El calentamiento global es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta nuestro planeta en la actualidad. El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero está provocando un aumento de la temperatura global, lo que tiene graves consecuencias para el clima, la biodiversidad y la vida humana.
Este cambio climático es provocado principalmente por los llamados 'gases de efecto invernadero', que son principalmente dos: metano (CH₄) y dióxido de carbono (CO₂). Ambos gases se encuentran en la naturaleza y protegen a la tierra de la excesiva liberación de calor al espacio a través de la atmósfera terrestre. Si estos gases no existieran, tendríamos una temperatura media global de unos -20°C. Pero si tenemos estos gases en demasía, se disipa muy poca energía térmica en el espacio y la tierra se calienta.
Entre las consecuencias más preocupantes del calentamiento global se encuentran el aumento del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares, las olas de calor extremas, las sequías y las inundaciones. Estos fenómenos pueden provocar graves daños económicos y sociales, así como poner en riesgo la vida de millones de personas en todo el mundo.
Para recordar la importancia de este problema, cada 28 de enero se celebra el Día Mundial de la Acción Frente al Calentamiento Terrestre. Ahora bien, ¿qué se puede hacer para frenar este aumento de las temperaturas?
Los expertos coinciden en que la transición energética es esencial para abordar el problema del cambio climático. Las cifras varían según los estudios, pero al menos un 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen derivadas de la producción de energía. De quemar petróleo, gas, carbón y otros combustibles fósiles.
Existen muchas formas de reducir esta dependencia, algunas tan conocidas como la apuesta por la energía eólica, solar o undimotriz, pero, mientras todas ellas ganan peso y protagonismo, en los últimos tiempos va ganando fuerza una opción que podría reducir hasta un 85% las emisiones de CO2 que genera la gasolina tradicional.
Hablamos de los e-fuels, también conocidos como combustibles verdes. Su producción es aún compleja, pero su facilidad de uso y los escasos cambios que produciría en los hábitos de los conductores hacen prever una mayor facilidad de implantación que otras opciones también sostenibles.
Eso es así porque los e-fuel están diseñados para el funcionamiento de los motores térmicos, es decir, de los coches convencionales. A pesar del rápido avance de los coches eléctricos, solo las previsiones más optimistas les auguran ocupar un 20% del parque automovilístico mundial en un plazo de 15 años. Esto significa que el 80% de los coches seguirán funcionando con gasolina.
El uso de esta gasolina sintética (como también se conoce a los e-fuel) puede ser una buena solución para reducir el uso de combustibles fósiles y frenar el calentamiento de la tierra. El e-fuel podrá adquirirse en una gasolinera tradicional para un coche convencional. Del mismo modo que hasta ahora, pero con una manguera diferente. Solo que un 85% menos contaminante.
Se desconoce, eso sí, el precio que tendrá esta “nueva gasolina”. Se prevé que sea más cara que la tradicional, pero también que su precio vaya bajando a medida que se pongan más proyectos en marcha como el Punta Arenas, en el sur de Chile, donde han participado compañías como Porsche, ExxonMobil, Enel o Siemens.
Noruega y Alemania, por el momento, lideran está carrera que puede representar una alternativa sostenible real a los coches eléctricos ya que, a diferencia de estos, no tendrían el problema de la autonomía ni la necesidad de recarga. Los tanques de combustible se llenaría de manera convencional, igual que los fósiles, con la diferencia de que los carburantes sintéticos están producidos de manera sostenible y no emiten emisiones.