¿Cuáles son los efectos psicológicos del uso de la tecnología con fines violentos?

Análisis de las consecuencias psicosociales de las acciones de Israel contra Hezbolá y las derivadas de la digitalización para cometer agresiones de diferente tipo.

Pedro Fernaud

Periodista

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El uso de la tecnología con fines violentos genera problemas psicológicos entre la población.
El uso de la tecnología con fines violentos genera problemas psicológicos entre la población.

El pasado 17 de septiembre, Israel colocó explosivos en miles de buscas utilizados por Hezbolá, organización fundada en los años 80 y conocida por su resistencia contra Israel y su apoyo a causas chiitas en Oriente Próximo, que cuenta con el respaldo de Irán. Este grupo también participa en el Gobierno libanés y es considerado una organización terrorista por algunos países, mientras que otros lo ven como un movimiento de resistencia.  La acción fue desarrollada presumiblemente por el Mosad, el servicio de inteligencia israelí. El objetivo fue detonar los dispositivos buscapersonas de diferentes personas vinculadas, de una u otra forma, a Hezbolá, por temor a que una operación secreta israelí fuera descubierta.

Las explosiones causaron al menos 12 muertes y 3.000 heridos en Líbano y Siria, incluyendo al embajador iraní en Beirut, lo que representa una gran escalada en el conflicto. Hezbolá promete represalias, mientras Estados Unidos intenta calmar las tensiones en la región. Más allá de esas consecuencias geoestratégicas, la acción también ha despertado un clima social y psicológico de temor en la comunidad internacional, al crear una sensación de inseguridad y vulnerabilidad, haciendo más conscientes a amplias franjas de la población mundial de lo expuestos que, potencialmente, estamos a agresiones de todo tipo mediante el uso de la tecnología.

El uso de la tecnología como herramienta para acciones violentas ha creado un entorno digital de alto riesgo psicológico, de manera que exacerba el miedo y la ansiedad en la población. La reciente escalada de violencia en Gaza y Líbano ha intensificado esta situación, hasta el punto de que ha generado una atmósfera de psicosis de absoluta inseguridad”, según Manuel Ricardo Torres Soriano, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Los ataques, que incluyen explosivos camuflados en dispositivos personales, no solo han causado víctimas directas, sino que han sembrado un miedo latente en la población, que ve en cada aparato una posible amenaza.

Como apuntó en su momento el psicólogo Philip Zimbardo, esta repetida exposición convierte el hogar, un espacio de seguridad, en una “trinchera psicológica”, donde el miedo se renueva de manera constante con cada noticia o publicación en redes sociales. Además, un estudio publicado en el Journal of Anxiety Disorders revela que el 30% de las personas expuestas a imágenes de atentados relataron síntomas de ansiedad y trauma, un fenómeno que se amplifica cuando las víctimas sienten que no pueden evitar la amenaza.

Combatir los efectos psicológicos de la tecnología empleada con fines violentos requiere no solo medidas de seguridad, sino también estrategias de salud mental que reduzcan la exposición y el impacto de estos contenidos. La Unión Europea ha tomado pasos importantes en este sentido, implementando normativas que limitan la propagación de material violento y programas de resiliencia psicológica en contextos de alto riesgo. En este marco, la resiliencia digital debe estar al centro de la estrategia de prevención, de tal manera que proteja a la población de los efectos invasivos del terrorismo en línea.

De cualquier modo, Torres Soriano aclara que, aunque los recientes ataques generan alarma, no implican que cualquier dispositivo cotidiano sea una amenaza, ya que estas acciones fueron resultado de operaciones de inteligencia específicas.

Desconfianza ante cualquier cosa que esté conectada

La reciente escalada de violencia entre Israel y grupos en Gaza y Líbano ha generado una atmósfera de "psicosis de absoluta inseguridad", según explica, en una entrevista en el diario El País, Torres Soriano. Los ataques, que involucran explosivos camuflados en dispositivos buscapersonas y walkie-talkies, no solo causaron víctimas directas, sino que también han sembrado un miedo latente en la población, que ve en cada aparato una posible amenaza. “Cuando se sufre un hecho tan traumático como este, se tiende a desconfiar de cualquier cosa que esté conectada”, afirma, al tiempo que señala que esta desconfianza es especialmente problemática para grupos como Hezbolá, cuya infraestructura operativa ha quedado comprometida por la falta de comunicaciones seguras.

A pesar de que esta táctica no es nueva –Israel ya la utilizó en operaciones individuales contra altos mandos de Hamás–, su aplicación masiva es inusual y destaca la vulnerabilidad en las redes logísticas de los grupos armados. Este tipo de ataques busca desconectar y desorganizar a Hezbolá, debilitando su capacidad de respuesta y de coordinación interna. Según Torres Soriano, la acción “ha demostrado que la actual estructura de Hezbolá no tiene mucho futuro”, pues la infraestructura de estos grupos depende cada vez más de sistemas de comunicación modernos, que a su vez se vuelven puntos de vulnerabilidad.

Además, este experto indica que, aunque estos incidentes generan alarma, no implican que cualquier dispositivo cotidiano sea una amenaza. Los ataques recientes no han involucrado “una manipulación de un aparato de uso general para convertirlo en un arma mortífera”, aclara, pues estos dispositivos fueron alterados físicamente en operaciones de inteligencia específicas. No obstante, destaca la necesidad de reforzar los protocolos de seguridad en la cadena de suministro, especialmente cuando se sospecha de dispositivos tecnológicos que puedan haber sido manipulados. Este experto considera que estamos ante “una operación de inteligencia tradicional” y no de guerra híbrida porque “hay uso de la violencia física”. Al tiempo que alerta de que hay que ser muy proactivos en la prevención de esta clase de acciones: “No se pueden adoptar medidas cuando ya es tarde, sino en el momento que se identifica una señal de alarma o una probabilidad. Es como el juego del gato y el ratón. Quien se duerme, pierde. La carrera de buscar nuevas vías y neutralizarlas es permanente”, resaltando que tanto las fuerzas de seguridad como los grupos terroristas mantienen una carrera constante para adaptarse y neutralizar las amenazas en evolución.

Cómo afecta a nuestra vidas la manipulación digital

Un documento de referencia para comprender de qué manera lastran nuestra existencia las organizaciones que actúan mediante métodos violentos digitales es la Estrategia Nacional Contra el Terrorismo en España, coordinada por el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), que destaca los efectos psicológicos de la tecnología empleada en tácticas violentas, que promueven una percepción de inseguridad. Según el documento, la “amenaza terrorista y el extremismo violento proyectan un clima de tensión constante”, lo cual contribuye a la desestabilización política y social en las comunidades afectadas. Además, el uso de tecnología avanzada y la globalización facilitan el reclutamiento y la propaganda, intensificando los temores de manipulación digital entre los ciudadanos. Este fenómeno, según se explica, exige respuestas “integrales y coordinadas” que incluyan la educación ciudadana y una comunicación eficaz, con el fin de mantener la confianza en las medidas de seguridad estatal.

En esa dirección, la estrategia menciona la importancia de fortalecer la “resiliencia colectiva”, promoviendo la cohesión social y la colaboración internacional para mitigar el impacto psicológico del terrorismo. Las víctimas son reconocidas como un pilar fundamental para sensibilizar a la sociedad y fomentar una “cultura de paz”, lo que contribuye a neutralizar la narrativa terrorista que emplea el miedo como arma psicológica.

Miedo por los ataques contra infraestructuras críticas

Existe consenso en la comunidad psicológica intencional en señalar que la utilización de la tecnología con fines violentos tiene profundos efectos psicológicos, pues fomenta una percepción generalizada de inseguridad y vulnerabilidad en la sociedad. En ese sentido, la Oficina de Lucha contra el Terrorismo de la ONU (UNCCT) señala que el uso de internet y redes sociales para incitar, reclutar y financiar actos terroristas crea un ambiente de constante alerta en la población. Esta sensación se intensifica cuando se emplean ataques cibernéticos contra infraestructuras críticas, al generar una desconfianza hacia la tecnología en general y una respuesta emocional de temor, debido a que cualquier dispositivo conectado parece susceptible de ser manipulado para causar daño.

Además, el monitoreo de contenidos en redes para rastrear actividades terroristas y la obtención de pruebas digitales, aunque necesarias, también plantea dilemas sobre privacidad y derechos humanos, de tal modo que provoca sentimientos de inseguridad y exceso de vigilancia en la ciudadanía. La estrategia de la ONU busca mitigar estos efectos psicológicos mediante la cooperación internacional y la capacitación de las fuerzas de seguridad, enfocándose en restaurar la confianza pública en la tecnología y en los mecanismos de seguridad implementados para proteger a la sociedad de amenazas extremistas.

El coste: estrés postraumático, depresión y ansiedad 

El uso de tecnología con objetivos violentos desencadena problemas psicológicos significativos, tanto en víctimas directas como en la sociedad en general. Un informe de María Paz García-Vera y Jesús Sanz, auspiciado por la Universidad Complutense de Madrid, expone que este tipo de ataques eleva el riesgo de desarrollar trastornos como el estrés postraumático (TEPT), depresión y ansiedad. Las víctimas experimentan una percepción de amenaza constante, lo que produce hipervigilancia y un estado de alerta continua que afecta gravemente su calidad de vida.

Asimismo, los efectos psicológicos de estos ataques no solo se limitan a las víctimas directas, sino que también impactan a sus familiares y a la población cercana. La alta visibilidad mediática genera una sensación de vulnerabilidad colectiva, lo que incrementa los niveles de ansiedad en la sociedad. La exposición a la información sobre estos eventos, especialmente cuando involucra tecnologías cotidianas como móviles o internet, contribuye a una percepción generalizada de inseguridad. El informe subraya la importancia de brindar atención psicológica a corto, mediano y largo plazo, ya que los efectos de los atentados pueden perdurar por años. García-Vera y Sanz recomiendan una terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma para tratar estos trastornos, señalando que es fundamental mitigar la carga emocional y restaurar la confianza en la vida cotidiana para contrarrestar los daños psicológicos que producen estos ataques.

Impacto del temor a ser víctima

El uso de la tecnología con propósitos violentos impacta profundamente en la salud mental de las personas al provocar una sensación de impotencia y descontrol. Los ataques también desestabilizan el sentido de seguridad en la sociedad, debilitando la cohesión y los lazos comunitarios, e intensifican divisiones sociales como las étnicas o religiosas, lo cual se observó en el aumento de crímenes de odio tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Además, el miedo prolongado por amenazas terroristas puede conducir a cambios conductuales como aumento en el consumo de sustancias, absentismo laboral o escolar, y un uso inadecuado de servicios médicos por ansiedad. Esta última tendencia se observó tras ataques químicos, como el del metro de Tokio, donde miles de personas buscaron atención médica sin estar realmente en riesgo. La tecnología usada en la difusión de información y en los ataques mismos intensifica el impacto psicológico, pues las noticias se diseminan de forma inmediata y masiva, lo que puede llevar a respuestas exageradas y dificultar una evaluación adecuada de los riesgos reales.

La UE, contra la influencia terrorista en lo digital

Otra vertiente importante del uso de la tecnología en el terrorismo tiene que ver con la difusión de propaganda extremista en redes sociales, videojuegos y otras plataformas en línea, que expone a personas de todas las edades, especialmente jóvenes, al riesgo de radicalización, acentuado durante la pandemia por el aislamiento social. Las imágenes y relatos de ataques se convierten en una fuente de ansiedad colectiva que afecta la salud mental de la población, mientras que la exposición constante a estos contenidos en línea puede facilitar el reclutamiento y la influencia de ideologías violentas.

La Unión Europea (UE) está comprometida en prevenir y mitigar estos efectos, desarrollando políticas de seguridad que buscan neutralizar amenazas antes de que se materialicen. Para afrontar la radicalización, la UE ha aumentado la vigilancia en plataformas digitales y mejorado la cooperación entre Estados miembros en la prevención de ataques. Las medidas incluyen controles más estrictos en el comercio de componentes de armas y materiales explosivos, además de sancionar el desplazamiento de personas hacia zonas de conflicto para integrarse en grupos terroristas. Estas estrategias de seguridad buscan desmantelar redes y reducir la exposición de los ciudadanos a contenido radical, trabajando así para limitar el impacto psicológico del terrorismo en la sociedad europea.