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Internacional

¿Es la desinformación la principal consecuencia en Occidente de la guerra de Putin?

La invasión rusa de Ucrania no solo se libra en el campo de batalla, sino también en el terreno digital y mediático, donde la desinformación es la gran amenaza.

Periodista especializado en tecnología, ciberseguridad e innovación.

3 minutos

¿Es la desinformación la principal consecuencia entre los ciudadanos de Occidente de la guerra de Putin?

Rusia ha utilizado (desde siempre) estrategias de manipulación masiva para confundir a la población, tanto dentro como fuera de sus fronteras, creando narrativas falsas que distorsionan la percepción de la guerra.

Pero, ¿es esta campaña de desinformación la consecuencia más grave para los ciudadanos? Más allá de los ciberataques como el ransomware o los DDoS, el Kremlin ha perfeccionado el uso de redes sociales, bots y medios afines para sembrar división, minimizar sus crímenes de guerra y justificar su agresión.

La guerra híbrida de Rusia: armas convencionales y desinformación

Desde el inicio de la invasión, el gobierno ruso ha empleado tácticas de desinformación a gran escala. Estas no solo buscan desacreditar a Ucrania y a Occidente, sino también manipular a su propia población para mantener el apoyo a la guerra.

Medios estatales como RT y Sputnik han difundido narrativas falsas, como la negación de masacres en Bucha o la acusación de que Ucrania alberga "laboratorios de armas biológicas" financiados por Estados Unidos.

Además de la propaganda tradicional, Rusia ha utilizado ataques cibernéticos para reforzar sus campañas de intoxicación informativa. Los ataques DDoS a medios ucranianos y los hackeos a cuentas oficiales han servido para silenciar voces críticas y difundir mensajes falsos.

Esta estrategia dual permite al Kremlin controlar el relato tanto dentro como fuera de Rusia.

Bots, trolls y cuentas falsas

Las plataformas como Twitter, Facebook y Telegram se han convertido en campos de batalla digital. Grupos vinculados al Kremlin, como la Agencia de Investigación de Internet (IRA), operan granjas de trolls que inundan las redes con mensajes pro-rusos.

Estos perfiles falsos amplifican teorías conspirativas, como que la guerra es una "operación especial" para "desnazificar" Ucrania, una narrativa repetida hasta la saciedad por Putin.

Deepfakes y manipulación audiovisual

Otra táctica preocupante es el uso de deepfakes y videos editados para crear noticias falsas. En varios casos, se han difundido discursos manipulados de líderes ucranianos o imágenes sacadas de contexto para justificar ataques rusos. Esta técnica no solo engaña a los usuarios, sino que dificulta la verificación de hechos reales.

Polarización y escepticismo

La desinformación rusa no solo afecta a Ucrania, sino que busca sembrar discordia en Europa y Estados Unidos. Temas como las sanciones económicas, el apoyo militar a Ucrania o la crisis energética han sido distorsionados para generar desconfianza hacia los gobiernos occidentales.

En países como Alemania o Francia, las protestas contra el apoyo a Ucrania han sido alimentadas por estas campañas.

Dentro de Rusia, el control informativo es aún más férreo. Leyes como la que prohíbe llamar "guerra" al conflicto (bajo pena de cárcel) han creado una burbuja mediática donde solo existe la versión oficial. Muchos ciudadanos, especialmente los mayores, creen firmemente en las narrativas del Kremlin, lo que dificulta cualquier oposición interna.

¿Puede combatirse la desinformación?

Redes sociales como Meta (Facebook) y X han tomado medidas contra cuentas pro-rusas, pero la lucha es desigual. Los algoritmos favorecen contenidos virales, y los bots se adaptan rápidamente. Algunas iniciativas, como etiquetar mensajes de medios estatales rusos, ayudan, pero no son suficientes.

Una solución a largo plazo es mejorar la alfabetización digital de los usuarios. Proyectos como EUvsDisinfo (de la UE) o StopFake (ucraniano) trabajan para desmontar mentiras y enseñar a identificar fuentes fiables. Sin embargo, la batalla contra la desinformación requiere esfuerzo colectivo: gobiernos, medios y ciudadanos.

La guerra de Putin en Ucrania ha demostrado que, en el siglo XXI, la información es tan poderosa como las armas.

Mientras los misiles destruyen infraestructuras, la desinformación corroe la verdad y divide sociedades. Combatirla no es solo cuestión de tecnología, sino de defender el derecho a saber qué es real y qué es manipulación.