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Opinión

Las tribulaciones de un aspirante a vigilante de seguridad

Presidente de la Asociación Nacional de Vigilantes de Seguridad Privada.

Cuando las Administraciones sacan pecho publicitando la creación de puestos de trabajo deberían tener también en cuenta cuánto más dejan de generar con la ralentización de autorizaciones o certificados necesarios para poder ejercer una actividad.

La burocracia más vergonzante se ha instalado en la mayoría de Administraciones, haciendo un flaco favor a quienes después de haber gastado buena parte de sus ahorros, de su tiempo y energías en un curso para ejercer de vigilante de seguridad, siguen casi un año después esperando una Tarjeta de Identificación Profesional.

Es grotesco que una Administración Autonómica no sea capaz de acortar los plazos y que puedas sólo esperar a la confección de la TIP por parte de la FNMT.

En este caso me voy a referir a la Junta de Andalucía y a la Consejería que proceda. Por culpa de esos retrasos injustificados y sin respuestas, estas personas siguen esperando para poder optar a un puesto de trabajo.

Se cuenta que normalmente y una vez que toda la documentación llega a Madrid y se comprueba, pueden pasar tres meses. Podría parecer normal, pero ¿cuánto tiempo necesita la Junta para entregar esos certificados?

En esta ecuación solo sale ganando el Centro de Formación. Este ha impartido el curso, ha cobrado y te ha dado un diploma. Ahí termina su responsabilidad. A lo mejor si se les dejara una parte por pagar hasta que viniera nuestra TIP harían algo más y presionarían a esa Administración a que fuese más diligente.

“Empecé a principios del verano del 2022, se terminó el curso al final de este o un poco más. Nos dieron los diplomas el mismo día y la Resolución para poder enviar el Certificado a la Policía, hasta este verano”. Este es el relato corto que hace un alumno aspirante a vigilante y que, desde la primera letra y hasta la última, el periodo transcurrido ha sido de 365 días.

Los que vamos teniendo bastantes canas echamos de menos aquellos mostradores donde llegabas, pedías algún documento, traían un libro muy gordo, rebuscaban en sus páginas y te daban un papel con un sello de caucho y te ibas tan feliz.

No hemos cambiado nosotros, han cambiado las Administraciones con sus cicaterías y falta de escrúpulos. Entrar en alguna de ellas te crea el síndrome de ser un pedigüeño al que miran mal y sólo va a molestar.

A la Junta de Andalucía le hacía falta haber regenerado todo el aire viciado que parecía tener después de los Gobiernos anteriores, pero se ve que algunas estancias no terminan de ventilarse, o quizás les interese generar su propio tufillo.