Según un comunicado oficial del Kremlin, el avión en el que Bashar Al Assad huyó de Siria el pasado domingo aterrizó en Moscú pocas horas después, donde se le concedió inmediatamente asilo político por razones humanitarias. Es lo mínimo que podía hacer Putin por su principal socio estratégico en Oriente Medio quien, hasta que hace apenas unos días su régimen dictatorial colapsó, sostenía incondicionalmente la presencia militar rusa sobre el terreno en Oriente Próximo. Abandonarle a su suerte hubiera disparado aún mas las teorías de aquellos que piensan que la caída de Bashar es un síntoma inequívoco del desgaste que Rusia está sufriendo en la guerra de Ucrania y de la incapacidad de Irán de mantener su apoyo a Hezbolá a través del régimen sirio de Bashar.
Actores estratégicos
Pero hablar de Rusia e Irán en la crisis siria es hablar sólo de una parte de los actores estratégicos que desde hace años participan en el tablero del juego geopolítico en Siria, un territorio que se ha convertido en uno de los laboratorios principales de la pugna entre las grandes potencias. Bien directamente o a través de sus “proxies”, como ahora se denomina a las facciones armadas o pequeños Estados que actúan como franquicias de los grandes, los actores en presencia en la crisis libia evitan de esa manera que los poderosos se expongan en la primera línea de las hostilidades en un conflicto cuyo resultado final se supone incierto para sus intereses.
Quien piense que en Siria está todo dicho con la caída de Damasco en manos de los terroristas de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) está equivocado. Tras su mediática victoria, la probablemente franquicia de Al Qaeda en Siria, heredera de Al Nusra, defiende públicamente intereses espurios que van mucho más allá de la implantación de la sharía con la constitución de un Estado islámico.
Detrás de este pseudoejército esta posiblemente el interés de algún otro actor relevante con el objetivo de ganar terreno en la pugna geopolítica que se viene desarrollando en el país desde la irrupción de la Primavera Árabe. Y ese actor relevante no puede ser otro que Israel, quien, a través de su siempre imprevisible Mossad y con el beneplácito de Turquía, esta seguramente detrás de todo el entramado que ha acabado con cincuenta y cuatro años de dictadura del Partido Baaz (resurrección o renacimiento) socialista de Siria.
El papel de Irán y Hezbolá
La línea chiita Irán-Bashar-Hezbolá se ha quebrado al caer el aeropuerto de Damasco en manos de los rebeldes del HTS, la franquicia de Al Qaeda con la que por cierto Turquía se ha posicionado últimamente en su particular lucha contra los kurdos sirios. El apoyo logístico de Irán a Hezbolá se ha roto en su punto intermedio.
Curiosamente esta situación se produce tras la destrucción de la capacidad de mando y control de Hezbolá por parte de Israel con la espectacular operación de explosión de los buscas en el pasado mes de septiembre y después de la operación aérea israelí del pasado octubre que supuso la supresión de una gran parte de las defensas antiaéreas iraníes. Ahora la milicia chií de Hezbolá sólo tiene dos opciones: o lanzarse a la fase final de la batalla con la energía de la desesperación o aceptar negociar su desarme.
Para los hebreos se ha abierto un nuevo frente imprevisible más allá de sus fronteras con Siria donde nadie sabe lo que realmente puede ocurrir. Aplicando una doctrina preventiva para evitar que los sistemas terrestres, aéreos y navales abandonados por las Fuerzas Armadas sirias (SAF) puedan ser empleados por los milicianos del HTS en su contra, Israel ya ha ordenado a su Ejercito adentrarse en territorio sirio desde las ocupadas alturas del Golán y establecer una zona “buffer” que ha llegado a escasos 25 kilómetros de Damasco.
Paralelamente, desde el pasado martes, la Fuerza Aérea israelí ha bombardeado los arsenales de armas químicas, silos de misiles de largo alcance y bases aéreas sirias para evitar que cayeran en manos “incontroladas”. La Marina israelí también ha llevado a cabo este mismo martes una operación naval con la que resultó destruida una gran parte la flota siria anclada en la bahía de Minet al Beida y en el puerto de Latakia en la costa siria.
La recomposición del tablero en Oriente Medio
Pero en el tablero geopolítico sirio no sólo está jugando Israel. Existen otras partidas a varias bandas. Hasta la caída de Bashar, el país estaba dividido en al menos ocho áreas controladas por diferentes facciones o sus “marcas”, muchas de ellas sirviendo de “proxies” a terceros países. Después de la “victoria militar” y derrocamiento de Bashar por las fuerzas paramilitares del HTS todo apunta a que pretenderá imponer sus tesis en el futuro del país a pesar de que su líder, Abu Mohammad al-Jolani, haya designado como primer ministro a Mohammed al-Bashir , el mismo quien hasta ahora actuaba como jefe del Gobierno de Salvación Nacional, la rama civil de HTS, que administraba la provincia de Idlib.
En dicha provincia es donde se erigió el denominado Gobierno de Salvación Nacional de Siria tras la brutal batalla de Idlib en 2015 en la que las fuerzas rebeldes lograron derrotar a las Fuerzas Armadas Sirias (SAF). Desde entonces, apoyados por Turquía y en detrimento de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS), el Gobierno de Salvación Nacional ha sido la más activa oposición militar al régimen de Bashar.
Su contraparte en la oposición siria, la CNFORS, que oficialmente fue creada a finales de 2012 en Doha y que agrupaba a más de sesenta miembros de la oposición que crearon un Gobierno transitorio, un órgano judicial y un consejo militar supremo, no ha conseguido alcanzar el mediático honor de derrocar a la dictadura baazista. A pesar de contar en su seno con el Consejo Nacional Sirio (CNS), verdadera fuerza de oposición política al régimen de Bashar desde incluso antes de la irrupción de la Primavera Árabe, pronto cedió protagonismo al perder el apoyo de los EE.UU., que dudaban de su influencia en el territorio sirio liberado de una organización que tenía su sede en Turquía.
Y es que la CNFORS, aunque controlaba también el denominado Ejercito Libre Sirio (ELS), una fuerza militar creada en suelo turco y compuesta por desertores sunitas de las SAF y mercenarios a mediados de 2011 en plena represión de las protestas de la Primavera Árabe, no ha tenido el empuje militar contra las SAF que si ha tenido el HTS. Quizá Turquía tenga algo que ver en eso con su empeño de financiar al ELS para su apoyo en sus operaciones contra los kurdos sirios en su frontera.
Forzados por la comunidad internacional (especialmente por los EE.UU.) a una presencia más activa sobre suelo sirio desde el punto de vista militar e incluso político, la CNFORS y el ELS no tuvieron más remedio que implicarse en la guerra abierta que el Gobierno de Salvación Nacional libraba contra Bashar a través fundamentalmente de su brazo armado el HTS.
Sin embargo, tras la derrota en la batalla de Alepo en 2016, se produjo una ruptura de la cohesión de ambos gobiernos anti-Bashar y sus correspondientes fuerzas militares, que a duras penas se estaba manteniendo debido a las presiones y llamadas a la unión de las potencias internacionales a sus respectivos “proxies”. Desde entonces, y desde su santuario de Idlid, el Gobierno de Salvación y su brazo armado del HTS no ha cejado en su empeño de derrocar militarmente a Bashar con la más que inestimable ayuda de Arabia Saudí y Kuwait.
¿El HTS, organización terrorista?
El HTS, organización de confesión sunita más conocido por su traducción occidental de Organismo de Liberación del Levante, fue fundada sobre la base de Al Nusra, la antigua marca de Al Qaeda en Siria que fue disuelta en 2016 y que, junto a otros tres grupos de corte salafista, formó esta fuerza paramilitar. Ahora parece que pretende la implantación de la ley islámica en todo el territorio.
Son las fuerzas que han entrado en Damasco y rendido a los efectivos de las SAF que aún quedaban en pie. Paradójicamente está considerada como una organización terrorista por la ONU, EE.UU., Turquía, Reino Unido y la Unión Europea. Sin embargo, a todas luces su papel en la crisis siria obedece a su rol de “proxy” de alguno de los actores o potencias principales que fuera de las fronteras sirias están moviendo las fichas en el tablero del juego de la geopolítica en ese país.