En la era digital, las redes sociales han transformado radicalmente la forma en que nos comunicamos y nos relacionamos. Sin embargo, detrás de la aparente conectividad y acceso a información, se esconde un lado oscuro: la toxicidad que permea en estas plataformas. Hablamos de un terreno pantanoso que incluye desde el acoso cibernético hasta la propagación de desinformación y la polarización de opiniones.
El caso es que la toxicidad en las redes sociales se manifiesta de diversas maneras, impactando negativamente la salud mental y emocional de millones de usuarios en todo el mundo. En este artículo se exploran en detalle estas conductas nocivas y también se detallan posibles soluciones y estrategias para contrarrestar esta creciente problemática; opciones que incluyen desde políticas de moderación más efectivas hasta iniciativas de educación y concienciación digital. Se trata de una senda de conciencia cívica online en la que es crucial abordar este fenómeno para construir un entorno en línea más seguro, inclusivo y saludable para todos.
The Wall Street Journal publicó en su momento una información en la que apuntaba que Instagram perjudica a la salud mental de los adolescentes, sobre todo la de las chicas. En concreto, este diario de referencia en el ámbito de la economía y los negocios detallaba que Meta realizó tres estudios para demostrar qué nivel de toxicidad tenía Instagram y qué repercusiones podrían llegar a tener sobre este público tan joven. Algunos de esos informes constataron que la ansiedad, la depresión y los intentos de suicidio eran las consecuencias más habituales. En esa dirección, el senador Ed Markey (representante del Partido Demócrata por Massachusetts) expresó su punto de vista: “Instagram es dañina para la salud mental, ya que los jóvenes se pueden sentir juzgados por el nivel de popularidad que pueden llegar a tener”.
Principales conductas nocivas que se dan en las redes sociales
Las redes sociales presentan una serie de conductas nocivas que afectan a diferentes generaciones de usuarios, de ahí que resulte tan imperativo aprender a describir e identificar esta clase de comportamientos para ponerles coto y atajarlos, tanto desde las propias plataformas online como desde el entorno policial, judicial y ciudadano.
Entre ese conjunto de conductas nocivas para el bienestar personal y social se encuentra el ciberbullying, donde individuos de distintas edades pueden ser víctimas de acoso, insultos o difamaciones a través de plataformas digitales, sufriendo así un daño emocional considerable. Por ejemplo, un adolescente puede padecer ciberbullying por parte de sus compañeros de clase, que se burlan de él por diferentes motivos, que pueden ir desde su aspecto físico a sus capacidades intelectuales o su orientación afectiva, por mencionar algunas de las mofas más frecuentes.
Otro comportamiento dañino es la exposición excesiva, donde usuarios de todas las edades pueden caer en la sobreexposición de su vida privada, lo que puede derivar en problemas de privacidad, seguridad y autoestima. Un ejemplo común es cuando los adultos comparten información sensible sin considerar sus consecuencias, como detalles personales o fotografías comprometedoras.
Las redes sociales también son escenario de conductas tóxicas como el trolling, con el que individuos provocan deliberadamente conflictos, burlas o insultos hacia otros usuarios con el objetivo de generar controversia o daño. Como botón de muestra: un usuario puede recibir comentarios ofensivos en su publicación simplemente por expresar una opinión diferente.
Otra conducta perjudicial es la difusión de noticias falsas o desinformación, que puede afectar a personas de todas las edades al propagar rumores o contenido engañoso que causa confusión y división en la sociedad. Resulta esencial fomentar la conciencia crítica y el pensamiento reflexivo para contrarrestar estas conductas y promover un ambiente más respetuoso y constructivo en las redes sociales. ¿Cómo varias esas dinámicas y construir otra clase de conductas digitales en redes que sean más saludables? Es fundamental educar sobre el uso responsable de las redes sociales para prevenir estas conductas y promover un entorno digital más seguro y saludable para todas las generaciones.
La relación entre la toxicidad en redes sociales y la conducta humana
Un novedoso informe científico publicado en Nature analiza de manera detallada, y aislada, varios comportamientos que se generan en las redes sociales con el objetivo de intentar entender mejor dónde empieza y acaba la toxicidad en línea. El estudio examina más de 500 millones de hilos, mensajes y conversaciones en ocho plataformas durante 34 años.
El fruto de esta investigación se concreta en la constatación de que la toxicidad está mucho más vinculada de lo que podríamos pensar a la conducta de los seres humanos, y no tanto a la acción de según qué algoritmos como a veces se teoriza. Lo cierto es que los comportamientos dañinos no han emergido específicamente ahora como resultado de las redes: “El estudio indica que a pesar de los cambios en las redes y las normas sociales a lo largo del tiempo, persisten ciertos comportamientos humanos, incluida la toxicidad”, compendia a modo de exégesis del estudio Walter Quattrociocchi, profesor de la Universidad de La Sapienza (Roma) y coautor de la investigación junto a otros académicos de su universidad y de la City University y el Instituto Alain Turing, en Londres. “Esto implica que la toxicidad es un resultado natural de las discusiones online, independientemente de la plataforma”.
Las plataformas estudiadas de las que salen los mensajes en inglés son Facebook, Gab (una red social mayoritariamente angloparlante conocida por su base de usuarios de extrema derecha), Reddit (un sitio web de marcadores sociales y agregador de noticias), Telegram, Twitter, YouTube, Usenet (foro creado en 1979) y Voat (un agregador de noticias estadounidense). Los autores han definido toxicidad como “un comentario grosero, irrespetuoso o irrazonable que pueda hacer que alguien abandone una discusión”, como se especifica en esta información del diario El País.
Pese a lo que podría pensarse, “los hallazgos del estudio desafían la creencia común de que la toxicidad disminuye el atractivo de una plataforma”, resume Quattrociocchi. Hasta el punto de que su estudio “muestra que el comportamiento del usuario en conversaciones tóxicas y no tóxicas tiene patrones casi idénticos en términos de participación, sugiere que la presencia de toxicidad podría no disuadir la participación como comúnmente se supone”.
El valor complementador de las redes sociales, que no puede sustituir lo presencial
Según el psicólogo Jorge Alberto Franco Carranza, la conexión social es un pilar en un desarrollo sano e integrador de la vida de una persona. Dicho con sus palabras: “los seres humanos son entes sociales. La compañía de los demás es importante para prosperar en la vida y la fuerza de las relaciones tiene un gran impacto en la salud mental y la felicidad. Estar socialmente conectado con los demás puede aliviar el estrés, la ansiedad y la depresión, aumentar la autoestima, brindar consuelo y alegría, prevenir la soledad e incluso agregar años a su vida. Por otro lado, la falta de conexiones sociales sólidas puede representar un riesgo grave para su salud mental y emocional”.
Al tiempo, Franco Carranza ofrece un punto de vista bastante equilibrado de lo que representan o pueden representar las redes sociales en nuestro tiempo, valorando su función, pero resaltando la importancia de la comunicación y conexión que se da en el desarrollo de una relación o un vínculo presencial: “en el mundo actual, muchas personas confían en plataformas de redes sociales como Facebook, Twitter, Whatsapp, Snapchat, YouTube e Instagram para encontrarse y conectarse. Si bien cada persona tiene sus beneficios, es importante recordar que las redes sociales nunca pueden reemplazar la conexión humana del mundo real”.
En ese sentido, este experto en el autoconocimiento y las relaciones interpersonales desmenuza de manera bastante pedagógica los aspectos negativos de las redes sociales, que incluyen “el aumento de la inadecuación y la envidia al comparar la vida propia con las versiones editadas de los demás, generando sentimientos de insatisfacción y ansiedad. La conducta mental de miedo a perderse algo, conocida por sus siglas en inglés como FOMO (‘Fear of missing out’), puede afectar la autoestima y provocar un uso compulsivo de las redes sociales. Además, el uso excesivo de plataformas sociales puede incrementar la sensación de aislamiento, depresión y ansiedad, ya que sustituye el contacto humano real. El ciberacoso es otra preocupación importante, con un número significativo de usuarios que cada día son víctimas de comentarios ofensivos o abusos en línea. Por último, el excesivo enfoque en uno mismo a través de la autoexposición en redes sociales puede conducir a la alienación de las relaciones cara a cara y al desarrollo de un egocentrismo poco saludable”.
Beneficios de las redes sociales si se emplean de manera adecuada
De cualquier manera, este experto en la psique humana pone en valor que “las redes sociales ofrecen una serie de beneficios que conviene explorar” de manera proporcionada, como “la posibilidad de mantenerse en contacto con familiares y amigos de todo el mundo”. Además, resalta la posibilidad que abren de “conocer nuevas personas y comunidades con intereses similares, participar en causas importantes, brindar o recibir apoyo emocional, especialmente en momentos difíciles, encontrar conexión social en situaciones de aislamiento o limitaciones, y expresar la creatividad y autoexpresión. Además, proporcionan acceso a información y oportunidades de aprendizaje significativas”.
Conductas que promueven una experiencia saludable en redes sociales
En síntesis: en el contexto de las redes sociales, fomentar una experiencia saludable comporta abordar conductas nocivas y tóxicas que pueden surgir. Entre estas conductas se encuentran el acoso cibernético, la difusión de desinformación y el discurso de odio.
Para contrarrestar estas prácticas, es fundamental implementar políticas de moderación más efectivas y promover iniciativas de educación y concienciación digital. Por ejemplo, en lugar de permitir el acoso cibernético, las plataformas pueden establecer mecanismos que informen de esos usos nocivos y que habiliten una respuesta rápida para proteger a los usuarios.
Esta idea se alinea con investigaciones como las del profesor John Suler (2004), que es profesor de psicología en la Universidad de Rider (Nueva Jersey, Estados Unidos) y tiene una abundante producción sobre el comportamiento de las personas en línea, quien enfatiza la importancia de la intervención temprana en el ciberacoso para prevenir daños psicológicos. Asimismo, combatir la difusión de desinformación requiere promover la alfabetización mediática y el pensamiento crítico entre los usuarios, como sugieren diversos estudios como los de Wineburg y McGrew (2017). Por último, para contrarrestar el discurso de odio, es esencial fomentar la empatía y la diversidad, promoviendo el diálogo constructivo y la comprensión intercultural.
Dicho esto, ¿cómo podemos construir una sociedad digital más compasiva y abierta al diálogo y la convivencia? A través de políticas de moderación más efectivas, respaldadas por proyectos de educación y concienciación digital. Por medio de estas iniciativas, se articula una senda de conciencia cívica online en la que es crucial abordar este fenómeno de conductas tóxicas en las redes sociales para construir un entorno en línea más seguro, inclusivo y saludable para todos.
Estas medidas no solo protegen a los usuarios vulnerables, sino que también promueven una cultura de respeto y colaboración en línea. Por ejemplo, el programa "Be Internet Awesome" (Sé genial en Internet) de Google Education ofrece recursos educativos para ayudar a los jóvenes a navegar de manera segura y responsable por Internet, fomentando de este modo la conciencia sobre el comportamiento en línea y la importancia del respeto mutuo. Además, son muy útiles las campañas de sensibilización, como la iniciativa "Stop the Hate for Profit" (Stop al odio con ánimo de lucro), una campaña que presiona a las plataformas de redes sociales, especialmente a Facebook, para que dejen de priorizar las ganancias sobre la lucha contra el odio, el racismo y la desinformación y que cuenta con el respaldo de más de 1.200 empresas y organizaciones para exigir cambios significativos en estas plataformas. Esta campaña está liderada por organizaciones como La Liga Antidifamación, una organización judía fundada por la organización B'nai B'rith en los Estados Unidos, la cual alega que su objetivo es “mediante apelación a la razón y la conciencia y si es necesario a la ley, detener la difamación del pueblo judío” y la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color), una organización voluntaria estadounidense fundada en 1910 que se opone a la discriminación racial y que lucha por conseguir leyes que protejan los derechos de las personas de color. Ambas organizaciones destacan la responsabilidad de las empresas de tecnología en la lucha contra el discurso de odio y la desinformación en línea.
En conjunto, estas acciones fortalecen la comunidad en línea y promueven una cultura digital más saludable y empática, que favorece una mejor convivencia y unos cauces de relación más amables, respetuosos y constructivos entre las personas que aportan a la construcción de una comunidad online articulada mediante los mensajes e interacciones que se tejen en las redes sociales.