Aunque pueda parecer algo relativamente moderno, la energía eólica lleva ya mucho tiempo entre nosotros. Y con muchísima presencia. España es la quinta potencia del mundo y la segunda en Europa en energía generada a través de aerogeneradores, con casi 1.300 parques eólicos y alrededor de 21.600 turbinas, según datos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE).
Pero las turbinas no son eternas. La edad de jubilación de un aspa eólica está entre los 20 y los 25 años, así que ya le va tocando el turno a muchas. En concreto, un 36% del número total se instaló antes de 2005 y tiene más de 15 años, lo que supone que más de 20.000 palas pueden quedar inoperativas en los próximos años.
¿Qué hacer con un material que ha servido para generar energía limpia pero que, al acabar su vida útil, se convierte en un residuo como cualquier otro? Por suerte, ya existen turbinas reciclables, pero se están empezando a utilizar ahora. No aplican al ingente número de ellas que entró en funcionamiento en los primeros años de este siglo.
Conviene buscar una solución a un residuo que, además de abundante, es aparatosamente grande. Una aspa eólica suele medir 20 metros de largo, cuando no más. No es algo que se pueda abandonar fácilmente en un contenedor amarillo.
Máxime cuando, tirando de imaginación o de tecnología, se puede dar una segunda vida a estos artilugios que, además, no están exentos de belleza. Y eso es lo que están empezando a hacer en Dinamarca, donde algunas aspas viejas se están reutilizando como aparcamiento para bicicletas.
En cada uno de ellos se pueden aparcar hasta 10 bicis, protegiéndolas así del viento y la lluvia con un diseño elegante y funcional, acorde con los principios de la economía circular. Y no es lo único para lo que sirven. The Re-Wind Network, un proyecto regenerativo para reutilizar estas turbinas, planea utilizarlas como parada de autobús, puestos callejeros de mercados, pistas de skateboard o cubiertas de gradas para pistas deportivas, y ya ha construido un puente en Irlanda usando estos artilugios.
Tecnología para convertirlas en carreteras
No solo el diseño puede darles una segunda vida a los aerogeneradores en desuso. También se pueden convertir en carreteras más sólidas y duraderas. Es lo que hace en España el proyecto 'Life Refibre', del que forman parte el Instituto de la Construcción de Castilla y León (ICCL), el Centro Tecnológico CARTIF, la empresa de ingeniería y consultoría Incosa y las constructoras Blasgon y San Gregorio.
Juntos han diseñado y construido un sistema que transforma las palas en desuso de los aerogeneradores en fibras de vidrio que, una vez añadidas al asfalto, hacen que las carreteras sean hasta un 30% más duraderas. El primer ensayo se ha realizado en un tramo de carretera de algo más de un kilómetro que comunica la autovía A-11 con Toro (Zamora).
Tal y como explica en La Información Felipe Romero, director técnico del ICCL y coordinador del proyecto, la iniciativa ha sido posible gracias a la financiación del programa 'Life' de la Unión Europea (UE). Ahora se plantean incluso la creación de una empresa explote comercialmente los resultados del proyecto. La gestión de las palas que ya no sirven supone un problema medioambiental de más de 220.000 toneladas que terminarán convirtiéndose en residuos acumulados en vertederos si no se les encuentra un segundo uso.
Al añadir fibra de vidrio reciclada, se incrementa la durabilidad de las carreteras en tres años, al evitar agrietamientos en la capa extendida y no permitir la filtración de agua a capas inferiores. También aumenta un 10% la resistencia a la deformación y un 12,5% la resiliencia, minimizando la formación y propagación de grietas.