Ya nos hemos acostumbrado a los drones, los taxis sin conductor son una realidad en algunas ciudades de EE.UU. y en Asia, grandes inversiones se están destinando a trenes y metros autónomos. Aunque aún hay detalles que ajustar, especialmente en términos legales y de seguridad, los vehículos con capacidad de funcionamiento remoto o autónomo comienzan a ganar cada vez más terreno.
Radares, GPS, cámaras, micrófonos, inteligencia artificial y la Internet de las Cosas –IoT– son las tecnologías que están permiten este nuevo panorama. Y representan sólo algunas de las novedades que empresas como Ocean Infinity (OI) están incorporando a sus flotas. En el caso de OI, serán 23 naves robóticas que explorarán el lecho marino para la instalación de parques eólicos en el mar y para la industria submarina de petróleo y gas.
Se trata de una compañía con sedes en Southampton –Inglaterra– y en Austin, Texas –Estados Unidos–, que ha recibido inversiones de Wall Street y la City de Londres, a la vez que se ha hecho de subvenciones de Reino Unido y Noruega para desarrollar un proyecto respetuoso con el medioambiente, detalla La Voz de Galicia.
Estos 23 barcos no tripulados han sido encargados a astilleros de Italia y Noruega. “El impacto y la escala de esta flota robótica desencadenará la mayor transformación que la industria marítima ha visto desde que la vela dio paso al vapor”, dijo Oliver Plunkett, CEO de Ocean Infinity a BBC News.
Como una sala de videojuegos
Así describen los centros de operaciones remotas de OI quienes han ingresado a estos espacios. Sucede que muchas de las funciones de estos buques se controlan remotamente, hasta cientos de kilómetros de distancia. La comunicación por satélite es clave.
Iluminada con luces tenues, la sala posee 20 “estaciones puente”, y cada una está equipada con pantallas táctiles, cómodas sillas “gamer” y controles similares a los de un videojuego. Frente a cada sitio, un conjunto de monitores proyecta una transmisión en vivo desde las cámaras de los barcos y varios sensores.
Marian Meza Chavira está realizando prácticas como piloto de ROV –vehículo operado remotamente– en uno de los centros de OI. “Es impresionante cómo todo está completamente automatizado. En cierto modo, resulta más sencillo aquí que en alta mar, ya que contamos con múltiples cámaras para contextualizar la tarea”, expresó.
Robots gigantes
Este modelo de 78 metros de largo que se utilizará para explorar la superficie submarina sólo necesita 16 personas a bordo, mientras que otros barcos del mismo tamaño demandan entre 40 y 50 personas para realizar las mismas tareas. Pero el objetivo es que en el futuro estas naves puedan operar sin tripulación, con la robótica y la inteligencia artificial como aliadas.
Otras novedosas embarcaciones ya están navegando sin personal a bordo en distintos puntos del globo: una de la empresa británica Sea-Kit International se está utilizando para mapear un volcán submarino aún activo que explotó en 2022 en Tonga, ya que es una tarea demasiado peligrosa para involucrar a personas. También hay portacontenedores sin tripulación operando en Noruega y China, y ferrys autónomos en Bélgica y Japón.
Cuantas menos personas a bordo, menor es el tamaño, lo que se traduce en una reducción del combustible y de la huella de carbono, lo que los convierte en barcos más sostenibles y amigables con el medio ambiente.
Hoy en día, sólo las naves más pequeñas tienen permitido navegar sin tripulación a bordo. Las de mayores dimensiones deben tener un capitán. Y operar botes autónomos está prohibido en aguas internacionales.
La Organización Marítima Internacional –OMI– está debatiendo actualmente las cuestiones relacionadas con la autonomía en el mar. Se espera que para 2028 se introduzcan códigos voluntarios que, en el futuro, regulen el funcionamiento de los buques marítimos autónomos de superficie de manera obligatoria.
Estas embarcaciones están clasificadas en cuatro categorías, según la OMI. En el grado uno, se encuentran los buques con algunos procesos automatizados y otros no supervisados, pero cuentan con personal a bordo que opera y controla los sistemas, y está listo para tomar el control. En el grado dos, el buque está teledirigido: se controla y opera desde otro lugar, pero la gente de mar está disponible a bordo para cualquier imprevisto y operación.
El grado tres ya se trata de buques teledirigidos sin personal a bordo: todo se controla y opera desde otro lugar. Y el cuarto, involucra a barcos totalmente autónomos, donde el sistema operativo de la nave es capaz de tomar decisiones y determinar acciones por sí mismo.
“Hemos tenido pilotos automáticos que permiten a los barcos seguir una ruta por sí mismos. Eso no es tan desafiante. Los desafíos surgen cuando interactúan con otro tráfico o con un puerto, o cuando hay situaciones imprevistas o circunstancias climáticas adversas”, le dijo a BBC News Rudy Negenborn, especialista en transporte marítimo autónomo de la Universidad Tecnológica de Delft, en Países Bajos. Sin embargo, asegura que estos avances conducirán a un transporte más seguro, más eficiente y más sostenible.
Otra variable a tener en cuenta es la ciberseguridad, ya que como sucede con gran parte de las nuevas tecnologías, a mayor digitalización, autonomía y operaciones teledirigidas, aumentan los riesgos de ciberataques, hackeos y también la caída de sistemas. Así, el monitoreo humano desde tierra seguirá siendo fundamental, y, evidentemente, todos estos avances presentan, todavía, grandes incertidumbres.