El pasado 16 de enero, como desde el año 2021, se celebró el Día Mundial de The Beatles, un reconocimiento de la UNESCO al impacto de este conjunto británico que revolucionó la industria musical en los años 60, además de causar un fuerte impacto social y cultural. La fecha conmemora el debut de los Beatles en The Cavern Club el 16 de enero de 1961, tras el éxito que cosecharon en sus actuaciones en Alemania.
La banda, compuesta por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, fue más que un grupo de rock. Abrió a los jóvenes de su tiempo a una nueva época, no sólo desde el punto de vista musical, sino también estético, social y cultural, de forma que se puede hablar de un antes y un después en el mundo de la música como huella de su legado.
The Beatles realizaron un sinfín de conciertos multitudinarios y exitosos en innumerables países, llenando locales, campos de futbol y movilizando una masa de seguidores nunca antes vista hasta entonces. Sin embargo, en España solo ofrecieron dos conciertos a lo largo de su carrera artística, desde 1961 hasta su disolución en 1970. Aunque nos visitaron en más ocasiones, pero por otros propósitos.
Los dos únicos conciertos de los Beatles en España tuvieron lugar el 2 de julio de 1965 en la Plaza de Toros de Las Ventas, la Monumental de Madrid, y al día siguiente en Barcelona. A diferencia de lo que ocurría en otros países, donde congregaban cantidades ingentes de seguidores, en España la asistencia fue más modesta: aproximadamente 10.000 personas en Madrid y 18.000 en Barcelona, según fuentes de la época.
Pues bien, yo asistí en vivo y en directo al concierto de Madrid. Compré mi entrada sin problemas por 75 pesetas y recuerdo estar sentado en la andanada 7, aunque he olvidado el asiento y la fila exacta. Lo que sí tengo claro es que el escenario quedaba a mi izquierda y mi ubicación era bastante elevada, pero gocé de una buena visibilidad y acústica. La mayoría de los asistentes se concentraban en el ruedo, sentados en sillas de madera, mientras que solo alrededor del 30% se distribuía en las gradas que rodean el anillo de arena.
A mi llegada a la plaza, había jóvenes en el exterior y Policía Armada a caballo, pero no presencié ningún incidente ni percibí tensión alguna. Ya en el concierto, los Beatles interpretaron 12 canciones y me fascinó constatar que sonaban igual que en sus discos, algo que no pasó con los teloneros. Aplaudimos con entusiasmo, pero sin exabruptos, ni histerias. Y, una vez que terminó, volví a casa con la misma paz que entré; solo y tranquilo, sin sufrir ningún tipo de altercado. Debo recalcar que durante la actuación no percibí ningún incidente entre el público y la policía. Todos estábamos sentados tranquilamente siguiendo la actuación, sin exaltaciones excesivas ni salidas de tono. Hasta aquí mi experiencia real.
Pero hay otras versiones muy distintas, que recogieron diversos medios en reseñas y opiniones publicadas sobre el concierto. Por ejemplo, según The Beatles Anthology, "los fans españoles eran muy apasionados, pero no pudimos verlos debido a la fuerte presencia policial". El batería Ringo Starr llegó a decir que "la policía era muy violenta", mientras que Paul McCartney declaró a la revista Mojo que "nuestros verdaderos fans no pudieron conseguir entradas". Por su parte, Joaquín Luqui, locutor de Radio Madrid y gran admirador de los Beatles, opinaba que la visita de la banda llegó en "el momento menos oportuno", dada la férrea censura franquista a cualquier influencia extranjera, especialmente si provenía de la "degenerada" cultura anglosajona.
La influencia de los Beatles en nuestra generación
Para mí, lo relevante de esta experiencia es que formé parte de la muestra de los 10.000 jóvenes madrileños que asistimos a ese concierto en 1965, mientras pertenecíamos al universo de millones de jóvenes españoles de aquella generación. Pero la pasión que nos unía por ver a los Beatles, también nos diferenciaba de esa gran mayoría de la juventud de la época. De hecho, ser un fan o seguidor de este grupo británico, venía acompañado de un conjunto de preferencias, rasgos estéticos y valores, que alejaba del resto de jóvenes.
En otras palabras, los jóvenes que acudimos a los conciertos de Los Beatles, podíamos ser catalogados como la representación española de la generación beat o ye-ye, jóvenes que teníamos una visión del mundo distinta de la mayoría de nuestros contemporáneos. Precisamente ahora, desde la visión serena que dan los años, me atrevo a desgranar cuales eran las inquietudes y preferencias de aquellos espectadores de excepción en la Plaza de Toros de Las Ventas.
- No éramos apasionados de la tauromaquia, aunque, si había que elegir, preferíamos al Cordobés antes que a El Viti, un torero clásico que representaba lo tradicional. Intuyo que aquellos tiempos no fueron los peores posibles para la fiesta nacional.
- En lo estético, nuestra identidad era forma de detectar. Los chicos llevábamos el pelo y las patillas largas, bigotes y, a veces, barba. La ropa también nos delataba: vestíamos pantalones campana, camisas coloridas, prendas militares, chaquetones tres cuartos, etc. La estética femenina no era mi punto fuerte, pero la minifalda, el color en la vestimenta y los innovadores diseños en los vestidos iniciaron un estilo más atractivo y rupturista, sin perder feminidad.
- En cuanto a nuestros gustos cinematográficos, nos interesaban películas que se alejaban del cine convencional. Solíamos ir a salas de Arte y Ensayo para ver films de Ingmar Bergman, el ciclo mexicano de Buñuel. También nos llamaba la atención el cine de Truffaut, icono del movimiento Nouvelle Vague, o ciertas producciones de realismo soviético, como El acorazado Potemkin.
- En teatro, nuestras preferencias tampoco eran las del gran público. Alfonso Paso no estaba en nuestro radar. En cambio, nos atraía el teatro independiente, con grupos como Tábano y obras de Bertolt Brecht; el teatro de Stanislavski y su método de actuación; Pirandello con su obra "Seis personajes en busca de un autor"; o el musical patrio Castañuela 70, que recuerdo causó furor.
- Respecto al fenómeno hippie, compartíamos una afinidad cosmética, aunque los Beatles no eran hippies ni en España se dieron las circunstancias para que este movimiento cultural se arraigara como en otros países. No obstante, nosotros éramos receptivos a sus valores de libertad sexual, pacifismo, estética, su música psicodélica, y de forma muy minoritaria, a las drogas de consumo habitual entre ellos, como el LSD o la marihuana, así como otras sustancias alucinógenas.
- En poesía, descubrimos a la beat generation, que había surgido en EE. UU en los años 50 y que llegó a España en los 60. Aunque nosotros la asociábamos erróneamente con la beatlemanía musical, aquellos autores nos aportaron nuevas perspectivas literarias.
- En música, nuestras referencias estaban muy claras. Además de los Beatles, nos gustaban, The Rolling Stones, The kings, The Animals, Joan Báez, Bob Dylan, más adelante los rhythm and blues, y la música anglosajona en general. Lo patrio no nos atraía en exceso y dejábamos en un segundo plano géneros como la copla o el flamenco.
- En lo político, en aquel entonces aún solíamos ser bastante indiferentes, aunque ya despertaba entre nosotros la aspiración de instaurar un régimen democrático. El antifranquismo se acentuaría a partir de los años 70, y en mi caso, llegué a militar en la subversión antifranquista. Además, se puede afirmar que aquellos jóvenes pasarían a engrosar el incipiente mundo "progre" de aquellos años, antesala obligada del progresismo actual.
- Valores de modernidad: los jóvenes que asistimos a aquellos conciertos de los Beatles en Madrid y Barcelona en 1965 éramos la muestra de los deseos de cambio de la España de aquella época. Queríamos un cambio musical, cultural, social y, con menos intensidad, político, razón por la cual la banda británica no siempre fue bienvenida ni atrajo más jóvenes a sus conciertos.
- Agentes de cambio social: tal vez por todo lo anterior, ese minúsculo grupo, en tanto que muestra de una realidad emergente, resumía las claves de una tensión positiva de lo que quería ser España. Tuvimos la oportunidad de impactar en nuestra sociedad, porque sencillamente éramos algo más que amantes de aquella música, y nos convertimos, sin saberlo, en arietes del cambio social en nuestra sociedad.
Cuando asistíamos a esos acontecimientos musicales no podíamos imaginar que detrás de nuestros gustos por aquellas canciones se escondiese este catálogo de preferencias que estaban, directa e indirectamente, vinculadas a esta beatlemanía juvenil. Todo ello viene a confirmar que los Beatles eran, o simbolizaban, mucho más que un grupo de música. Traían un mensaje que sintonizaba con una corriente de valores sociales, culturales, estéticos y artísticos de nuevo cuño, de origen anglosajón, y que llegaron a España a través de sus canciones.
Interesante remarcar que la banda no tenía una adscripción política concreta, aunque John Lennon y su pareja, Yoko Ono, acabaron representando un espíritu y unos valores revolucionarios filomarxistas que divulgaron socialmente con canciones como Imagine. En cierto modo, sin quererlo, los Beatles también fueron instrumentalizados por la izquierda en su beneficio. Hoy en día, el rock y las bandas musicales más transgresoras no ocultan su vinculación a la izquierda progresista.
Finalmente, a título personal y como parte de aquella juventud, puedo confirmar que participé en buena medida de los diez rasgos anteriormente descritos, pero los superé. Hoy, gracias al proceso obligado de maduración que supone vivir, soy un hombre distinto, aunque todavía me gusten los Beatles. Me he convertido en un liberal conservador en valores, y creo firmemente que las tradiciones de una sociedad no deben ser ni destruidas ni vilipendiadas, sino todo lo contrario, deben ser respetadas y en sana medida perpetuadas.