Hay destinos que marcan toda una vida. Santiago López Valdivielso fue muchas cosas en su larga trayectoria política y empresarial. Presidente del Partido Popular en Valladolid, Procurador en las Cortes de Castilla y León, diputado nacional durante más de diez años, senador, presidente de la delegación española en la Asamblea Parlamentaria de la OSCE y presidente del grupo de empresas familiar, entre otras muchas. Sin embargo, siempre será recordado como director general de la Guardia Civil. Su paso al frente de la benemérita culminó su carrera política y tuvo al mismo tiempo una influencia decisiva en el devenir histórico del Cuerpo.
Santiago Lopez llegó a la Guardia Civil en 1996 cuando el Cuerpo aún se estaba recuperando de la herida dejada por el caso Roldán. Su primera gran crisis, nada más llegar a Guzmán el Bueno fue la condena al general Galindo por el caso GAL. Ese día hubo un movimiento para que el Consejo Superior de la Guardia Civil, formado por todos los generales en activo, emitiera un comunicado de apoyo a Galindo. Santiago cortó ese intento señalando que la única voz del Cuerpo era la de su director. Esa noche, con el apoyo del entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, Santiago se ganó su autoridad moral para los ocho años que estuvo de director.
El momento era además delicado porque España se encontraba saliendo de una grave crisis económica y el Gobierno Aznar se marcó como objetivo histórico que España se incorporara al euro en primera velocidad. Eso suponía un ajuste de gasto publico que dejaba tiritando los presupuestos de toda la administración, incluyendo a la Guardia Civil. Con una gigantesca infraestructura de miles de edificios, muchos de ellos en mal estado, y unos gastos operativos ineludibles fueron años duros en los que Valdivielso tuvo que emplear sus mejores dotes como gestor para mantener la maquina a pleno rendimiento.
ETA se encontraba además en plena campaña de lo que denominaban “socialización del sufrimiento” asesinando políticos, periodistas y ciudadanos de toda condición, incluyendo por supuesto a guardias civiles y policías como objetivo permanente. La eficaz acción de la Guardia Civil contra el terrorismo durante el mandato de López Valdivielso fue determinante en la derrota definitiva de ETA. Las cúpulas de la organización iban cayendo una tras otra hasta la extenuación de la banda. Tengo permanente en la memoria la alegría que vivimos juntos la noche que la Guardia Civil liberó a José Antonio Ortega Lara como el triunfo más simbólico en la larga lucha contra ETA. Ese fue probablemente el día más feliz de su etapa como director.
Pero más allá de una eficaz gestión diaria y de los éxitos operativos obtenidos durante su dirección, quiero resaltar el proyecto de trasformación que Santiago López lideró para adaptar el Cuerpo a los nuevos desafíos que nos planteaba la seguridad del siglo XXI. Esa trasformación comenzó adaptando la estructura territorial de la Guardia Civil, que había permanecido intacta desde la fundación por el Duque de Ahumada, al nuevo modelo de estado autonómico que consagraba nuestra Constitución del 78. La supresión de Tercios y Líneas fue un proceso difícil y controvertido, pero la creación de una zona por comunidad autónoma y la creación de puestos principales fueron sin duda grandes aciertos. Buena prueba de ello es que esa estructura permanece inalterada tres décadas después.
Se realizó también una importante reestructuración de la dirección general, restaurando el histórico Estado Mayor de la Guardia Civil como cerebro de toda la organización, creando una potente jefatura fiscal y de fronteras que ha permitido afrontar el desafío de la inmigración ilegal o una secretaria de cooperación internacional decisiva para potenciar la cooperación policial con otros países y potenciar la proyección exterior del Cuerpo. Se creó a su vez una unidad de delitos telemáticos para luchar contra la entonces incipiente amenaza de la ciberdelincuencia, los equipos mujer-menor para combatir la violencia contra la mujer e intrafamilar y equipos especializados en atención al inmigrante. Se puso en marcha además un pionero sistema de vigilancia exterior (SIVE) con tecnologías de vanguardia para el control de nuestras costas. Todo ello con la dificultad de un marco presupuestario que como hemos mencionado era extraordinariamente restrictivo. Estas innovaciones definen un carácter de Valdivielso como un líder un tanto visionario que supo anticiparse a algunos de los desafíos que estaban por venir.
Pero la prioridad de Santiago López como director fueron sin lugar a duda los guardias civiles y sus familias. Impuso, no sin cierta resistencia por parte de algunos mandos, una regulación del horario de servicio que sin cuestionar la plena disponibilidad de todos los guardias impusiera mayor eficiencia en los servicios y compensara, aunque fuera mínimamente, los excesos horarios. Se aprobó un nuevo estatuto de personal del Cuerpo e impulsó una Ley de Derechos y Deberes que garantizara con precisión las obligaciones, pero también los derechos de todos los guardias civiles.
El cambio cultural más importante realizado bajo su impulso fue probablemente la creación de un Consejo de Personal en el que los guardias civiles eligieron a sus representantes en un proceso electoral que constituyeron las primeras elecciones telemáticas que se celebraron en España. Ese consejo canalizó institucionalmente un proceso asociativo que hasta entonces se había digerido mal en el seno del Cuerpo.
El mando de la Guardia Civil culminó sin duda la vocación de servicio público que marcó a Santiago desde muy joven. Se entrego a la tarea en cuerpo y alma. Trabajador incansable. Recuerdo las pilas de carpetas de firma que se amontaban en la mesa de su despacho todas las noches en su casa y que desaparecían firmadas al día siguiente. Leía minuciosamente todos los expedientes e informes y era especialmente escrupuloso en el régimen disciplinario para evitar cualquier injusticia. Visitó cientos de puestos, desde el pueblo más recóndito hasta los guardias destinados en Sarajevo en plena guerra de los Balcanes, recorriendo millones de kilómetros. Su trato era siempre franco, cercano y especialmente cariñoso con las familias. En cualquier visita siempre encantado de hacerse una foto con ellas. Aún hoy sigue siendo un director muy querido. Ayer en la capilla ardiente había muchos guardias civiles, desde generales a guardias jubilados que quisieron rendirle un último saludo. Me atrevo a decir que para él la Guardia Civil fue sin duda el segundo gran amor de su vida.