¿Qué es Thunderforge?
El proyecto Thunderforge permite al Pentágono comenzar a desplegar sistemas de IA con capacidad para asistir, y también tomar, decisiones operativas en el campo de batalla. Por ahora, esas decisiones se consideraran como propuestas.
Aunque igual es muy aventurado afirmar esto, podríamos decir que es el primer país que toma esta decisión (sin saber mucho del uso que China le puede estar dando militarmente a DeepSeek) y colocaría a EE.UU. en la vanguardia de una nueva carrera tecnológica y militar con la aplicación de decisiones militares generadas por una IA.
La IA agéntica en el campo de batalla
Thunderforge se basa en una forma de IA conocida como IA agéntica (agentic AI), que se diferencia de la IA generativa convencional en su capacidad para operar con mayor autonomía, sin depender exclusivamente de instrucciones humanas.
Básicamente, esta IA recopila datos en tiempo real, los analiza y propone o ejecuta acciones operativas, todo dentro de un marco controlado (todavía) por supervisión humana.
Scale AI, una compañía de San Francisco, será quien lidere este contrato, junto con gigantes tecnológicos como Anduril (con su plataforma Lattice) y Microsoft, que aporta capacidades de computación en la nube y modelos de lenguaje avanzados.
Esta inteligencia artificial será probada inicialmente, en las regiones militares del Indo-Pacífico (INDOPACOM) y Europa (EUCOM). La tensión y volatilidad de estas dos regiones servirá como un perfecto campo de pruebas para este proyecto.
El precedente chino: DeepSeek y la urgencia estadounidense
La razón por la que Washington ha querido acelerar y promover este proyecto se llama DeepSeek. La IA china se alinea con los intereses del Partido Comunista chino, lo que supondría una amenaza directa para los intereses del Tío Sam.
“Si nuestra memoria colectiva está siendo absorbida por modelos que luego reproducen la historia desde un lente contrario a EE.UU., estamos ante un problema serio. Ganar la guerra también implica ganar el relato”, afirma Jason Droege, CSO de Scale AI.

IA para ganar segundos... y guerras
Los impulsores del proyecto Thunderforge buscan sobre todo una cosa: la velocidad. Se trata de que la IA agéntica analice, procese y contextualice lo que hoy puede tardar días o semanas en ser analizado por equipos humanos, en cuestión de segundos, y esto permita tomar decisiones acertadas en tiempo y forma.
Este objetivo lo alcanzará Thunderforge analizando miles de registros históricos, generando hipótesis, proponiendo cursos de acción y, sobre todo, permitirá a los operadores humanos hacer las preguntas adecuadas: “Si han hecho esto, ¿qué ocurrirá después?”, “¿puedes determinar los patrones?”, “¿qué sensores deberíamos activar?”.
Desde luego, este tipo de IA ayudará en el aspecto de “exceso de información” o mando multidominio, donde la ya existente saturación de datos procedentes de miles de sensores, fuentes de inteligencia y redes de vigilancia globales hace inviable una supervisión humana tradicional.
No se está buscando un sustituto del jefe u oficial al mando, sino en un (rápido y efectivo) asistente operativo que optimizará recursos, reducirá brutalmente el tiempo de análisis y, por lo tanto, mejorará y acelerará las decisiones más críticas, que hasta ahora eran imposibles de tomar de manera inmediata en un escenario tan caótico.
Supervisión humana y retos culturales
Y aquí llega el desafío de implantar a una máquina para tomar decisiones militares (o influir de manera definitiva o importante sobre ellas).
El Departamento de Defensa norteamericano insiste en que todas las decisiones seguirán estando bajo control humano. Como bien definen los responsables políticos, la IA propondrá, pero no dispondrá (al menos así será al principio del proyecto…). Pero, en un escenario tenso, con el estrés operativo que ello conlleva, ¿Dónde está la frontera entre la sugerencia y la automatización?
Según generales norteamericanos, el mayor obstáculo no es tecnológico, sino cultural: lograr que los oficiales confíen en los sistemas, comprendan sus límites y los integren en sus procesos sin generar dependencia, ni tampoco complacencia.
Un nuevo paradigma estratégico
Thunderforge plantea diferentes implicaciones:
Tecnológicas. Washington se posiciona como líder en IA agéntica, pero el margen de error en entornos militares es cero. La validación de estos sistemas será crítica.
Geopolíticas. La carrera entre China y Estados Unidos por dominar la IA militar sube un peldaño. No se trata solo de quién tiene el mejor sistema, sino de quién lo puede escalar, controlándolo de forma ética.
Doctrinales. Las reglas de enfrentamiento, la cadena de mando y los principios de proporcionalidad y discriminación en el uso de la fuerza deberán redefinirse si las máquinas participan activamente en la evaluación de amenazas y en la respuesta armada.
Éticas. ¿Hasta qué punto puede una máquina interpretar intenciones humanas o anticipar consecuencias geopolíticas de una acción militar? ¿Puede la IA evitar una escalada, o será percibida como un catalizador de conflictos?
Desafíos éticos y culturales
Thunderforge no es solo un proyecto tecnológico, sino que puede significar un cambio de era. En esta nueva era la inteligencia artificial en el ámbito militar cambia su rol, y no se limita a tareas auxiliares, sino que se convierte en actor relevante en el campo de batalla.
En este teatro de operaciones, la rapidez, la precisión y la autonomía serán las nuevas armas del siglo XXI. Por esta razón, estrategia, doctrina e incluso la ética, deberán adaptarse a esta nueva realidad donde China y EE.UU. están cambiando la forma de hacer la guerra y afrontar las batallas.