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Sucesos

Mario Salcedo, el hombre que lleva 25 años viviendo en cruceros

Este estilo de vida le cuesta entre 81.000 y 101.000 dólares al año y le ha llevado a perder sus "piernas de tierra". "No puedo caminar en línea recta", admite.

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Mario Salcedo en el en el cortometraje documental sobre su vida "The happiest guy in the world" | Foto: Captura Youtube

Mario Salcedo, nacido en Cuba hace 75 años y emigrado a Miami cuando era niño, desarrolló una exitosa carrera como director de finanzas en una multinacional. Pero en 1997, tras 21 años de trabajo, decidió renunciar a su puesto y embarcarse de viaje en un crucero. La experiencia le fascinó, tanto que en los siguientes tres años exploró más de 100 cruceros de diferentes compañías. En el año 2000 reservó una temporada en el Voyager of the Seas de Royal Caribbean y desde entonces ha vivido casi de forma ininterrumpida en altamar, optando siempre por viajar en los cruceros de esta empresa.  

"Todos los capitanes me conocen", contó Mario en una entrevista para Condé Nast Traveler. Su presencia casi permanente en los barcos de Royal Caribbean lo ha convertido en una figura emblemática tanto para la tripulación como para los pasajeros habituales, quienes lo llaman cariñosamente "Super Mario", apodo con el que se le conoce en todo el círculo de los cruceros. Además, su estatus en Royal Caribbean es tal que en algunos barcos incluso le habilitan una oficina privada como reconocimiento a su fidelidad, señalizada con un letrero personalizado que dice "Oficina de Super Mario".

Y es que, a pesar de estar navegando continuamente y de que la mayoría de las personas de su edad ya están retiradas, Salcedo gestiona su propio negocio de gestión de inversiones. Le dedica unas cinco horas al día y el resto del tiempo "se divierte". "Es cero estrés. El mejor estilo de vida que puedo encontrar", afirmó en una entrevista a allthingscruise.com.

En esta misma conversación también reveló cuánto dinero le cuesta este modo de vivir. Como es de suponer, no es barato. Calcula que se gasta entre 81.000 y 101.000 dólares al año, que se financia a través de los ingresos que consigue con su negocio.

"Vivir la vida en un crucero es básicamente escapar de la realidad: sales del mundo que conoces y dices, no quiero ser parte de ese mundo nunca más. Quiero crear mi propio mundo, mi propia realidad", explica en el cortometraje documental sobre su vida "The happiest guy in the world", realizado por el cineasta, productor y documentalista estadounidense Lance Oppenheim en 2018.

En la realidad que ha construido para sí mismo, ya lleva un cuarto de siglo viviendo casi permanentemente a bordo de cruceros de Royal Caribbean, pasando solo unas dos semanas al año en tierra. La única excepción significativa fue una pausa de 15 meses, no por elección propia, sino obligada por la emergencia sanitaria desatada por la pandemia de la Covid-19.

"He perdido mis piernas de tierra. Me balanceo tanto puedo caminar en línea recta"

Tras tantos años navegando, su cuerpo se ha adaptado al vaivén constante del mar. De hecho, le cuesta muchísimo caminar en suelo firme. "He perdido mis piernas de tierra. Me balanceo tanto no puedo caminar en línea recta", reconoció en su entrevista con Condé Nast Traveler. Este curioso efecto es propio de una afección neurológica conocida como el síndrome de 'Mal de Débarquement' (MdDS) o, coloquialmente, mareo de tierra. Se produce cuando el sistema del equilibrio se ha adaptado un movimiento no familiar, como el de un barco, y al regresar a tierra firme no se readapta a la ausencia de dicho movimiento. Aunque en la mayoría de los casos es temporal, en personas como Mario, habituadas a pasar tanto tiempo en el mar, puede convertirse en una sensación permanente.

Para Mario, esta condición no es preocupante. El pasado mes de enero alcanzó un hito personal al completar su crucero número 1.000 a bordo del Explorer of the Seas, que zarpó desde Miami en un itinerario de 11 noches hacia Panamá y el sur del Caribe. Y actualmente sigue disfrutando de su vida en altamar, donde encontró su verdadero hogar hace 25 años y permanece con la misma convicción con la que se embarcó por primera vez en aquella travesía que cambió su vida allá por 1997.