Una cosa debemos tener clara. Hoy en día, el concepto de “activismo” ha trascendido más allá de las limitaciones geográficas y de las manifestaciones físicas que conocemos. Y ha encontrado en internet un nuevo campo de desarrollo.
Es un fenómeno cada día más y más emergente, rebautizado con el nombre de hacktivimo. Una forma peculiar y diferente de utilizar la red con el fin de desafiar a gobiernos y a los diferentes sistemas de poder.
También una manera de luchar contra la corrupción y perseguir causas de toda índole, desde económicas, políticas, sociales… pero ¿es siempre el hacktivimos un fenómeno positivo? ¿la sociedad entiende en realidad que significa o piensa que el concepto como tal está vinculado a algo negativo?
La práctica de esta nueva “corriente” ha sido tema central de diferentes debates: ¿es el hacktivismo la viva imagen de la libre expresión de la era digital o una amenaza a la seguridad nacional?
El hacktivismo es el arte de combinar las técnicas del hacking con las manifestaciones del activismo político y social.
Los militantes de esta práctica utilizan los medios a través de la tecnología para revelar información secreta, hackear sitios web y suspender servicios on line para denunciar injusticias o cuestionar a las formas de cualquier abuso de poder.
Al igual, el Anonymous, otros movimientos como LulzSec y WikiLeaks han sido noticia y casi tema de estado debido a sus publicaciones, divulgaciones y ataques a países, políticos y organizaciones.
Estas acciones han sido instrumentalizadas para sacar a la luz casos de la corrupción gubernamental y el abuso de los derechos humanos.. Asimismo, los hackivistas aluden que sus acciones son imprescindibles para la sociedad y que actúan en pro de la justicia.
Dilema ético del hacktivismo
Y con el poder hemos topado. Y es que, gobiernos de diferentes países han clasificado a los hacktivistas como auténticos ciberdelincuentes. ¿La razón? La publicación de escándalos, asuntos internos y casos de corrupción que nunca deberían haber ocurrido y que los hacktivistas quieren y desean que la sociedad se entere. En este sentido, ¿el fin justifica los medios? Para los estados no. Para los hacktivistas sí.
Cada vez son más los ataques coordinados contra entidades gubernamentales, sistemas financieros, programas informáticos… para buscar dicha información pero, por otro lado, también se estaría cometiendo un delito por el cómo y por la finalidad: conseguir datos sensibles.
Los críticos de los hacktivistas también denuncian que la difusión de dicha información sin un análisis adecuado puede llevar a la manipulación de la opinión de la población, influir en procesos democráticos e incluso derrocar a un gobierno.
La línea entre la exposición legítima y la actividad delictiva
Mientras que algunos creen que acceder a la información es un derecho innato, otros sostienen que la privacidad y la seguridad de las naciones deberían limitar esta exposición.
En realidad, el hacktivismo opera en una zona algo gris, donde las acciones pueden ser vistas como éticas por unos y como actos criminales por otros. Y en el fondo de la cuestión también encontramos la falta de regulaciones por un lado y un hacktivismo digital imposible de controlar.
En muchos casos, las actividades hacktivistas han propiciado cambios políticos y sociales positivos, en otros casos solo han aportado información falsa.
Por ello, las autoridades han tomado medidas cada vez más restrictivas en respuesta a las actividades hacktivistas. Varios países, como EE. UU. y China, han endurecido las regulaciones de la ciberseguridad, imponiendo castigos severos indistintamente de la motivación. Sin embargo, esta medida también es controvertida, ya que a menudo la ley recorta las libertades digitales y la privacidad de la población.
¿Cuál es el futuro del hacktivismo? Éste dependerá de cómo las sociedades aborden el equilibrio entre la seguridad digital y la libertad de expresión. En un contexto donde la velocidad de desarrollo de la tecnología hace que sean cada vez más difícil de atrapar tanto los hacktivistas como a los ciberdelincuentes con una finalidad criminal clara.