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Twitter y la volatilidad del Bitcoin

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Pol Santandreu

Elon Musk, consejero delegado de Tesla y fundador de SpaceX,se fumó un porro de marihuana en septiembre de 2018, durante una entrevista en el famoso podcast "The Joe Rogan Experience". La consecuencia inmediata fue la caída en la cotización de los títulos de Tesla el día siguiente, donde se dejó un 6,5% al cierre de sesión -llegó a perder un 10% al inicio-. Ese fue un claro ejemplo de que los actos y las declaraciones de los directivos de las grandes compañías tienen sus efectos inmediatos en la valoración de las participaciones de capital por parte de los inversores. 

La pasada semana, Elon Musk hizo una declaración controvertida, esta vez vía twitter. En esta ocasión anunciaba que Tesla dejaba de aceptar bitcoin para pagar sus vehículos, a causa del uso intensivo de energía utilizado en la minería para el mantenimiento de la moneda y su alto coste para el medioambiente y el cambio climático. En este mismo tweet afirmaba estar buscando otras criptomonedas que utilicen menos energía en su proceso de minería.

Aunque sostuvo que Tesla no vendería los bitcoins que adqurió meses antes, el tweet provocó, como era de esperar, una caída inmediata de la cotización del Bitcoin, que perdió un 12%. Siete días más tarde, la criptomoneda sigue bajando y se ha dejado ya un 37% de su valor. 

Tesla compró una gran cantidad de bitcoins (lo equivalente a 1.500 millones de dólares) el pasado mes de febrero y anunció que aceptaría la moneda como medio de pago para la compra de coches de su firma. Desde este anuncio hasta la mitad del mes de abril, donde la moneda marcó su valor máximo, la subida fue de un 40%, y después del último tweet de la semana pasada, el valor casi vuelve a estar como antes de la compra de bitcoins por parte de Tesla. En resumen, desde febrero la fluctuación que ha experimentado esa moneda entre su cotización más baja y la más alta ha sido del 90%. 

Esto demuestra que la confianza de los inversores en la criptomoneda es muy frágil y que los comentarios de los visionarios de Silicon Valley tienen una gran incidencia en su precio. 

Recodemos que el bitcoin nació hace una decena de años, con el objetivo de ser un medio de pago, que utiliza la tecnología blockchain para registrar de modo seguro e inalterable todas las transacciones que se realizan a través del mismo. Asimismo, el hecho de no estar sometido a ningún órgano regulador, implicaba su independencia y quedaba excluido de movimientos especuladores o protectores de estos organismos. Se creó como alternativa a sistemas susceptibles de ser manipulados y crear fluctuaciones a partir de intervenciones deliberadas.

Sin embargo, la criptomoneda más famosa, se ha convertido en su antítesis: un activo altamente especulativo, que fluctúa más que cualquier moneda tradicional consolidada, usada por algunos para esconder operaciones oscuras, fuera del control del fisco y procedentes de negocios ilícitos. 

El aumento del precio de las criptomonedas en general, debería obedecer a un incremento de su valor a través de la percepción por parte de los inversores de ser una alternativa real a los medios de pago más tradicionales, como puedan ser divisas, tarjetas de crédito u otros, todos ellos regulados y controlados por estamentos que, en definitiva, dependen de estados y gobiernos. 

Las criptomonedas son una excelente alternativa para las transacciones y transferencias internacionales, ya que las hacen más baratas que las realizadas con otros medios como tarjetas de crédito o transferencias mediante intermediarios. Es por ello que muchos están interesados en la creación de su propia criptomoneda. Bancos, empresas tecnológicas y hasta clubs de fútbol ya las han creado. 

La creación de una moneda virtual está fácilmente al alcance de muchos. Este hecho provocará que los usuarios tengan, en un futuro, muchas alternativas de inversión y uso de estos activos, con la consecuente bajada de la concentración de la demanda y su afectación en el precio. En definitiva, la diversificación y aumento de competencia puede provocar una bajada radical de la demanda de bitcoins con la consecuente pérdida de su valor.

Asimismo, como en todas las nuevas tecnologías, lo que hoy es nuevo mañana es obsoleto. ¿Quién puede asegurar que en un futuro próximo no se desarrolle una nueva tecnología que permita crear dinero virtual más barato, seguro y menos contaminante que un bitcoin? Solo recordar que en el Imperio Romano se pagaba con sal.

Pol Santandreu, doctor en Management por la Universidad de Barcelona y consultor empresarial, imparte clase en EAE Business School.