¿Podría ayudar EE.UU. a que Marruecos controle Ceuta y Melilla?

En un contexto geopolítico en transformación, donde los equilibrios tradicionales se están desdibujando, las alianzas están adoptando nuevas formas. La proyección de poder ya no depende del músculo militar, sino de la capacidad de influir en territorios.

Sergio Delgado Martorell.

Periodista especializado en tecnología, ciberseguridad e innovación.

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La Armada Española en el buque 'Audaz' realizando la misión de vigilancia marítima en torno a Melilla (Fuente: Estado Mayor de la Defensa)
La Armada Española en el buque 'Audaz' realizando la misión de vigilancia marítima en torno a Melilla (Fuente: Estado Mayor de la Defensa)

Vivimos una época convulsa a nivel geopolítico. Donde las tres grandes potencias (EE.UU., China y Rusia) se afanan por controlar recursos estratégicos y anticipar con ello los cambios de un nuevo orden mundial en gestación.

Aunque lejos de los grandes titulares de prensa, Ceuta y Melilla se han convertido, de forma silenciosa pero creciente, en un punto de interés fundamental para Marruecos. ¿Están en peligro las dos ciudades autónomas de España en el norte de África?

Marruecos lleva años reclamando su soberanía. Y aunque tradicionalmente este asunto ha sido visto como una cuestión bilateral entre España y Marruecos, algunos movimientos recientes invitan a preguntarse si actores como Estados Unidos podrían jugar un papel indirecto o incluso decisivo en un hipotético cambio de estatus.  ¿Se podría reconfigurar la influencia de Washington en el Mediterráneo occidental?

Un nuevo orden mundial en movimiento

La invasión rusa de Ucrania, la revalorización de las tierras raras, la creciente tensión en Asia-Pacífico, la pugna por el Ártico y la reorganización de bloques estratégicos han acelerado la ruptura del orden global heredado del siglo XX.

En este nuevo tablero, el pragmatismo prima sobre las alianzas históricas, y los intereses a largo plazo pesan más que los compromisos formales.

Estados Unidos, consciente de la emergencia de China y del papel cada vez más asertivo de Rusia, busca afianzar su presencia global no solo a través de la OTAN, sino también estableciendo o consolidando alianzas con países estratégicos.

Marruecos es uno de ellos. Considerado un socio fiable en el norte de África, con un papel relevante en la lucha antiterrorista y una apertura económica creciente, Rabat se está posicionando como interlocutor privilegiado de Washington en la región.

La buena sintonía de EE.UU. con Marruecos

Estados Unidos mantiene con Marruecos una cooperación militar activa que se ha intensificado en los últimos años. Ambos países participan regularmente en maniobras conjuntas, como el ejercicio "African Lion", el mayor que organiza el Pentágono en África. Marruecos no solo ofrece una posición geográfica privilegiada, sino también una apertura estratégica hacia el Sahel y el Atlántico.

Esta relación se consolidó aún más en 2020, cuando la administración Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio de que Marruecos normalizara relaciones diplomáticas con Israel.

Este movimiento, lejos de ser simbólico, demuestra que Estados Unidos está dispuesto a avalar posiciones delicadas si ello le permite reforzar sus intereses globales. Esto lleva a preguntarse si, en una evolución futura de los equilibrios regionales, Washington podría mostrar una postura ambigua o incluso favorable hacia las aspiraciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla.

Ceuta, Melilla y la lógica del intercambio

El reconocimiento del Sáhara fue interpretado por muchos como un punto de inflexión. Marruecos comprobó que un apoyo explícito de Estados Unidos podía materializarse en forma de reconocimiento territorial. ¿Podría repetirse el escenario? La diferencia clave es que Ceuta y Melilla no son territorios disputados por Naciones Unidas, sino ciudades plenamente integradas en el marco constitucional español y europeo.

Sin embargo, en un mundo donde las potencias juegan a varias bandas, no puede descartarse que, en un eventual proceso de negociación global, se pongan sobre la mesa compensaciones territoriales o geoestratégicas.

La posibilidad de que Ceuta y Melilla se conviertan en parte de un intercambio de influencias, a cambio de acceso a recursos, control de rutas o consolidación de bloques regionales, no es del todo descabellada, por improbable que parezca hoy.

La presión por el control de recursos clave

El acceso a tierras raras, la conectividad energética y el control de flujos migratorios son cada vez más relevantes en la agenda internacional. Marruecos, consciente de ello, está reforzando su papel como puerta de entrada a África y como aliado estratégico para controlar rutas comerciales y suministros críticos. Ceuta y Melilla, por su localización, podrían convertirse en piezas valiosas dentro de esa estrategia.

Si bien no existe indicio alguno de una implicación directa de Estados Unidos en el asunto de las dos ciudades autónomas, el precedente de Groenlandia demuestra que Washington podría no descartar públicamente ideas impensables hace unos años, siempre que respondan a intereses geoestratégicos.

En 2019, Donald Trump llegó a sugerir abiertamente la compra de Groenlandia a Dinamarca, lo que generó una tormenta diplomática pero también puso sobre la mesa el valor creciente de territorios estratégicamente situados.

El papel de España y la Unión Europea

España, como potencia media en la escena internacional, se encuentra en una posición delicada. Aunque la soberanía sobre Ceuta y Melilla no está en duda, la falta de un respaldo firme y explícito de la Unión Europea, así como los vaivenes diplomáticos con Marruecos, han generado vulnerabilidades.

La dependencia energética, la presión migratoria y los desafíos internos pueden limitar su capacidad de maniobra en caso de una escalada en las tensiones.

La pregunta no es tanto si Estados Unidos ayudará a Marruecos de forma directa, sino si podría tolerar, incentivar o no oponerse activamente a un escenario de cambio, si este se produce en un contexto que favorezca sus propios intereses globales.

 En un mundo donde las certezas se diluyen, la historia demuestra que los equilibrios territoriales no son eternos. Y Ceuta y Melilla, aunque hoy estén firmemente bajo soberanía española, de la UE y de la propia OTAN, no están completamente al margen de las dinámicas de poder que se están gestando a nivel internacional.

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