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Un libro sobre el asesino de sus hijos: ¿creación literaria o atentado contra la memoria?

Un juzgado de Barcelona rechaza la intención de Ruth Ortiz de frenar la publicación de ‘El odio’, la obra de Luisgé Martín donde José Bretón confiesa por vez primera el crimen que acabó con la vida de los pequeños; la Fiscalía ha recurrido esta decisión.

Periodista y escritor.

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José Bretón tras escuchar el veredicto del jurado por el asesinato de sus hijos. Foto: Europa Press / David de Haro.

El juzgado de primera instancia 39 de Barcelona ha rechazado este pasado lunes la suspensión cautelar de la publicación del libro en el que José Bretón confiesa por primera vez el asesinato de sus propios hijos, en 2011, algo que negó reiteradamente en el juicio. La editorial Anagrama tenía previsto poner a la venta la novela de no ficción El odio, escrita por Luisgé Martín, este miércoles, pero decidió frenar la distribución de la obra hasta la resolución judicial. La madre, Ruth Ortiz, denunció los hechos a la Fiscalía de Menores de Córdoba, que trasladó la petición a la Fiscalía de Barcelona. La decisión del juzgado de primera instancia ha sido recurrida este martes por la Fiscalía.

Realizada a partir de cartas que el autor intercambió con Bretón y una entrevista en la cárcel, El odio ha generado un encendido debate en el mundo editorial y jurídico, y en la opinión pública. Preservar el derecho al honor, la intimidad y la imagen de los menores y la madre es el argumento a favor de que se paralice su publicación.

Como Capote o Carrère

Entre los detractores de la suspensión se encuentra la propia editorial, que no dudó en comparar el libro con otras piezas literarias como A sangre fría, de Truman Capote, o El adversario, de Enmanuel Carrère (ambas publicadas curiosamente en Anagrama). Y esgrime como defensa que “la Constitución reconoce el derecho fundamental a la creación literaria”. El propio autor también defendió su libro que "en mi humilde opinión, sirve para mostrar los laberintos de la infamia y de la vileza de un asesino".

David Jiménez, exdirector de El Mundo, manifestó en X su defensa de la publicación de la obra basándose en la libertad de expresión.

Los contrarios a la publicación del libro aducen que no se puede dar voz a los asesinos, ni incurrir en el blanqueamiento de criminales. Bretón reconoce en una misiva que envía a Martín, y que recoge el libro, que mató a sus hijos con unas pastillas que disolvió en agua. Condenado a 25 años de prisión, está preso en la cárcel de máxima seguridad de Herrera de la Mancha.

El abogado Juan Casulá, especializado en propiedad intelectual e industrial, explica a Escudo Digital que la publicación “vulnera los derechos de las víctimas porque el caso está juzgado, no se puede volver de nuevo a él”. “Si existe una sentencia firme no te puedes permitir dar nueva información, eso va en contra de la seguridad jurídica y de los cimientos de cualquier ley. Ya lloró bastante en el juicio, que no lo siga haciendo ahora”, añade.

La opinión de Casulá es firme, absolutamente contraria a la publicidad de esta obra: “El derecho al honor y a la intimidad está protegido por una ley orgánica que ampara derechos fundamentales de la Constitución, Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”. “Suele existir el dilema entre libertad de expresión y derecho de información o creación versus derecho de honor y derecho a la intimidad. Con lo que sabemos, está claro que no se puede revictimizar a Ruth Ortiz”, apunta.

¿Se da voz al asesino?

La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha tomado partido: “No se puede dar en ningún caso voz a los asesinos, voz a los violentos, voz a quien ha asesinado a sus propios hijos para hacer el mayor daño posible a la madre, a la mujer”. La polémica adquiere otra dimensión porque el libro se refiere al asesinato de dos menores. “Uno de los fallos legales de Anagrama es no haber sometido previamente la obra a la Fiscalía de Menores”, considera el jurista.

Recuerda Casulá un caso que podría marcar la senda: “La Audiencia Provincial de Las Palmas estimó que el condenado, un padre que abusó sexualmente de su hija, debía abstenerse de difundir que era inocente. La sentencia introdujo el barniz de la seguridad jurídica”.

El mundo literario se revuelve

Paralizar o secuestrar la publicación de un libro, como sucedió con Fariña en 2018, a algunos les puede retrotraer a tiempos predemocráticos. Por eso hay que justificar jurídicamente con mucha base las decisiones, más allá de ideología, ética y moralismo.

Los grupos de WhatsApp de escritores, críticos y aficionados a la literatura han ardido en privado todavía con más intensidad que las redes sociales en público. '¿Pero qué le ha pasado en la cabeza a Luisgé para meterse en este berenjenal?' o 'comparar a Luisge con Capote da un poco de vergüenza ajena' son algunos de los comentarios más suaves de estos días. Un crítico literario, que ha leído el libro, reconoce a este diario que no piensa reseñarlo en el diario donde escribe.

Antonio Benicio Huerga, editor de Los libros del Mississippi, no hubiera publicado la obra de Luisgé Martín, “porque la polémica genera controversia y posiblemente buenas ventas, pero ahondar en el dolor de una madre no se puede justificar”.

Cree Huerga que Bretón persigue “solicitar permisos penitenciarios o intentar rebajar la pena”. Y la intención del autor, la de marcarse el tanto de la exclusiva de la confesión: “Es un ego bastante turbio, anteponer el dinero a la memoria de unos niños”.

El derecho de Anagrama y el derecho de la madre

Sostiene el editor que aunque él no lo haría, “Anagrama tiene todo el derecho del mundo a publicar el libro”. “Pero la madre también tiene todo el derecho del mundo y mucha razón en denunciar la distribución y venta del libro”, dice. 

La libertad de creación no es un principio sagrado, para este editor: “Al estar por medio la memoria de unos menores el asunto se vuelve mucho más delicado. No se trata de un ‘true crime’, por ejemplo de O J. Simpson, que ha matado su exmujer y al amante. Son dos personas adultas. Pero en este caso se escribe sobre unos seres vulnerables que fueron manipulados por su propio padre, drogados y luego quemados. Creo que esa es la línea roja que no se puede pasar”.

Legal o no, publicar determinados contenidos puede ser una cuestión de gusto. Alfonso Basterra, condenado por asesinar a su hija Asunta en 2013, ha escrito en prisión su primera novela, Cito, que dedica precisamente a la niña. La obra acaba de ser publicada por Ediciones Vitruvio. La excusa de que hay que separar al artista de su obra puede confundir a los lectores bienpensantes. La delgada línea vuelve al debate. ¿Debemos obviar que Rimbaud era traficante de armas o Céline un pronazi de mucho cuidado?