Opinión

Cómo luchar contra la desinformación

Profesor en la Universidad Rey Juan Carlos, adjunto a la presidencia en GO fit y administrador de la consultora Nextcity Iniciativas Estratégicas.

Vivimos en un mundo saturado de información. Y justo por eso, la habilidad de cuestionar y dudar se ha vuelto esencial para navegar por la complejidad del conocimiento contemporáneo, casi para sobrevivir con un poco de coherencia. Releer el sábado por la tarde una cita de Octavio Pazaprender a dudar es aprender a pensar— avivó la reflexión sobre la importancia de la duda en el proceso de pensamiento y en la construcción de un contexto social estimulante y habitable.

El primer error es entender la duda como una señal de debilidad y no como un poderoso motor que impulsa el pensamiento crítico. Al dudar, nos permitimos explorar diferentes perspectivas, considerar argumentos contrapuestos y, en última instancia, formar opiniones más fundamentadas. Otro clásico, el filósofo René Descartes, lo resumió de manera brillante con su duda metódica.

Su enfoque lo llevó a cuestionar todas las certezas hasta encontrar una base indudable para el conocimiento: Pienso, luego existo, cuestión que en nuestros días regidos por la canalización de la presencia total e instantánea ha quedado pulverizada.

Si reactiváramos como un pilar fundamental real la búsqueda de la verdad a través de la duda, dejaríamos un legado social más allá de la práctica académica y científica, que algunos ya están intoxicando.

Además, en la era de las redes sociales y la información instantánea, el compromiso de cada persona para cuestionar lo que consumimos es el único escudo válido contra la desinformación.

Aprender a dudar nos permite no aceptar todo lo que se presenta, ya sea un artículo, un video o un post como un hecho irrefutable. Formarnos un juicio crítico se convierte en una responsabilidad individual y social para mantener la salud de la democracia. Ser escéptico, como actitud preventiva, nos empodera y nos brinda las herramientas necesarias para enfrentarnos a las posibles manipulaciones sobre los diferentes flujos de información. 

En este extraño ambiente de polarización, me parece esencial recordar que la duda no debe convertirse en una excusa para impregnarnos de parálisis. Aprender a dudar implica un balance; es una activación constante y consciente de nuestra mente que nos lleva a cuestionar, pero también a decidir.

Por esta cuestión es fundamental que en el periodo educativo nos enseñen a cultivar la curiosidad, la capacidad de formular preguntas, a construir hipótesis y alternativas como un proceso irrenunciable para el desarrollo intelectual del estudiante.

Es imprescindible facilitar a los educadores herramientas que les permitan fomentar un ambiente donde la duda sea bienvenida, es más, que actúe como un catalizador para la reflexión y el aprendizaje significativo

La duda es la semilla del conocimiento. En un mundo donde la verdad es a menudo relativa y variable, fomentar una mentalidad crítica y cuestionadora es más importante que nunca. Así, al aprender a dudar no solo aprendemos a pensar, sino también a discernir y a actuar con responsabilidad en un entorno de información cada vez más irreal y complejo.

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