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Turquía: la nueva fábrica de Europa en el contexto global

Ha incrementado significativamente sus exportaciones, hasta el punto de posicionarse como un proveedor crucial para empresas europeas.

Periodista

6 minutos

Industria manufacturera de Turquía | Imagen generada con IA

Turquía está emergiendo como un actor clave en la industria manufacturera global, aprovechando su ubicación estratégica y el impacto de las disrupciones en las cadenas de suministro provocadas por la pandemia y la guerra de Ucrania. Con la ambición de convertirse en la "fábrica de Europa", ha captado inversiones relevantes y ha incrementado significativamente sus exportaciones, hasta el punto de posicionarse como un proveedor crucial para empresas europeas. No obstante, este crecimiento conlleva importantes desafíos, entre ellos la alta inflación que sufre el país heredero del imperio otomano y la depreciación de la lira turca.

Este artículo explora cómo Turquía está navegando estas aguas para consolidarse como un centro manufacturero global, y analiza las implicaciones de este cambio para Europa y el resto del mundo.

Una apuesta estratégica en un contexto de crisis global

Turquía busca sacar provecho de las disrupciones en las cadenas de suministro globales y las consecuencias geopolíticas de la guerra en Ucrania para posicionarse como un centro manufacturero clave. Hablamos de un contexto en el que la crisis logística global ha llevado a muchas empresas a reconsiderar sus proveedores en Asia, lo que favorece a Turquía por su capacidad industrial y su cercanía a Europa.

Además, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sabido capitalizar el aislamiento internacional de Rusia, ofreciendo facilidades a inversores rusos y aumentando las exportaciones hacia ese país. Un ejemplo de esta dinámica es el decreto firmado por el presidente ruso, Vladimir Putin, que eliminó restricciones y aranceles sobre productos turcos, lo que impulsó las importaciones rusas desde Turquía hasta superar los 4.600 millones de dólares en enero de 2022. Esta coyuntura ha llevado al gobierno turco a acelerar su plan para convertirse en la "fábrica de Europa y del mundo".

Por qué cada vez más expertos consideran a Turquía como "la China de Europa"

La industria textil y manufacturera de Turquía representa un pilar esencial de su economía: supone el 10% del Producto Nacional Bruto (PNB) y el 35% de los ingresos por exportaciones. Se trata de un tejido industrial que integra más de 44.000 empresas y genera 2,5 millones de empleos directos, de manera que el país se ha consolidado como un actor global en la producción de ropa, alfombras y textiles técnicos.

Sin embargo, en 2023 las exportaciones textiles cayeron un 9,2% debido a la devaluación de la lira, la inflación y el aumento del salario mínimo. Para revertir esta tendencia, Turquía se fijó como objetivo alcanzar los 40.000 millones de dólares en exportaciones para 2024, apostando por la sostenibilidad y la digitalización mediante programas como "Metamorfosis", financiado con fondos europeos. Esta estrategia pretende modernizar el sector y reforzar su competitividad en el mercado internacional.

No obstante, si trazamos un análisis de la evolución manufacturera del país presidido por Erdogan se aprecia un período de auge seguido de un cierto estancamiento en los últimos años. Entre 2001 y 2018, Turquía registró un crecimiento económico medio del 5,5% anual, impulsado por la inversión extranjera y un proceso de industrialización que llevó a algunos a considerar que esta nación de encrucijadas culturales podía convertirse en la "China de Europa". Un ejemplo sobresaliente que ilustra esta posibilidad es que, en las dos primeras décadas del siglo XXI, la producción de automóviles se multiplicó por más de seis, alcanzando una fabricación anual superior a los 1,7 millones de vehículos.

Este crecimiento fue respaldado por una serie de reformas lideradas por Erdoğan, quien promovió la apertura comercial, la privatización de empresas públicas y el desarrollo de infraestructuras clave, como el aeropuerto de Estambul, inaugurado en 2018 y considerado el más grande y moderno de Europa. Estas iniciativas buscaban mejorar la interconexión del país y fortalecer su influencia en regiones como Medio Oriente, el Cáucaso, los Balcanes y el Mar Negro.

Sin embargo, se ha constatado que este modelo de crecimiento presenta desequilibrios significativos. Por ejemplo, la inversión turca se financió en gran medida con deuda externa, y muchos proyectos públicos resultaron no ser rentables. Además, la presión de Erdogan sobre el banco central para reducir los tipos de interés desató una crisis monetaria. Entre 2016 y 2018, la lira turca se desplomó, perdiendo más del 95% de su valor desde entonces.

Pero lo cierto es que esa devaluación también ha funcionado como polo de atracción. En 2021, Turquía alcanzó un récord de exportaciones valoradas en 225.400 millones de dólares. Este crecimiento se sustenta en su proximidad geográfica a Europa y en una moneda debilitada, dos factores que resultan muy atractivos para las multinacionales interesadas en acercar su producción a los principales mercados, especialmente ante el encarecimiento del transporte marítimo y las interrupciones en las cadenas de suministro.

Al hilo de este atractivo, Burak Daglioglu, presidente de la Oficina de Inversión de la Presidencia turca, afirmó en declaraciones recogidas por el medio Swissinfo.ch, que "numerosas multinacionales están dando pasos para aprovisionarse más en Turquía". Según Daglioglu, el país ha sido durante mucho tiempo un destino atractivo para gigantes del automóvil y el textil, gracias a su "mano de obra cualificada", una geografía "perfecta" y unas "infraestructuras punteras".

Un dato refleja esa tendencia a escala española: en 2021, Turquía superó a Bangladesh como proveedor de moda para España, representando el 10% de las importaciones de nuestro país en este sector, con un valor de 2.847 millones de euros.

Por qué Turquía se ha convertido en la industria textil modernizada de referencia

Turquía ofrece claras ventajas competitivas como una industria textil modernizada, mano de obra cualificada y una estructura de producción vertical integrada, desde la producción de algodón hasta la confección de prendas. Empresas líderes han fortalecido su presencia en el país. Inditex, por ejemplo, trabajó en 2021 con 174 proveedores y 1.790 fábricas en Turquía, lo que supuso el 9,7% de su aprovisionamiento. Mango también colabora con 210 proveedores turcos, situando a Turquía como su segundo mayor proveedor global.

Pese a estos logros, Turquía enfrenta notables desafíos económicos, como su elevada inflación, que en 2022 llegó a ser del 48,6%, o la profunda devaluación de la lira, ya mencionada. Sin embargo, esta depreciación ha contribuido a que los productos turcos resulten más competitivos en precio para los compradores internacionales. Para mantener su posición en el mercado, la industria textil turca ha puesto en marcha el "Plan de Acción de Sostenibilidad", una iniciativa de la Asociación de la Industria Textil de Turquía destinada a fomentar prácticas sostenibles en el sector.  

¿Se considera Turquía un país europeo?

Turquía es un país transcontinental que se encuentra entre Europa y Asia, por lo que su consideración como país europeo puede ser objeto de debate. Geográficamente, solo una pequeña parte de su territorio, específicamente la región conocida como Tracia oriental, está situada en el continente europeo. Políticamente, Turquía es miembro de diversas organizaciones europeas, como el Consejo de Europa, y ha sido candidato para ingresar a la Unión Europea, lo que refuerza sus vínculos con Europa. Sin embargo, culturalmente posee una mezcla única de influencias europeas y asiáticas, resultado de su ubicación estratégica y de su historia. Por tanto, se puede decir que Turquía tiene elementos tanto europeos como asiáticos, pero no es exclusivamente un país europeo.

¿Por qué Turquía no es aceptada en la UE?

La adhesión de Turquía a la Unión Europea ha afrontado múltiples obstáculos a lo largo de los años. Aunque ha sido candidata oficial desde 1999, las negociaciones se han estancado debido a varios motivos. Entre ellos se encuentran preocupaciones sobre el respeto a los derechos humanos, la libertad de prensa y el trato a minorías como la kurda. Además, la ocupación de la zona norte de Chipre por parte de Turquía ha generado tensiones con la UE, y también existen temores en algunos Estados miembros sobre el impacto político, económico y cultural que supondría la entrada de Turquía en la Unión Europea.

En resumen: la consolidación de Turquía como una potencia manufacturera es relevante tanto para Europa como para el resto del mundo. Para Europa, representa una oportunidad para diversificar sus cadenas de suministro y reducir la dependencia de mercados lejanos, lo que podría traducirse en una mayor estabilidad económica y una respuesta más ágil a las crisis globales. Sin embargo, este objetivo también presenta retos significativos, como la necesidad de mantener una economía estable y mejorar las condiciones laborales y de derechos humanos.

Para Turquía, convertirse en un centro manufacturero global podría impulsar su desarrollo económico y mejorar su influencia en la región. No obstante, el país debe abordar desafíos internos, como la inflación y la depreciación de su moneda, para asegurar un crecimiento sostenible. La colaboración entre Turquía y Europa será crucial para superar estos obstáculos y aprovechar al máximo las oportunidades que se presentan.