E. V. P. tiene 37 años y era buscado por la justicia por los delitos de tortura, secuestro, tenencia ilícita de armas de fuego y municiones, amenazas, lesiones y delitos contra la salud pública. Además, era el experto en herramientas técnicas e informáticas de la organización a la que pertenecía y el último integrante pendiente de apresar.
Entre otros crímenes, el grupo se dedicaba a robos de cargamentos de estupefacientes a otras organizaciones criminales, espiando y siguiendo a los traficantes gracias a la vigilancia con dispositivos tecnológicos como GPS, sensores de movimiento y escáners de frecuencia, para luego interceptar los contenedores en los puertos y quedarse con enormes cantidades de droga.
Escurridizo y hábil para no dejar rastros de su ubicación, era buscado desde 2014. Por esa razón había sido incluido en la lista de los Europe’s Most Wanted, desarrollada por Europol y ENFAST (Red Europea de Equipos de Búsqueda Activa de Fugitivos) y su imagen fue difundida en campañas de colaboración ciudadana, para recibir informaciones anónimas.
Entre las numerosas pistas recibidas, a finales del año pasado hubo un testimonio que indicaba que el fugitivo podría residir en la provincia de Toledo. Se logró dar entonces con un domicilio y se montó un dispositivo de vigilancia y seguimiento. Las investigaciones arrojaron que vivía con otros hombres de similares características físicas y que salía muy poco al exterior.
Finalmente, el 9 de enero la Policía Nacional logró identificarlo cuando entró a una tienda de comestibles. Llevaba gorro y gafas negras, y a pesar del cambio de aspecto y el paso de los años, fue posible confirmar su identidad por dos rasgos particulares: un hoyuelo en el orificio derecho de la nariz y un lunar en la mitad de la mejilla derecha.
E. V. P. no opuso resistencia y su detención quedó registrada por las cámaras de seguridad del comercio al que se había dirigido.