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Internacional

Se confirma ‘la hipótesis más peligrosa’ para Ucrania y para Europa, ¿y ahora qué?

La hipótesis más peligrosa contemplada por los europeos en el conflicto ucraniano ha pasado de ser un futurible a una amenaza más que tangible.

Coronel de Ejército de Tierra (R).

6 minutos

Volodimir Zelenski visita Estados Unidos para cerrar con Trump el acuerdo sobre Ucrania. Foto: Europa Press.

En el mundo de la estrategia militar, cuando se habla de la hipótesis más peligrosa, se entiende como aquella acción del adversario que deberíamos contemplar en el caso de que la más probable no se produjera. De esa forma, los estrategas militares diseñan la maniobra para enfrentarse a la hipótesis más probable de actuación del adversario estableciendo las medidas de seguridad para defenderse en su caso de la más peligrosa.

El encuentro Zelensky-Trump ha aclarado muchas cuestiones en el tablero de la geopolítica mundial. Una de ellas es que la “maniobra” de la Unión Europea para contrarrestar la hipótesis más probable del conflicto ruso-ucraniano como lo fue la invasión rusa de Ucrania no ha sido efectiva. El desconcertante “pivot to Rusia” de Donald Trump con su visión mercantilista de la resolución del conflicto ha hecho encender las alarmas en las cancillerías europeas constatando que todas las acciones que apoyaban la hipótesis más probable, que se desató con la invasión rusa del territorio ucraniano, se han desvanecido como un castillo de papel.

De esa forma, la hipótesis más peligrosa contemplada por los europeos en el conflicto, que no era otra que las ambiciones territoriales rusas pudieran alcanzar a otros países aledaños, ha pasado de ser un futurible a una amenaza más que tangible. Los EE.UU. apoyan ya claramente a Rusia en sus pretensiones de redención del viejo espacio de influencia soviética y, con el dilema que sobrevuela la implicación de la OTAN en su defensa, a los nuevos países de la Unión amenazados por Putin no les queda otra que invocar a sus socios europeos la activación de todas las medidas de seguridad disponibles para evitar su colapso.

El expolio de las materias primas ucranianas

Ni las Administraciones del “rookie” Trump ni del “vintage” Biden ni la propia UE fueron capaces de detener la guerra que se desató en 2022 por la incapacidad de los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 de detener el conflicto iniciado en Crimea y en el Dombás. Ahora, con un Trump imperial centrado en sus objetivos personales como mandatario de la primera potencia del mundo, la resolución del conflicto tiene como condición “sine qua nom” el expolio de las materias primas y los minerales estratégicos ucranianos en una suerte de pagos por los servicios prestados en la guerra hasta el momento. Para ello pretende firmar un acuerdo con Ucrania sin que, de momento, esta tenga la contrapartida del Acuerdo de paz y seguridad que persigue con Rusia.

Este desencuentro a tres bandas es lo que ha mostrado la cumbre Zelensky-Trump. Quizá se ha producido demasiado pronto cuando todavía el Acuerdo de paz no es más que un conjunto de propuestas de ambos contendientes. El pasado viernes, solo estaba prevista la firma del acuerdo de explotación de las tierras raras, que parecía estar cerrado con la visita del enviado norteamericano Keith Kellogs el pasado 19 de febrero a Kiev y con la consiguiente declaración de Zelensky por la que consideraba conveniente la “venta” de la explotación de las tierras raras de su país a los EE.UU. para conseguir la necesaria paz con Rusia. Un “latrocinio” al que los rusos ya habían dado su visto bueno en la reunión a dos bandas hace un par de semanas en Arabia Saudí. De esa forma el plan ruso-norteamericano para acabar con la guerra quedaba “crystal-clear”.

Así se lo explicó Trump a Macron y a Starmer hace escasos días en la Casa Blanca, quienes a su vez se lo retransmitieron a Zelensky antes de su visita a Washington del fatídico 28F. Con una Alemania sumida en su autocrisis, han sido Francia y Reino Unido los que intentan tender puentes entre el “Emperador” Trump y el “héroe” Zelensky con el “villano” Putin vigilante a la vuelta de la esquina. Macron aupándose una vez más como portavoz de la resquebrajada Europa y Starmer en un espectacular episodio de funambulismo por el que los laboristas intentan explicar el apoyo incondicional que los conservadores británicos dieron a Ucrania contra Rusia. Pero en el Reino Unido las cuestiones de Política Exterior, sí que son cuestiones de Estado sea cual sea el partido en el poder, y para todos ellos, el enemigo declarado del Reino Unido en el mundo actual es claramente Rusia.

Una sola voz europea en Defensa

Ahora, las consecuencias del fatídico 28F son imprevisibles. Trump ya ha enseñado sus cartas en la partida, como a él le gusta decir públicamente. Putin ha “mordido” la presa y no la va a soltar. Y frente a eso Europa intenta ser el único enganche donde Zelensky pueda seguir agarrándose. Una Europa desunida sin lideres carismáticos como los que propiciaron el proyecto europeo y fundamentaron el Tratado de Maastricht. Una Europa donde una gran parte de su población está posicionada con partidos políticos próximos a las tesis de Putin o Trump. Una Europa que, a pesar de las agresivas políticas comunitarias e intergubernamentales en contra de los postulados fundamentales del Estado-Nación no ha conseguido sin embargo su objetivo de hablar con una sola voz en el caso de la Defensa.

Quizá ahora sea demasiado tarde, sin tiempo para activar las medidas que enfrenten a la hipótesis más peligrosa que la defensa del territorio europeo demanda. Unas medidas que durante muchos años estuvieron enfocadas, de forma naif, más hacia el exterior como una Europa “exportadora” de seguridad que a sus propias necesidades defensivas. Y ahora vemos sus consecuencias. Una situación ya anunciada en 1991, por el entonces ministro de Asuntos Exteriores belga Mark Eyskens que la definió como “un gigante económico, un enano político y un gusano militar”. Desde entonces, las Estrategias de Seguridad de la UE se han debatido entre cuestiones puramente teóricas sin estar acompañadas por medidas concretas en materia militar poniendo escasamente el acento en cuestiones de financiación de armamento con escaso éxito.

Porque, llegados a este punto, la pregunta clave es saber si la UE en su conjunto posee capacidad de disuasión militar suficiente para enfrentar e impedir que Putin acabe con Ucrania y que continúe con un buen número de países fronterizos. Países como las Repúblicas bálticas, Polonia, Moldavia (país oficialmente candidato) e incluso Rumania y Bulgaria que, aunque no comparten fronteras sí gobiernos de signo claramente anti-Putin, se debaten entre la pesadilla de la amenaza rusa y el abandono del paraguas protector de la OTAN.  Países en definitiva que en su día provocaron con su ingreso en la UE, y también en la OTAN, la ira de Putin, pero para los que la ésta última ya no es la solución segura después de los visto el pasado viernes.

Pero para ello, Europa debe disponer de capacidades militares suficientes, entre ellas las nucleares, que disuadan a Trump de continuar su aventura. Dentro de la Unión, sólo Francia detenta unas capacidades militares con unas 300 ojivas nucleares instaladas en sus cuatro submarinos de la clase Le Triomphant y en sus aviones de combate Rafale.  Europa dejó escapar al Reino Unido de su seno, un actor principal con capacidad nuclear que no hubiese dudado en emplear su poder militar cuando la situación lo hubiese requerido. Hay que recordar que el Reino Unido ha sido el principal donante de ayuda militar a Ucrania tras los EE. UU. y Alemania con más de 10.000 millones de euros hasta la fecha. (España 790 millones). Y sobre todo el principal suministrador de inteligencia militar sobre el campo de batalla al Ejercito ucraniano. No en vano Rusia y el Reino Unido son enemigos irreconciliables desde los tiempos inmemoriales de la guerra fría.

El resto de los países de la UE no representan amenaza alguna para Rusia hoy en día y menos aun cuando en el aire planea la posibilidad de que la OTAN de Trump no se ponga de su parte en caso de conflicto directo. ¿Alguien puede asegurar lo contrario? Por ello, la hipótesis más peligrosa que hoy se nos presenta es difícil de afrontar si todos los países de la UE no son capaces de asegurar que estén en disposición de aplicar el artículo 42.7 del Tratado de Lisboa por el que se establece la cláusula de defensa mutua: "si un país de la UE es víctima de una agresión armada en su territorio, los demás países de la UE tienen la obligación de ayudarle y asistirle con todos los medios a su alcance". No parece que todos sus miembros empleen el mismo idioma al hablar sobre esto.Baste observar la capacidad de convocatoria mostrada por Macron y Starmer y los resultados de sus recientes mini-conferencias sobre la crisis.