Hay muchas formas de usar las drogas, o los alucinógenos. Y no todas son para "colocarse". Esto es al menos lo que trata de demostrar un estudio del MIT y de la Universidad de Harvard, que emplea la Inteligencia Artificial para mejorar el tratamiento de la depresión, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático, entre otras enfermedades mentales.
Para llevar a cabo este proyecto, un algoritmo de Inteligencia Artificial ha logrado clasificar las diferentes drogas alucinógenas en base a los síntomas que podrían tratar con más eficacia. Los investigadores han recurrido a una base de datos perteneciente al centro Erowid, de Canadá, en la que se recogen más de 6.000 testimonios de personas que han consumido sustancias alucinógenas.
Lo que hace el algoritmo de IA es analizar todos esos testimonios y buscar las palabras que más se repiten. Después, se relacionan con las zonas del cerebro en las que se sabe que hay receptores para cada droga. De ese modo, se pueden buscar sintomatologías asociadas a las palabras más repetidas y, con ello, establecer para qué es útil cada sustancia.
Según explican los autores del estudio en The Conversation, los cambios en la percepción social están relacionados a menudo con un receptor de serotonina que se encuentra en la corteza visual del cerebro. En cambio, el sentimiento de trascendencia asociado a las experiencias religiosas típico de las drogas alucinógenas parece asociarse con los receptores de dopamina y opioides ubicadas en una red cerebral conocida como red de prominencia.
Gracias a este estudio, las drogas alucinógenas más conocidas se pueden agrupar de manera que sea más fácil entender qué podría tratar cada una. Pero aún queda mucho para su utilización –si es que algún día llega- por parte del gran público. Habría que realizar ensayos clínicos y comprobar su eficacia. Pero, para sus autores, supone un interesante punto de partida para seguir investigando.
El problema de la salud mental
El mundo occidental atraviesa hoy una profunda crisis de salud mental que se ha visto exacerbada por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, no ha habido tratamientos farmacológicos psiquiátricos realmente nuevos desde el Prozac y otros inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, el tipo más común de antidepresivos, de la década de 1980.
Según sus autores, este estudio muestra que es posible mapear las experiencias psicodélicas diversas y subjetivas en regiones específicas del cerebro. Estos conocimientos pueden conducir a nuevas formas de combinar compuestos existentes o aún por descubrir para producir los efectos de tratamiento deseados para distintas enfermedades mentales.
“El psiquiatra Stanislav Grof hizo la famosa propuesta: Psicodélicos, utilizados de manera responsable y con la debida precaución, serían para la psiquiatría lo que el microscopio es para el estudio de la biología y la medicina o el telescopio para la astronomía. A medida que los psicodélicos y otros alucinógenos se usan con mayor frecuencia clínica y culturalmente, creemos que más investigaciones iluminarán aún más la base biológica de las experiencias que invocan y ayudarán a desarrollar su potencial”, concluyen los investigadores.