La triste historia del gasero Celanova la hemos vivido ya unas cuantas veces. O, como dirían los pesimistas, ha salido ya en muchas películas. Una empresa aventurera, operando en todo momento al filo de la navaja, tapando agujeros cada día, dirigida por un personaje de trayectoria variopinta y problemática. La empresa, Globalgas. El personaje, Rodolfo Burgos. Y, en medio, 15 tripulantes atrapados en el buque, fondeado a 13 millas del puerto de Manila, dónde se refugió hace ya cuatro meses y medio tras perder el timón en un temporal cuando navegaba frente a San Fernando, islas Filipinas.
El drama del Celanova llegó a la redacción de NAUCHERglobal hace ya más de seis meses, cuando se hallaba en aguas del golfo Pérsico y los tripulantes cobraban al albur de las cuentas (¿o los cuentos?) del armador. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor. En estos momentos, con la delegada de ITF en España, Luz Baz, intentando desde el 21 de febrero resolver el lío espantoso que padece el buque, con el armador en concurso de acreedores, el P&I, American Club y las autoridades españolas sin saber cómo actuar.
"Estamos a la espera del informe de la embajada, hemos pedido, nos hemos puesto en contacto, en fin esas cosas de la burocracia, el problema de los tripulantes alcanza ya la fase 6 de angustia vital". Algunos llevan siete meses sin ingresar un dólar; la mayoría no cobra desde diciembre; a bordo, las basuras se acumulan, no saben qué comerán mañana, el agua escasea y han de calcular las horas que les quedan de combustible.
Las utilización del Covid-19 como pretexto, cuando es imposible que haya infectados
Y el Covid-19, que todo lo emborrona (mejor no mencionar a los muertos), y puede servir de coartada a cualquier descuido, negligencia o desmán. El barco no puede atracar por el Covid-19, afirman; el barco no puede ser inspeccionado por el Covid-19, se excusan; los tripulantes no pueden ser repatriados por el Covid-19, alegan. Y así todo. Da igual que el buque no haya tocado tierra desde principios de diciembre y por tanto, la posibilidad de alguien infectado es muy remota, por no decir imposible. Y también da lo mismo que no haya nadie a bordo que haya tenido síntomas de neumonía o gripe. ¡Ah, el Covid-19, qué gran invento!
Detenido por incumplimiento del Convenio de Trabajo Marítimo (CTM-MLC), el Celanova, construido en 2002, bandera española, 119 metros de eslora y 20 de manga, dedicado a transportar LPG, aunque el último cargamento haya sido butadieno, permanece en la bahía de Manila, con 15 trabajadores del mar en riesgo permanente de que el buque se vaya contra las piedras, o embarranque, o se incendie… Fondeado, sin pala del timón, sin combustible y con tripulantes que han superado varios niveles de angustias y miedo. Abandonados por un armador sin escrúpulos, una bandera lenta y pesada cuando se trata de resolver problemas y una situación sanitaria mundial que convierte su drama en una anécdota informativa. Y una mujer, Luz Bas, y una organización, ITF, bregando con denuedo para resolver el problema.
Lo dicho. Esta historia la hemos visto ya muchas veces. Demasiadas.