Como ya anunciaba el filósofo griego Heráclito, “Nada es permanente a excepción del cambio”. Es obvio que este filósofo de Éfeso no se refería a lo que pasaré a explicar, pero que se entenderá perfectamente.
Y es que es meridianamente comprensible que todo fluye y que nada permanece, ni inalterable, ni para siempre a excepción, y me llevo el agua a mi terreno, del Reglamento de Seguridad Privada.
Treinta años lo contemplan y cabría decir que ya nació caduco. Toda vez que no se percibía en el mismo una revolución positiva hacia un sector que es cambiante de por sí. No se adelantaba a los tiempos y dejaba unos vacíos libres que para nada mejoraban a un sector cada día más huérfano de soluciones reales y no interpretaciones.
Haciéndonos eco de las palabras del filósofo, se debería descartar de una vez por todas la “permanencia” de un Reglamento trasnochado y darle vida a la “excepcionalidad” de contar con uno nuevo, acorde a los tiempos actuales y con una clara visión de futuro, teniendo en cuenta el presente que nos ocupa y preocupa.
La Seguridad Privada debe tener amplias miras y un dinamismo que amplíe las formas de actuación de quienes integramos esta gran familia de profesionales.
Tener nuevos cometidos, nuevos horizontes , nuevas metas y sobre todo cargar a ese Reglamento con las herramientas necesarias para que el desarrollo de nuestras funciones tenga una formación de calidad que haga más fácil nuestro trabajo y así poder servir y proteger a una sociedad cada día más demandante de nuestros servicios.
La Seguridad Privada no puede seguir cargando con un ‘tocho’ de más de 400 páginas que sólo hace aplastar al sector no dejándole avanzar. El mundo está cambiando y no puede ser un Reglamento la rémora que ralentice el ir en armonía con esos cambios.
Queremos ser más útiles, más esenciales, más necesarios . A la vez nos proponemos para nuevos retos. Con una formación adecuada, con un reconocimiento y respeto a nuestra labor y con una capacidad de actuación que esté respaldada por una figura jurídica que nos aporte un plus de seguridad en nuestras actuaciones.
Necesitamos un Reglamento que minimice las agresiones dotándonos de un merecido concepto de autoridad. Que combata con más medios técnicos y humanos el intrusismo y erradique a las empresas explotadores de vigilantes.
Un nuevo Reglamento en el que podamos desarrollar nuestras capacidades individuales derivadas de una Formación de calidad. Un Reglamento abierto, plural y con los suficientes elementos tendentes a la eliminación de estereotipos o jerarquías burocráticas.
Para un tango...”veinte años no es nada”, pero para un Reglamento, ¡treinta son demasiados!