La guerra espacial vuelve a la palestra informativa después de que funcionarios norteamericanos denunciaran que el pasado 16 de mayo Moscú lanzara un arma antisatélite en la misma orbita que un satélite de Estados Unidos, pero más que la noticia en sí, sería necesario e importante analizar las consecuencias globales de una más que posible militarización del espacio.
"El 16 de mayo, Rusia lanzó un satélite en órbita baja terrestre que, según Estados Unidos, probablemente sea un arma antisatélite (presumiblemente) capaz de atacar otros satélites en órbita baja terrestre", según palabras del embajador de EE.UU. Robert Wood en un discurso el 20 de mayo en las Naciones Unidas. "Rusia desplegó esta nueva arma antisatélite en la misma órbita que un satélite del gobierno estadounidense".
Las características de las cargas útiles antisatélite de este nuevo aparato se asemejarían a las ya desplegadas previamente por el Kremlin en los años 2019 y 2022. A finales de 2019, los rusos lanzaron un satélite que luego liberó un segundo satélite. Ambos satélites siguieron a un satélite de la Oficina Nacional de Reconocimiento. El entonces jefe de Operaciones Espaciales, el general John W. “Jay” Raymond, los comparó con las "muñecas rusas". Varios meses después, los funcionarios estadounidenses dijeron que el sub-satélite había liberado otro objeto, aparentemente disparando un proyectil a alta velocidad.
En 2021, Rusia probó un misil antisatélite de ascenso directo contra uno de sus propios satélites, destruyéndolo y creando un campo de escombros masivo.
Y a principios de este año, el entonces subsecretario de Defensa para Política Espacial, John F. Plumb, confirmó la preocupación norteamericana de que Rusia está desarrollando un arma nuclear "indiscriminada" para colocar en el espacio.
Estados Unidos tomó la iniciativa de copatrocinar una resolución en las Naciones Unidas. Esta resolución tenía como objetivo principal instar a todas las naciones a abstenerse de desarrollar o desplegar armas nucleares en el espacio exterior. La propuesta reflejaba el compromiso de EE.UU. y sus aliados con la preservación del espacio como un dominio pacífico y libre de armamento nuclear, buscando evitar una carrera armamentista en este entorno crítico.
La propuesta de resolución fue parte de un esfuerzo más amplio para establecer normas y reglas internacionales que prevengan la militarización del espacio y garanticen su uso pacífico. En particular, la preocupación sobre el desarrollo de armas nucleares en el espacio se centra en los riesgos catastróficos que tales armas podrían representar, incluyendo la posibilidad de una guerra nuclear que podría tener efectos devastadores no solo en el espacio, sino también en la Tierra.
Rusia, un miembro permanente del Consejo de Seguridad con poder de veto, se opuso firmemente a la resolución. Argumentaron que la propuesta de EE.UU. era unilateral y no abordaba las preocupaciones sobre el desarrollo de otras armas espaciales no nucleares que también podrían desestabilizar el equilibrio de poder en el espacio.
La votación terminó en un empate de 7-7, con Suiza absteniéndose. Este empate significó que la resolución no pudo ser adoptada. Rusia utilizó su poder de veto para bloquear la resolución. Además, en un movimiento estratégico, Rusia presentó una resolución propia que condenaba todas las armas en el espacio, intentando desviar la atención y ganar apoyo para su posición. Sin embargo, esta resolución también fracasó en ser adoptada.
Consecuencias de una escalada armamentística en el Espacio
- Aumento del riesgo de conflicto. Como en cualquiera de los otros dominios, la militarización del espacio podría llevar a un aumento significativo en las tensiones internacionales. La posibilidad de ataques preventivos contra satélites y otros activos espaciales podría convertirse en un elemento desencadenante de conflictos entre potencias espaciales.
- Desarrollo de nuevas tecnologías bélicas. Las armas antisatélite (ASAT), como láseres, satélites de captura y otras tecnologías avanzadas, podrían evolucionar rápidamente. Esto no solo aumentaría la capacidad destructiva en el espacio, sino que también tendría efectos colaterales en la Tierra, como la interrupción de sistemas de comunicación y navegación.
- Proliferación de escombros espaciales. La destrucción de satélites puede generar grandes cantidades de escombros espaciales, lo que representa un peligro para otros satélites y misiones tripuladas. El síndrome de Kessler, una situación en la que la densidad de objetos en órbita es suficientemente alta para causar colisiones en cadena, podría hacerse realidad, poniendo en peligro el acceso futuro al espacio.
- Impacto económico. Las economías modernas dependen en gran medida de las infraestructuras espaciales para comunicaciones, navegación, y vigilancia. La guerra en el espacio podría tener repercusiones económicas catastróficas, afectando sectores como el comercio, las finanzas y las emergencias.
Estados Unidos, Rusia y China son los principales actores en el ámbito de la carrera armamentista espacial. Cada uno de estos países ha desarrollado capacidades significativas en tecnología espacial y armamento ASAT. La Unión Europea, Japón e India también tienen programas espaciales avanzados y podrían verse involucrados en esta dinámica. Por su parte, Naciones Unidas y su Oficina para Asuntos del Espacio Ultraterrestre (UNOOSA) jugarían un rol crucial en intentar mediar y establecer regulaciones para prevenir una escalada armamentística descontrolada.
Si pensamos en establecer un equilibrio de poder en el espacio, esto podría generar una nueva forma de disuasión mutua similar a la Guerra Fría, donde las potencias espaciales mantendrían una paz muy frágil basada en la capacidad de destrucción mutua asegurada (MAD) en el espacio al igual que ocurre en el ámbito de armamento nuclear.
Esto podría llevarnos seguramente a un rápido desarrollo tecnológico y la carrera armamentista en el espacio podría acelerarse, aunque no solo para uso militar, sino también para aplicaciones civiles.
Además, el rápido desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) en todos los ámbitos, incluido por supuesto el militar, multiplicaría las posibilidades de la IA en el campo espacial ya que esta puede mejorar la capacidad de detectar, rastrear y predecir el comportamiento de objetos espaciales, incluidas amenazas potenciales. Algoritmos avanzados pueden identificar patrones sospechosos y activar contramedidas en tiempo real. Por otra parte, sistemas autónomos equipados con IA pueden operar y responder más rápidamente a amenazas, incluyendo la implementación de medidas defensivas como la evasión de satélites enemigos o la neutralización de armas ASAT.
En definitiva, una escalada armamentística en el espacio tendría amplias y devastadoras consecuencias para la seguridad global y la economía. La participación de múltiples actores, combinada con el rápido avance de tecnologías como la inteligencia artificial, podría, como en otros dominios, por un lado exacerbar los riesgos pero también ofrecer nuevas formas de mitigarlos. Es esencial que la comunidad internacional trabaje en conjunto para establecer normas y acuerdos que prevengan un conflicto en el espacio y aseguren su uso pacífico y sostenible.
Rusia, que parece estar en desventaja con respecto a Estados Unidos en los dominios clásicos de mar, tierra y aire, además también del ciberespacio, podría intentar desquitarse en el dominio espacial, a sabiendas de las consecuencias económicas globales que este espacio podría suponer.
El Ártico y el Espacio deberían ser espacios libres de armamento y tensiones geopolíticas, pero muy al contrario, nos dirigimos hacia una rápida y “natural” militarización de ambos lugares.