Actualmente somos casi 8.000 millones de personas en el planeta y se prevé que en 2050 llegaremos a alcanzar aproximadamente los 10.000 millones. De estos, el mayor incremento de población tendrá lugar en el continente africano, que pasará de tener los 1.400 millones de habitantes que actualmente posee a unos 2.500 millones en 2050.
Se pronostica también que para el 2050, aproximadamente el 70% de la población vivirá en grandes ciudades. Eso quiere eso decir que, de los 10.000 millones de personas, unos 7.000 millones vivirán en ciudades; desde las megaciudades (aquellas que cuentan con más de 10 millones de habitantes) de las cuales hay actualmente más de 35 en el mundo, a otras de menor tamaño pero importante ocupación poblacional.
Lo primero que podríamos pensar viendo estas cifras es que estas ciudades podrían convertirse bien en puntos de hacinamientos y enfermedades, de limitaciones en el acceso al agua y a los alimentos con los consiguientes conflictos sociales, o bien podrían ser lugares de encuentro, desarrollo y centros de vida sostenible y digna para sus habitantes. Eso va a depender, en gran medida, de cómo los Estados implanten, coordinen y desarrollen una eficaz gestión de los suministros básicos.
Y cuando hablamos de una gestión correcta y eficiente de los suministros básicos, aquí nos referimos al suministro de agua potable (en cantidad y en calidad, durante las 24 horas, todos los días) y el saneamiento, a la eficaz gestión de los residuos (urbanos e industriales) y, sobre todo, a la disponibilidad de alimentos. Hay otros puntos sobre los que tratar en cuanto al desarrollo sostenible de las ciudades y sus habitantes, pero eso lo comentaremos en otra ocasión.
"A nivel mundial se desperdicia el 30% de los alimentos que se producen. Esto supone la pérdida de 1.300 millones de toneladas de alimentos y de un caudal de agua utilizada de 250 kilómetros cúbicos; es decir, el caudal anual del río Volga (Rusia) que tiene una longitud de 3.700 kilómetros".
La disponibilidad de alimentos, como todos sabemos, es de vital importancia para el desarrollo vital y digno de las personas, pero también lo es para la independencia y el buen gobierno de una nación. Por el contrario, la escasez y falta de alimentos es causa de pobreza, vulnerabilidad y subdesarrollo, migraciones, descontento y conflictos sociales, etc.…que pueden llegar a provocar conflictos violentos y armados entre regiones o países y, por supuesto, cambios de gobiernos.
En cuanto a los alimentos, fijémonos en las siguientes cifras. El área mundial dedicada al cultivo es solamente del 12%, es decir, ocupa unos 1.600 millones de hectáreas y de todos los alimentos que se producen, el 75% de esos alimentos va destinado al 30% de la población. Esto último no parece muy equilibrado y lógico ¿verdad?
Pero menos lógico nos parece que se desperdicien, a nivel mundial, el 30 % de los alimentos que se producen, con el gasto que ha tenido lugar para producirlos (agua, fertilizantes, mano de obra, transportes, contaminación, gas y electricidad en su preparación y almacenaje, etc.). Ese 30% supone la pérdida de 1.300 millones de toneladas de alimentos y de un caudal de agua utilizada en todo su proceso de 250 kilómetros cúbicos, es decir, el caudal anual del río Volga (Rusia) que tiene una longitud de 3.700 kilómetros. ¿Se imaginan, estimados lectores, en la cantidad de personas que se podrían alimentar con ese 30% de alimentos que compramos y desperdiciamos (tiramos a la basura) sin haberlos consumido?
Por ejemplo, pensemos en un alimento tan humilde, básico y necesario como el pan… ¿cuántos de nosotros tiramos con cierta frecuencia a la basura el pan que no hemos consumido? ¿Es esto justo? Esta situación de desperdicio de ese 30% de alimentos, en general, habiendo tantas personas que pasan hambre en el mundo me hace acordarme de la Sura 6:141, que acaba diciendo: “…no derrochen, porque Allah no ama a los derrochadores”.
Pero es que las cifras, los datos, siguen siendo escandalosos si pensamos que en nuestro planeta en 2021 hubo 2.300 millones de personas (29,3% de la población total) en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave (278 millones de personas en África sufrieron hambre, es decir, una de cada cinco) y en 2020, 3.100 millones de personas (1.031 millones en África) no se pudieron permitir el acceso a una alimentación sana... y, como he dicho antes, somos casi 8.000 millones de personas en el mundo. Hagan ustedes el cálculo del porcentaje y díganme, por favor… ¿les parece normal esta situación?. Algo estamos haciendo muy mal a nivel mundial.
Y esta situación nos afecta a todos. Por ejemplo, en 2020 el 22% de los niños menores de 5 años presentaron un retraso en el crecimiento y en 2019 una de cada tres mujeres de entre 15 y 49 años sufría anemia. Como ven, esta situación no solo afecta a nuestra sociedad actual, sino que está afectando a las siguientes generaciones. No se nos presenta un futuro muy halagüeño ni sostenible si seguimos así…
"Se vaticina que en 2030 habrá unos 670 millones de personas (el 8% de la población mundial) que sufrirán hambre. Por el contrario, hay actualmente en el mundo unos 1.800 millones de personas con sobrepeso."
Y hablando del futuro, se vaticina que en 2030 habrá unos 670 millones de personas (el 8% de la población mundial) que sufrirán hambre. Por el contrario, hay actualmente en el mundo unos 1.800 millones de personas con sobrepeso. Es decir, lo que a unos les falta, a otros les sobra... No me parece una situación de equilibrio ni tampoco justa.
Cuando lleguemos a 2050 las necesidades de alimentos habrán aumentado en torno a un 50-70% y si nos referimos al continente africano, lo habrán hecho entre un 70-90%. Esto nos dará una idea acerca de la importancia del acceso a los alimentos y su disponibilidad para el desarrollo en libertad y con dignidad de una nación y sus gentes.
Es, en consecuencia, de vital importancia el desarrollo de un sector agrícola sostenible, eficiente y variado (dentro de las posibilidades de la zona climática en las que se encuentre el país) que permita la mayor tasa posible de autosuficiencia, de seguridad alimentaria para el país. Y este no es un tema menor o de poca importancia; al contrario, se trata de un asunto al que los Estados deberían dar la máxima prioridad, puesto que se trata de su futuro y de su supervivencia como naciones soberanas y libres.
La diferencia entre tener o no tener disponibilidad de alimentos (atención a las llamadas soberanías y seguridad alimentarias) hará que un país tenga un eficiente e independiente desarrollo o, por el contrario, se vea obligado a depender (y pagar) de otros países productores para subsistir. Y esa situación, y tal como anda el mundo, podría ser, en algún momento, origen de presiones, chantajes, conflictos armados, etc., lo cual reduciría o recortaría la independencia y capacidad del país para decidir libremente su camino, su futuro.
Las ventajas de los alimentos del propio país
Evidentemente, un país siempre tendrá algunos tipos de alimentos que deberá importar de otros países, pero se trata de que este país sea lo más autosuficiente posible desde el punto de vista de la alimentación. No olvidemos, además, que consumiendo alimentos del propio país o región se ayuda a la sostenibilidad, ya que el trayecto desde la producción en su origen a nuestros hogares es menor y hay menor gasto en combustible, menor contaminación en los trasportes, menos intermediarios, etc. Con lo cual, será una cadena de alimentación más sostenible, menos contaminante y más barata. Y aquí hablamos de ayudar al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Como sabemos, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que no seremos capaces de alcanzar de manera global en 2030 (pero debemos seguir trabajando para mejorarlos), empiezan por “Fin de la pobreza” (Objetivo 1), “Hambre cero” (objetivo 2) y “Salud y bienestar” (objetivo 3). Ante esta evidencia, pienso que no hay mucho más que decir…
Si no hay comida (y aquí incluimos el agua, que se clasifica como un alimento, tal y como aparece en el Codex Alimentarius de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), no hay desarrollo, no hay crecimiento, no hay, en resumen, vida. De hecho, si nos acordamos del célebre psicólogo Abraham Maslow y su famosa pirámide sobre las necesidades psicológicas que tenemos las personas, veremos que, en la base de dicha pirámide, en el primer lugar está, entre otras, la alimentación.
"Debemos ser capaces de desarrollar una agricultura sostenible (smart agricultura) que, ayudándose de las más modernas tecnologías y apoyándose en la digitalización, utilice el regadío de precisión, eficiente y esté adaptada al medio geográfico en el que nos encontramos"
Por tanto, vemos la gran importancia de poder disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente para satisfacer las necesidades de la población y, por tanto, de un país. Y para llegar a ese punto de suministro óptimo de alimentos debemos ser capaces de desarrollar una agricultura sostenible (smart agricultura) que, ayudándose de las más modernas tecnologías y apoyándose en la digitalización, utilice el regadío de precisión, eficiente y esté adaptada al medio geográfico en el que nos encontramos y que nos permita alcanzar la necesaria seguridad alimentaria.
Y ¿qué significa la seguridad alimentaria? Significa tener acceso a la comida; tener disponibilidad de alimentos en cantidades suficientes; tener acceso a unos alimentos de calidad (nutricional y sanitaria) y, por último, que sea posible adquirir dichos alimentos, es decir, que haya una estabilidad de precios y del poder de compra por parte del ciudadano; y todo ello para que las personas mantengan una vida sana y activa.
Para alcanzar ese grado de eficiencia, independencia y seguridad alimentaria que necesitamos es necesario tener en cuenta varios factores: disponibilidad de tierras y de agua para su riego (incluso el agua regenerada); políticas estatales y hojas de ruta concretas y detalladas de las diferentes administraciones públicas que apoyen las inversiones en este campo (incluidas las colaboraciones público-privadas); desarrollo de infraestructuras; formación adecuada (desde personal operario que cuida y trabaja las tierras hasta equipos multidisciplinares formados por ingenieros agrónomos, químicos, geólogos, botánicos, biólogos, programadores y desarrolladores informáticos, etc.) y se incluyen convenios entre universidades y centros de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i); desarrollo de una agro-industria transformadora (en la que los beneficios de la transformación final se queden en el país y en sus gentes y no se vayan al extranjero) que presente el valor añadido del producto final; y, la implantación de la digitalización como medio imprescindible y necesario para impulsar el aumento del rendimiento por hectárea y su calidad, la rentabilidad, sostenibilidad y trazabilidad del sector agroalimentario y de toda su cadena de valor, dando así respuesta a los retos y necesidades que tiene este sector actualmente.
Y, por supuesto, ese desarrollo de la agricultura permitirá asentar y desarrollar las poblaciones rurales facilitando medios de trabajo y subsistencia a dichas poblaciones, de manera que no se vean obligados a emigrar a las grandes ciudades y aumente la masa poblacional, muchas veces desocupada y sin acceso a los servicios mínimos básicos que antes he mencionado.
Como decimos, se trata de crear vida, dignidad y riqueza en las zonas rurales y eso no solo facilitará la creación de puestos de trabajo y llevará bienestar y prosperidad a los ciudadanos al crearse también otros negocios que darán servicio a los habitantes de los pueblos, sino también aumentará la seguridad en las zonas habitadas y sus entornos. Y esto será una herramienta, además, que permitirá aumentar la equidad social y los equilibrios entre las diferentes regiones de las naciones.
Argelia, conocida por la fertilidad de sus tierras desde la Antigua Roma
Si nos referimos a Argelia, con casi 8,5 millones de hectáreas de tierra cultivable, lo que supone un 3,5 % de su superficie total, el país más grande de África tiene actualmente una oportunidad estratégica y un potencial de mejora importantes en cuanto al desarrollo de la Smart agricultura y al aumento y diversificación sostenibles de los cultivos. Esto no debería de extrañarnos ya que, desde la antigüedad, en tiempos de la Antigua Roma, Argelia era conocida por la fertilidad de sus tierras.
El 12% de la tierra cultivable es irrigada (la superficie de tierras agrícolas de regadío asciende a 1,43 millones de hectáreas) y evidentemente, esta situación puede mejorar (Argelia tiene 41,5 millones de hectáreas que podrían utilizarse para la agricultura) y hacer un uso del agua eficiente y, al mismo tiempo, estar protegido de las trágicas consecuencias de las sequías al no estar a expensas de la climatología. Actualmente el 12,5% de PIB del país proviene de la agricultura y da trabajo aproximadamente a un 25% de la población trabajadora, es decir, unos 3 millones de puestos de trabajo directos.
Gran parte del coste económico que supone para Argelia la importación de cereales (cebada, maíz, trigo), harina, leche, azúcar, patatas, tomates, ajos, etc. de otros países, podría ahorrárselo desarrollando una agricultura eficiente y sostenible y produciendo dichos productos en el propio país. Esto serviría, además, para la creación de cientos de miles de puestos de trabajo de calidad no sólo a nivel rural, sino también en la industria de transformación, en investigación y desarrollo, y en innovación y nuevas tecnologías, etc. Pero no solo hay que producir los alimentos básicos, sino que habrá que optar por hacerlo con leguminosas, granos, frutas, legumbres y otros alimentos nutritivos y, además, deberemos tener en cuenta otros productos que, pudiendo ser cultivados y transformados en Argelia, puedan tener un alto valor añadido (por ejemplo, aguacate, almendro, nogal, olivar, pistacho y cítricos) y sean bien apreciados y demandados en los mercados internacionales.
Y una de las principales herramientas que puede desarrollar el país para ayudar a la gestión del regadío de sus campos consiste en la realización de un mapa hidrogeológico desde el que se pueda hacer un estudio, control y gestión eficiente de la utilización de sus aguas subterráneas. Por ejemplo, se estima un volumen de agua subterránea de más de 40.000 hectómetros cúbicos en la capa Albien (compartida por el Sahara argelino 70%; Libia: 20%, Túnez:10%) que, mediante un tratamiento adecuado podría ser utilizada no solo para el consumo humano cuando sea necesario sino, como comentamos, para para utilizarlas en sistemas de micro irrigación de sus cultivos.
Pero no olvidemos que por muy grande que nos parezca la capacidad de una capa freática, ésta no es infinita; es decir, que hay que realizar una correcta gestión de los acuíferos y en ello está comprendida la recarga de los mismos, para no extraer más agua de la que el medio natural recarga y no acabar agotando el preciado recurso al cabo de los años. Y para ello, la correcta gestión en el tratamiento y la regeneración de las aguas residuales y la posibilidad de reutilizar esa agua servirá para aliviar la presión ejercida sobre los recursos hídricos disponibles. Con una buena calidad de esta agua no sólo se recargan acuíferos, sino también se riegan parques y jardines de manera segura para las poblaciones, por poner el ejemplo de otros usos. Mediante la aplicación de buenas prácticas, la reutilización sirve para proteger el medio ambiente y la salud de los ciudadanos, siendo clave en un modelo de economía circular por el que puede apostar Argelia en los próximos años.
La solución global consiste, sobre todo, en utilizar la mejor tecnología disponible, que puede ir desde las soluciones digitales para el análisis de datos y la toma de decisiones en tiempo real en los sistemas de regadío, la automatización de procesos a partir del internet de las cosas (IoT) y la inteligencia artificial, etc. Todas estas tecnologías pueden ayudar a crear (y mejorar) cultivos en áreas desérticas, en donde hay ejemplos de ello en varias partes del mundo y, por supuesto, también en Argelia.
Con el uso de la mejor tecnología disponible y de la digitalización e innovación es posible combinar el regadío con sistemas que obtengan el máximo rendimiento de cada gota de agua. No olvidemos que, a nivel global la agricultura demanda el 70% del agua disponible, por lo que es vital maximizar la eficiencia del agua utilizada en los riegos. En paralelo, es imprescindible reforzar la capacitación, la formación y el asesoramiento digital de los agricultores para facilitar el tránsito hacia una agricultura más tecnificada, más eficiente y sostenible.
Es necesario llevar a cabo unas acciones decididas que conduzcan a fortalecer el sector de la agricultura y su industria, para mejorar los sistemas de producción; que implanten y aumenten la digitalización del sector, y por tanto, su extensión a todos los agentes que forman parte de su cadena de valor; y que fomente la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) para lograr un sector alimentario competitivo en todos los eslabones de la cadena, desde la producción inicial hasta llegar al consumidor final. Estas acciones coordinadas traerán los consiguientes impactos económicos, en forma de aumento del impacto global en el PIB; social, en cuanto a la creación de empleo y atracción de la población a las zonas rurales; y medioambiental, ya que impulsará la economía circular y a reducción de las emisiones.
Para ayudar a ello, se hace necesaria la actualización de infraestructuras de transporte y distribución y de los sistemas de aplicación de agua en parcela para avanzar en la sostenibilidad medioambiental del regadío (que supone inevitablemente el ahorro de agua), en la eficiencia en el uso de los recursos (ahorro energético) y, por supuesto, hacia la digitalización y tecnificación de este tipo de agricultura, que supondrá no sólo la mejora ambiental de esta actividad, sino también la mejora de la productividad y rentabilidad del sector agrario. No olvidemos que las inversiones en sistemas agroalimentarios sostenibles y sanos son inversiones en el futuro y para las generaciones futuras.
"El carácter social del Estado argelino se ha hecho patente reafirmado su posicionamiento para desarrollar una nueva política basada en la recuperación económica y, como recientemente ha manifestado el presidente Tebboune, llevar a cabo una profunda reforma de la agricultura para asegurar la seguridad alimentaria del país."
El carácter social del Estado argelino se ha hecho patente reafirmado su posicionamiento para desarrollar una nueva política basada en la recuperación económica y, como recientemente ha manifestado el presidente Tebboune, llevar a cabo una profunda reforma de la agricultura para asegurar la seguridad alimentaria del país.
Ya en septiembre de 2020 el Ministerio de Agricultura presentó la Hoja de Ruta de la agricultura 2020-2024 con el objetivo de caminar hacia una Smart agricultura, sostenible y resiliente en cuanto al cambio climático en el que el mundo está inmerso. Se pone en valor la creación de una escuela de Smart Agricultura en la Universidad Ibn Khaldoun (Tiaret) en colaboración con el programa europeo ERASMUS. Y por el decreto ejecutivo 20-265, de 27 de septiembre de 2020 (diario oficial número 57) se creó la Oficina para el Desarrollo de la Agricultura Industrial en Tierras del Sahara (ODAS) en El Menia.
Es imprescindible, por tanto, desarrollar una Smart agricultura en la que el regadío de precisión, con la ayuda de herramientas de digitalización, garantice el ahorro de agua y energía; en la que se aplique la micro irrigación utilizando los fertilizantes y fitosanitarios de la manera más precisa posible, sin perjudicar a la productividad; y donde se mejore la rentabilidad, sostenibilidad y competitividad del sector agroalimentario, y esto tenga su consiguiente beneficio en la cohesión social y territorial de las zonas rurales donde está implantado, así como en el conjunto de la sociedad.
Argelia, siendo el país más grande de África, podría liderar un proceso de transformación del sector agroalimentario poniendo el foco en el medio rural y sus habitantes y dirigiendo dicho sector hacia la smart-agricultura, utilizando modelos de producción más eficientes, sostenibles, rentables y equilibrados, donde las poblaciones rurales (incluidas las mujeres y los jóvenes) desempeñen el papel esencial que les corresponde como ejecutores de esa gran transformación de la eco-agricultura y que tenga como fin la deseada seguridad alimentaria para los ciudadanos y, al mismo tiempo, permita al país un desarrollo futuro libre y sostenible desde el punto de vista social, económico y medioambiental.