones de sistemas de armas nacionales al extranjero, unas exportaciones que el año pasado llegaron a superar a las de la todopoderosa Francia.
Retrasos que cambian el calendario
El primer submarino de la serie, el S-81 'Isaac Peral', debería haber estado funcionando en 2013, pero no fue entregado por Navantia (la constructora naval encargada del programa) hasta noviembre de 2023, es decir, 10 años más tarde de lo planeado. Este retraso fue solo el inicio de una cadena de demoras que también afectaron a los demás submarinos de la serie:
- S-82 'Narciso Monturiol'. Estará listo para tocar el agua en 2025 y se entregará en 2026.
- S-83 'Cosme García'. Llegará a la etapa de puesta a flote en 2027, con su entrega programada para finales de 2028.
- S-84 'Mateo García de los Reyes'. Tendrá su primera prueba en el agua a finales de 2027 y se espera que esté operativo en 2030.
En total, los retrasos suman entre 13 y 17 años desde las fechas originales. La pregunta es: si no somos capaces de sacar adelante nuestros propios sumergibles, ¿cómo vamos a fabricar para los demás?
Aunque hacemos mucho hincapié en estos retrasos tan sumamente frustrantes (y perjudiciales para nuestra industria de defensa y capacidad militar operativa), el enorme reto de construir algo tan complejo como un submarino de este tipo ya de por sí merece el respeto y admiración de nuestros conciudadanos.
Por intentar demostrar la dificultad que conlleva este tipo de proyectos, se puede confirmar que los retrasos en programas de defensa no son exclusivos de España, ni mucho menos. Por ejemplo, Estados Unidos con el programa del caza F-35 Lightning II experimentó múltiples retrasos y sobrecostes antes de su entrada en servicio. Reino Unido sufrió demoras y enormes aumentos en el presupuesto durante la construcción del portaaviones HMS Queen Elizabeth. Y a Francia le ocurrió algo parecido que a España con el sumergible nuclear de ataque clase Barracuda, donde también afrontó retrasos significativos antes de su entrega.
Impacto económico del retraso del programa S-80
El programa de los submarinos S-80 es uno de los proyectos más ambiciosos y costosos de la industria de defensa española, pero los constantes retrasos en su entrega generan efectos económicos negativos importantes, tanto dentro de España como en el mercado internacional.
Cada retraso implica un aumento significativo en los costes. Originalmente, el programa tenía un presupuesto de 1.800 millones de euros, pero hoy se estima que ha alcanzado los 3.900 millones de euros. Estos sobrecostes provienen de problemas técnicos, ajustes en el diseño, pruebas adicionales y los efectos de la pandemia, entre otros factores.
Para España, este incremento en el presupuesto significa un mayor gasto público destinado a defensa, lo que puede limitar recursos para otros proyectos clave. Además, afecta la credibilidad financiera de futuros programas, ya que el desvío presupuestario genera dudas sobre la capacidad de España para cumplir con plazos y costos.
Pérdida de oportunidades en exportaciones
Los submarinos S-80 no solo estaban pensados para fortalecer la Armada española, sino también como un producto de exportación que consolidaría a Navantia como un competidor en el mercado internacional de submarinos. Sin embargo, los retrasos generan desconfianza en los potenciales compradores extranjeros. Primero por la reputación en juego, ya que países como India o Canadá, que en algún momento mostraron interés, pueden optar por otros proveedores con mejores historiales de entrega. En un mercado competitivo, empresas de países como Alemania (con los submarinos clase 212) o Francia (clase Scorpène) ofrecen alternativas más confiables y con plazos más previsibles.
Y también por el impacto en las futuras ventas. Cada proyecto retrasado hace más difícil que Navantia sea seleccionada en licitaciones internacionales, lo que puede frenar la pujante expansión de la industria naval española.
Aunque los retrasos son un problema muy serio, hay que acostumbrarse a que grandes proyectos (sobre todo en sistemas pioneros) sufran importantes retrasos y sobrecostes, pero también se pueden utilizar algunas estrategias para minimizar el daño económico y fortalecer la cultura de industria de defensa en nuestro país, comenzando por impulsar la transparencia y comunicación, con Navantia y el Ministerio de Defensa explicando claramente los motivos de los retrasos y las soluciones implementadas. Esto puede ayudar a recuperar la confianza de los socios internacionales (y reducir el malestar de la población, que lo paga con sus impuestos).
Junto con el VCR 8x8 Dragón llevamos dos “batacazos” en este sector industrial y no parece probable que ni la sociedad española ni los gobiernos venideros sean capaces de aguantar un tercer desastre industrial.