Los soldados que durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) defendieron las trincheras de los diversos frentes fueron los primeros en ver la conquista –de manera intensiva– del espacio aéreo. La mayor parte de ellos procedían de las zonas rurales, y no habían visto un avión en su vida.
Nada más finalizar la contienda, el gobierno francés planteó la necesidad de establecer unos principios generales que regulasen la navegación aérea internacional. Gracias a aquella iniciativa, el 13 de octubre de 1919, por primera vez, veintisiete Estados firmaron en la capital francesa el Convenio Internacional de Navegación Aérea.
El primer marco regulatorio para legislar el espacio aéreo estaba basado en dos pilares del Derecho: soberanía y reciprocidad. Y los principios generales de la legislación aeronáutica eran tremendamente básicos.
En primer lugar, establecía que los Estados tienen soberanía exclusiva y absoluta sobre el espacio aéreo que cubre su territorio. Esto significa que cada potencia signataria del acuerdo tiene soberanía completa y exclusiva en el espacio atmosférico sobre su territorio que comprende tanto el territorio nacional, metropolitano y colonial –buen ejemplo de la llamada cláusula colonial– como las aguas territoriales adyacentes. Y la facultad de sancionar el incumplimiento de las normas deriva del poder de la Policía.
"¡Ya está! Lo más fácil del mundo. Como nunca hemos volado, pero sí andado y navegado (experiencias previas), todo el espacio aéreo que cubre desde mi superficie terrestre o marítima hacia arriba... es nuestro".
En segundo lugar, determina que los derechos del propietario del suelo se deben ceder en beneficio de la circulación aérea a través de la facultad de fijar unas normas de restricción al dominio privado en beneficio de la circulación aérea. Típico de los estados: nueva legislación, nuevo dominio, todo para el estado.
104 años después nos encontramos en una situación parecida. Debemos establecer un marco regulatorio sobre un nuevo espacio que, por primera vez en la historia, no es natural, sino creado por el hombre, mutable y en el que, en una primera fase, los legisladores se sienten tan extraños como un Parlamento masculino legislando sobre las causas y períodos de baja de la depresión post parto.
En este contexto, la Federación Española de Empresas de Seguridad (FES) y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) han organizado la "Jornada sobre la transformación digital de la seguridad privada", celebrada este miércoles en la sede de CEOE.
En una primera intervención, César Maurín, director de Digitalización, Innovación, Comercio e Infraestructuras en CEOE, marcaba tres ejes para la "adecuada" transformación digital –que no es lo mismo que digitalizar la transformación– en el ámbito de la seguridad privada.
En este reto, nuestra mejor nota está en las infraestructuras no sólo porque España es uno de los países con mejores infraestructuras digitales en el mundo, y con enorme apetito de los Fondos Inversión por seguir invirtiendo, sino porque además ya está en la segunda fase: crear plataformas de datos conectados, ecosistemas… El Big Data.
El gran desafío es el marco regulatorio. Si nos fijamos en los países que lideran el sector digital, como Estados Unidos, Alemania o Dinamarca, podemos apreciar que su marco regulatorio es más tipo Jurisprudencia y fruto de la colaboración público-privada que del tipo de excesivas reglas y, sobre todo, de NO aparecer en mitad de la época del AVE, a reglamentaciones del uso de cuadrigas en vía Apia. Y los primeros en solicitar un marco regulatorio son los compañeros de la Policía y la Guardia Civil, que, al final, los "marrones" les tocan a ellos.
Respecto al balance de capacidades digitales y profesionales solo doy un dato. A junio de 2023, en España había 136.500 vacantes de perfiles digitales que las empresas no logran cubrir. Y estos empleos no son precisamente "mil euristas".
El siguiente ponente es Pedro Agudo, Comisario, jefe del Área de Transformación Digital y de Ciberseguridad de la Policía Nacional, y todo un crack en conocimiento y capacidad de comunicación. Este coruñés –presume de sus raíces–, aparte de una gran titulación, es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago.
Aunque en España no demos mucha importancia a esta licenciatura, me gustaría poner en valor que raro es el consejo de administración de una gran multinacional que no tenga al menos un licenciado en Geografía e Historia entre su consejo. ¿El motivo? Sencillamente que esa cultura global les permite ver las tendencias generalistas (lo que definen como trends), ese recorrido del pasado hacia el futuro, antes que otros puestos técnicos.
Basado en un caso práctico y real, el asesinato de Samuel Luiz, Pedro Agudo nos muestra la necesidad de utilizar esta revolución digital y, sobre todo, la de disponer de un marco regulatorio que les ayudes a ayudarnos, valga la redundancia.
En ese aspecto, el mercado de la Seguridad Privada en España no sé si es consciente de la suerte que tiene en contar con alguien como Jorge Salgueiro, abogado y director legal de la Federación Empresarial Española de Seguridad (FES).
Jorge, con su experiencia y conocimiento, podría jugar a alargar y complicar todo lo referente a la colaboración público-privada en la regulación, y ser una especie de "brujo referente" al que se debe consultar cada caso.
Su pasión es justa la contraria, ayudar a generar marcos casi predictivos –anticipar las reglas juego–, fomentar la comunicación entre Administración y empresas, así como espacios regulatorios sencillos y muy dinámicos, casi de jurisprudencia sobre eventos. Porque si alguna vez en la historia de la seguridad privada ha sido necesario un marco regulatorio de esas características es ahora.
En la primera revolución industrial, con la máquina de vapor, "industrializar" significaba "mecanizar". En la segunda revolución industrial "industrializar" significaba "electrificar". En la tercera revolución industrial "industrializar" tenía como significado "informatizar". Hoy en día, en la llamada cuarta revolución industrial, la "transformación digital", con robots programables, impresoras 3D, drones, plataformas que enlazan bienes físicos y servicios personalizados, coches autónomos, inteligencia artificial, etc., el término "industrializar" ha adquirido el significado de "digitalizar".
La transformación digital no es un cambio más en la historia de la humanidad. En breve, veremos un cambio de época, como cuando pasamos de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea.