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Tecnología

Redes sociales, las nuevas guaridas de la violencia de género

La innovación tecnológica favorece la transferencia del maltrato en el mundo real al universo digital.

Periodista y escritor.

6 minutos

La violencia de género digital provoca ataques de pánico, ansiedad y estrés.

Las nuevas formas de violencia de género ejercidas a través de las redes sociales obligan a los distintos actores a afrontar un cambio de estrategia: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las distintas Administraciones, la Justicia deben adaptar operativa y legislación a este fenómeno. Porque la tecnología favorece el delito y la desprotección de las víctimas.

Este 15 de octubre, el Pleno del Congreso se mostró a favor de la proposición no de ley (PNL) del PSOE acerca de la lucha contra la violencia de género en el ámbito digital. El objetivo consiste en reforzar los controles y las garantías en internet para evitar estas situaciones. La iniciativa no fue apoyada por Vox.

El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI), en su informe de abril de 2022 sobre el estado de la violencia digital de género en España, relató que el 54% de las mujeres que habían sufrido acoso a través de las redes sociales sufrieron ataques de pánico, ansiedad y/o estrés. Además, más de un 25% de las mujeres entre 16 y 25 años en España recibieron insinuaciones no apropiadas en internet.

Diferencia según las redes

La psicóloga Gabriela Paoli, experta en tecnologías y redes sociales, y autora del libro Salud digital, explica a este medio la diferencia que existe en la violencia machista según las redes: “Aunque tendemos a generalizar, no tienen nada que ver, por ejemplo, Twitter o TikTok con Instagram o Facebook, por el tipo de usuario, la edad, el uso que se da. Las diferencias dependen de cómo esté diseñada la plataforma o la red, después también del tipo de interacción que fomenta, el público, el contenido que se suele publicar y de los mecanismos de control que ofrece cada una”.

Twitter facilita —aclara Paoli— la violencia abierta, colectiva, masiva. Hay amenazas, insultos, acoso. Las mujeres, especialmente aquellas activas en temas de derechos humanos o en feminismo, son objetivo de campañas. Instagram, como es más visual, genera una violencia de tipo machista, más relacionada con la apariencia física, con la ridiculización o cosificación del cuerpo; el ciberbullying  con comentarios despectivos hacia el aspecto de la persona; y el acoso sexual, con mensajes directos”.

Facebook  tiene otro tipo de usuarios. TikTok está orientado hacia videos cortos donde las mujeres son, a menudo, víctimas de sexualización con comentarios denigrantes. Y WhatsApp, donde se puede ejercer el control digital, el acoso persistente, chantaje sexual, amenazas o difusión de imágenes”, añade.

La violencia física se traslada al espacio virtual, comenta la experta: “Lo que pasa en el mundo en el mundo real se extrapola al mundo online, como el acoso sexual digital; el grooming, práctica que utiliza un agresor  adulto para establecer contactos con menores a través de internet y de diferentes plataformas con fines sexuales, mediante mentiras, engaños y manipulaciones; sextorsión, chantaje se usa con amenazas de difundir imágenes o videos íntimos de la víctima si no accede a las demandas, que generalmente son de tipo sexual o económico; porno de venganza o el bullying digital. Esto es lo que sucede, sobre en grupos, que utilizan tecnologías para acosar, intimidar y humillar a las personas de forma continua y sistemática”.

La particularidad de cada red social motiva diferencias en la violencia ejercida.

Violencia contra menores

Si grave es la violencia sexual digital, cuando las víctimas son menores de edad el problema adquiere tintes dramáticos. Tres de cada cuatro adolescentes y jóvenes (el 75,7%) han sufrido algún tipo de violencia sexual digital durante la la infancia y adolescencia.

Estas son algunas de las conclusiones que  recoge el reciente Estudio sobre violencia sexual contra la infancia y la adolescencia en el ámbito digital, realizado por la Fundación Mutua Madrileña, en colaboración con el Equipo Mujer-Menor (EMUME) Central de la Guardia Civil.

La tipología de agresión digital más frecuente está liderada por la recepción de imágenes con contenido sexual sin haberlas pedido: afecta a alrededor de cuatro de cada diez niños o adolescentes en España (43,2% de los casos). A continuación, se encuentra recibir mensajes insistentes para una cita o buscar una relación (41,8%), ser objeto de comentarios sexuales no solicitados (40,2%) o acceder involuntariamente a contenidos pornográficos (39,6%).

Se dan también situaciones de violencia sexual digital vinculadas con la vulneración de la intimidad y la imagen, como la presión para enviar contenido sexual personal (24,2% de los encuestados), ser espiado o controlado por la pareja o expareja u otra persona (23,3%), el chantaje con difundir contenido sexual (17,8%), el reenvío de contenido sexual personal sin consentimiento (15,1%) y la creación de imágenes con inteligencia artificial (IA) para mostrar a la persona menor de edad desnuda (12,9%).

La primera adolescencia, entre los 13,5 y los 15 años, es la etapa donde se dan más situaciones de violencia sexual digital, señala el estudio, con una incidencia entre mujeres del 53% y del 47% en los hombres. Y no por conocido el dato es menos escalofriante: en la mayor parte de los casos (52,2%), el agresor es un conocido de la víctima y pertenece a su entorno. Amigos, pareja, expareja, conocidos, compañeros de estudio u otras actividades y familiares, el abanico es amplio. Los desconocidos suponen en torno al 19% de los agresores y, en un 13,4% de los casos, son conocidos únicamente del mundo digital. 

Difusión de contenido íntimo

Las agresiones que vulneran la intimidad o la imagen de los menores son las que más daño hacen. El 40% de los adolescentes que experimentaron situaciones como el chantaje con difundir contenidos íntimos y el reenvío de contenido íntimo o sexual personal sin consentimiento estiman que el impacto en su vida ha sido grande o muy grande. Un 29,5% de los menores de edad que han sufrido algún tipo de violencia sexual digital precisó acudir al psicólogo.

Otra conclusión de la investigación es la dificultad del menor de comunicarle la experiencia a sus padres o allegados. Casi uno de cada tres afectados (29,5%) no lo compartió con nadie y tres de cada cuatro (75,8%) no se lo contaron a sus padres.

Entre los motivos para no narrarlo, se encuentran la vergüenza, la falta de confianza o el temor a una reprimenda, según el 54,3% de los menores de edad. Otro 30,6% consideró que lo que le había sucedido no era tan grave como para contarlo.

También existe un bajo nivel de denuncias a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad: solo uno de cada cinco menores de edad amenazados o chantajeados con la difusión de contenido íntimo o sexual, que padecieron el reenvío de contenido íntimo o sexual sin  consentimiento, el diseño de imágenes de desnudo con IA, o la demanda de contacto de una persona adulta con objetivo sexuales. De ellos, el 40% acudió a denunciar acompañados por sus padres.

¿Cómo puede frenarse este tipo de violencia?

Los menores son víctimas propiciatorias en el entorno digital

Clara Burriel, especialista en Incidencia Política: protección frente a la violencia de Save the Children, se apoya en el estudio Desinformación y discursos de odio en el entorno digital, anexo del informe Derechos #SinConexión. Un análisis sobre derechos de la infancia y la adolescencia publicado este mes de julio,  para mostrar alguna diferencia de uso de las redes sociales según el género: “Hemos constatado en el estudio‘que las chicas utilizan más las redes sociales para socializar y comunicarse. Ellas siguen más perfiles de influencers que hacen promoción de ideales de belleza, de ideales de vida”.

“La violencia de género digital —sostiene Burriel— es una extensión de la violencia de género del mundo real. Nos preocupa un tipo de acciones que a veces no se reconoce como violencia, que es la violencia de control, que además se ha normalizado mucho entre los adolescentes: la petición de contraseñas, de compartir la ubicación, las fotos íntimas como pruebas de compromiso”. Esta violencia de control tiene mucho que ver con la manipulación y las nociones falsas de confianza y amor.

Advierte Burriel de la posibilidad de que “la violencia digital dé el salto al mundo físico”. ¿Cómo se puede frenar este tipo de violencia en general, y con los menores en particular? Desde Save the Children, indica Burriel, “ hacemos hincapié en las medidas educativas”. “Es necesaria la educación en ciudadanía digital, en el uso seguro y responsable de las tecnologías para que, aparte de enseñar competencias digitales, ayude a niños y niñas a protegerse en internet, a afrontar los riesgos, a crear hábitos saludables y relacionarse de forma positiva en el entorno digital”, apunta.

Pero esa educación es necesaria también para familias y profesionales que trabajen con menores, “y, de forma particular, para abordar todas las desigualdades de género, de violencia de género que se dan en el entorno digital; sería necesaria también una educación en igualdad y afectivo sexual, que combata tanto los mensajes misóginos que vemos que se comparten en internet, como también que enseñe conceptos relacionados con el consentimiento, con las emociones. con crear relaciones saludables”, concluye.