Las cárceles españolas están al borde del colapso, con un aumento alarmante de las agresiones tanto entre presos como a los funcionarios. En medio de la violencia creciente, la administración parece no reaccionar adecuadamente.
¿Qué se está haciendo para frenar la violencia en nuestras prisiones? ¿Son suficientes las medidas de seguridad?
Crisis de seguridad en las cárceles españolas
El pasado 18 de febrero, la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) denunció que los funcionarios de prisiones del Centro Penitenciario Madrid VII Estremera habían sufrido tres agresiones en menos de una semana en los módulos 2 y 16. Por este motivo, el sindicato difundió un comunicado en el que exigía medidas urgentes para garantizar la seguridad del personal.
En su narración de los hechos, CSIF señalaba la última agresión hasta entonces, producida en el módulo 2: “Un funcionario recibió un fuerte golpe en la cara por parte de un interno precisando asistencia sanitaria en la Enfermería del centro”.
Las otras dos agresiones tuvieron lugar durante el cierre de celdas en el módulo 16, cuando una interna intentó vulnerar las normas del centro. Después de recibir una negativa por parte de la encargada del módulo, la reclusa reaccionó de forma violenta con insultos y amenazas. Se avisó entonces a los jefes de servicio y al resto de funcionarios. Pero la interna no se calmó y “se abalanzó sobre un jefe de servicios y la funcionaria”, a los que golpeó en cara, brazos y piernas. La rápida intervención del personal logró reducir a la agresora, aunque los dos funcionarios sufrieron lesiones como resultado de la agresión.
Para frenar la creciente ola de violencia en los centros penitenciarios, CSIF Prisiones Estremera pide el “reconocimiento del personal penitenciario como agentes de la autoridad, con la consiguiente protección legal ante agresiones; actualización y mejora de los medios coercitivos, adaptándolos a la realidad actual de los centros; aumento de la plantilla, cubriendo el 100% de las vacantes y ajustando la Relación de Puestos de Trabajo (RPT) a las necesidades reales; y formación continua y especializada, proporcionando herramientas eficaces para afrontar situaciones de riesgo”.
¿Por qué la violencia sigue aumentando?
La prisión de Estremera presenta unas características especiales, explica a Escudo Digital Joaquín Leyva, portavoz del sindicato ACAIP-UGT: “El perfil de los internos destinados a determinadas cárceles hace que sean más conflictivas, como Puerto Tres, Albocasser, Estremera… Se trata de módulos de régimen cerrado. Se debería intentar un reparto equitativo entre prisiones de los reclusos con menor adaptación. La ubicación geográfica (prisiones más alejadas de los centros urbanos) y el desarraigo influyen en la predisposición al conflicto”.
La falta de consecuencias para los presos
Tres agresiones en una semana representan un pico importante de violencia. “A nivel nacional —expone— estamos en una agresión cada 16 horas en un centro penitenciario, aproximadamente. Tres en una semana en el mismo recinto reflejan la situación. ACAIP-UGT lleva muchos años denunciando una política buenista por parte de la Administración penitenciaria, que no sanciona de manera adecuada al interno agresor. Y esto produce el efecto contagio. Si un preso ha insultado o agredido a un funcionario y a las dos horas vuelve a estar en el módulo, el resto de los internos ya sabe que no hay consecuencias. Por eso no es extraño que en un periodo corto de tiempo se produzcan varias agresiones en un mismo centro”.
Las cárceles españolas siguen siendo un polvorín. “Venimos de una secuencia de años en los que el aumento ha sido sustancial desde 2019, que hubo 220 agresiones, al 2023, en el que se sumaron 508, que fue el año récord”, comenta Leyva.
Cárceles sobrepobladas: estadísticas alarmantes
A diciembre de 2024, según datos de Instituciones Penitenciarias, en las cárceles españolas había:
- 59.226 presos (55.103 hombres y 4.123 mujeres).
- 19.339 son extranjeros
Según el grado de clasificación,
- 563 están en primer grado
- 35.717 en segundo
- 8.610 en tercero
- 2.995 sin clasificar
De la población reclusa
- 10.472 son preventivos
- 47.257 penados
- 554 por medidas de seguridad
- 943 penados con preventivas
Por tramos de edad, el mayor número de penados (14.064) se concentra entre los 31 y 40 años. En cuanto a tipología delictiva, aplicando la Ley Orgánica 10/1995, el mayor número presos (18.054) es por delitos contra el patrimonio y el orden socieconómico.
Preocupan también las agresiones entre internos, otra variable que indica la situación de los centros, precisamente en un momento en el que los niveles de población reclusa están por debajo de los de hace cinco años. Leyva llama la atención sobre el hecho de que “en un momento de alta conflictividad y de mayor número de agresiones, tenemos el número más bajo de internos en primer grado y el número más alto de internos en tercer grado. Esto es incomprensible e inconcebible”.
Amenazas a la familia: Más allá de las agresiones físicas
“La Administración —sostiene— no termina de asumir cuál es la realidad que se vive en los centros penitenciarios. La violencia más evidente es la que produce lesiones, pero hay otra no contabilizada en las estadísticas oficiales, la verbal, las amenazas veladas sobre la familia. Esta se produce sobre todo en determinadas prisiones donde hay mucha delincuencia organizada. Al final se pone en riesgo la integridad física no solo del trabajador en el centro sino también fuera, y de su familia”.
Reformas en las cárceles españolas
Sobre la consideración de agentes de autoridad para los funcionarios de instituciones penitenciarias, tanto PSOE como PP han presentado sendas propuestas en el Congreso, detalla Leyva: “Parece que existe cierto consenso en el arco parlamentario para que salga adelante la modificación del artículo 80 de la Ley Orgánica General Penitenciaria. Pero hay un tacticismo político por parte de los dos grandes partidos. Al final todo son promesas, buenas intenciones, pero no se concreta nada. Se alarga hasta el infinito el periodo de enmiendas. En la legislatura anterior decayó el proyecto de ley por el adelanto electoral. En esta nueva legislatura ya lleva más de un año de trámite parlamentario”.
La formación continua y especializada para afrontar situaciones de riesgo es otra reclamación de los funcionarios de instituciones penitenciarias, como afirma el portavoz del sindicato ACAIP-UGT: “La formación que se da al trabajador penitenciario es muy escasa. Cuando apruebas la oposición y durante el primer periodo de prácticas, te imparten un pequeño curso de defensa personal y de utilización de medios coercitivos. Y luego, a lo largo de tu vida profesional, la administración convoca cursos, pero muy limitados, a los que accede muy poca gente. En el mejor de los casos, a lo largo de una carrera profesional de 20-25 años has recibido dos cursos o tres. La formación debería ser continua y universal”.
Estremera: de esperanza a decepción
Nada de lo que sucede en la cárcel suele llegar a Estremera (la prisión está a 3,5 kilómetros). El término municipal está situado en la Comunidad de Madrid, en las comarcas de Las Vegas y La Alcarria. P. T. es oriundo de la localidad, donde continúan viviendo sus padres. Recuerda aquellos momentos en que se anunció que se iba a construir una cárcel: “Se vivió con mucha incertidumbre. Lo primero que se hizo fue expropiar tierras agrícolas, maizales sobre todo, en la vega del Tajo. Las personas que las tenían yermas recibieron un dinero que les vino muy bien, pero había gente que se ganaba la vida con los cultivos a los que perjudicó bastante”.
Hubo expectativas, claro, relata P. T.: “Se produjo cierta división. Una parte del pueblo creía que iba a dar trabajo, porque se iba a necesitar personal de limpieza; casas rurales para la gente que visitara la zona para ver a sus allegados presos”. Pero tras la inauguración en 2008 vino la cruda realidad, dice: “La limpieza la llevan contratas de grupos empresariales especializados”. Lo que sí se notó entonces, señala, es que “fluyó el dinero, porque hubo bastantes licencias municipales de construcción”. La oposición a la cárcel se fue apaciguando cuando los vecinos constataron que el pueblo no se llenaba de presos y delincuentes. Pero lo que sucede el interior de la cárcel… es otra historia.