Francia debe analizar por qué se produce su salida de África de forma escalonada coincidiendo en la mayoría de los casos con una oleada de golpes militares en distintos países del Sahel, la posterior entrada de Rusia en estos países como socios militares, unido a los crecientes sentimientos antifranceses. El resultado ha sido que en definitiva disminuya la hegemonía francesa. Ejemplo de ello es su salida de países como Mali, Burkina Faso y Níger en el Sahel y, posteriormente, en Chad, Senegal y Costa de Marfil, tras la petición a París de la retirada de tropas de su territorio.
Con la salida de Francia de estos países, hemos visto como, a medida que se distancian de su antiguo colonizador, estos países están fortaleciendo las relaciones con socios alternativos como Turquía, China y Rusia para abordar sus desafíos económicos y de seguridad.
¿Qué significa la salida de Francia del continente? En primer lugar, supone una pérdida de influencia de quien tuvo la consideración durante mucho tiempo de “gendarme de África”.
La realidad geopolítica con respecto al rechazo popular de estos países a Francia recuerda las palabras de Sékou Touré: “Preferimos la libertad en la pobreza a la opulencia en la esclavitud”. Y es que día a día en estas naciones aumentan los sentimientos antifranceses. Por eso las juntas militares en el Sahel probablemente intensificarán su oposición activa estatal a Francia no solo con la creación de la Alianza de Estados del Sahel sino posiblemente también con la eliminación del francés como lengua oficial y del franco CFA como moneda oficial.
A fecha de hoy, Nigeria emerge como el principal socio comercial de Francia en el África subsahariana. En el ámbito militar, el establecimiento de una base gala en este país supone una amenaza para Níger por la cercanía entre ambos países. Gabón y Yibuti serán las últimas bases que quedan para el ejército francés en el continente. La estrategia de Francia podría pasar por aliarse, más allá de con la CEDEAO, con países como Nigeria, Benín, Togo, Camerún y Costa de Marfil.
Francia tiene que comenzar por cambiar su imagen de antigua potencia colonial arrogante. No vale solo hacerlo con una contranarrativa eficaz sino también con hechos que lo demuestren. Ha entendido que es necesario modificar el modelo de estrategia y que debe quedarse porque la violencia que existe supone una grave amenaza para la seguridad, por los vínculos existentes con los intereses en la zona y por la llegada reciente de Rusia, China y Turquía.
La marcha era la crónica de una muerte anunciada, pero hay que señalar que su salida no significa que lo haga de toda África ni de forma definitiva. Puede ser considerado como un fracaso, pero si no hubiera intervenido hace 10 años en Mali con la Operación Serval no solo no existiría ya un Estado maliense, sino que el yihadismo podría haber llegado a las puertas de Europa.
Siendo fieles a la realidad, hay que darles las gracias por los grandes éxitos obtenidos en estos años como es el caso de la muerte de líderes yihadistas como Abdelmalek Droukdel y Adnan Abu Walid al Saharaui.
Igualmente hay que recordar que el ejército francés es un gran ejército y a sus 53 soldados muertos en el Sahel en la lucha contra el terrorismo, así como todo el despliegue militar, económico y humano durante todos estos años de presencia en Mali. Esta salida de Mali nos ha recordado la triste marcha de EE. UU. de Afganistán.
Las lecciones aprendidas estos años y elementos a tener en cuenta serían la percepción por parte de la población de Francia como una potencia de ocupación que lucha para defender sus intereses propios y no los de la población o fijar la lucha contra el terrorismo yihadista centrada en derrocar a sus lideres olvidando cuales son los factores por los que la población entran a formar parte de un grupo terrorista. Habría que haber trabajado más y mejor desde el ámbito local para evitar nuevos reclutamientos y detectar estas células terroristas.
Ha habido también deficiencias en materia de prevención en los ámbitos policial, judicial, económico y social unido, a la propia gobernanza. Otros errores han sido los de no establecer alianzas con grupos armados no estatales y no dar prioridad a la protección de los civiles, ya que los yihadistas se aprovechan de los conflictos comunitarios para reclutar más población.
En la esfera militar hay que dar una mayor prioridad a las operaciones de inteligencia unidas a operaciones conjuntas con otros actores de la zona y hacerlo de forma coordinada. Francia ha centrado su estrategia en el ámbito militar y se ha opuesto a la nueva junta que contaba con todo el apoyo de la población maliense.
Ha fallado también en el ámbito de los conflictos étnicos, circunstancia que ha sido aprovechada por los yihadistas, y en la oposición al dialogo con los terroristas que a nivel local sí es fundamental para reducir la escalada de violencia.
Posiblemente el error de Francia fue utilizar sus operaciones para mantener su rango de potencia y no haberse presentado como una fuerza de apoyo y servicio a la población. La población considera a la nación gala una fuerza de ocupación, y especialmente cuando han pasado muchos años sin ver éxitos significativos en el ámbito de seguridad en el país. Habría que revisar el modelo de intervención militar como una acción conjunta llevada a cabo por todos los actores implicados en la lucha contra el terrorismo.
Tampoco ha funcionado el elemento de la comunicación en redes sociales y la desinformación que ha propagado un sentimiento antifrancés en toda la población. Es muy importante no solo lo que tu amigo dice de ti sino también lo que tu enemigo dice de ti y aquí la estrategia ha fallado.
Igualmente, la falta de gobernanza ha ocasionado graves problemas políticos sociales entre la población. Algunos países africanos nunca han ejercido realmente sus funciones soberanas y esa falta de Estado ha provocado que la misión militar francesa también fracasara al ser la única vía que se estaba utilizando.
Si hay alguna lección, es la necesidad de tener en cuenta a todos los actores implicados en la zona, la protección y la percepción de la población civil y las realidades locales, una enseñanza que hasta ahora no parece haberse tenido en cuenta. El motivo ultimo por el que Francia sale de África es por el sentimiento antifrancés suscitado ante la población y por los problemas con las juntas militares.
La política en el Sahel pasaría por lo que se ha denominado la estrategia de las 3 D: defensa, diplomacia y desarrollo. Si bien Francia en el ámbito de defensa ha centrado todas sus capacidades, ha fallado en el ámbito de la diplomacia y del desarrollo.
Además, ha sido devastadora la creencia entre la población de que París ayudaba a los yihadistas para prolongar su presencia militar en Mali o que se alargaba para robar los recursos naturales del país. Posiblemente, el mayor error haya sido creer que tanto los Gobiernos africanos como la población estaban de acuerdo con todo lo que hacía Francia en el país. Y ahí es donde ha fracasado la estrategia de comunicación.
La solución militar no puede hacer frente por sí sola al problema del terrorismo yihadista y el de la radicalización. La estrategia debe ser a nivel regional y multisectorial partiendo de la idea de que hay que ofrecer soluciones africanas a problemas africanos. La intervención militar debe ir acompañada de otro tipo de acciones dirigidas al desarrollo para evitar la radicalización y la violencia extremista.
Hay que trabajar más desde el ámbito local conectado con el regional, porque a menudo puede ser distinto al nacional. Igualmente, se debe mejorar la presencia estatal desde el ámbito de las autoridades y servicios públicos dando una mayor protección a la población civil. Ha de restaurarse el sistema administrativo, especialmente el policial y judicial, una vez termine la operación militar, para no encontrarnos ante el mismo Estado fallido con los mismos problemas.
Hay que agradecer siempre a Francia su intervención porque produjo grandes resultados durante los primeros años de la Operación Serval, pero ahora la estrategia no se adapta a la situación actual en el Sahel. Existen factores que han cambiado, como la extensión de la amenaza yihadista a otros países, en especial los del Golfo de Guinea, los últimos golpes de Estado, el sentimiento antifrancés de la población y la desinformación creada por Rusia como nuevo actor internacional en África. Nos encontramos ante el fin de un ciclo que se debe gestionar con una nueva política, un nuevo modelo de intervención partiendo de las lecciones aprendidas.