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La seguridad nacional no depende solo de una inversión en capacidades militares

Desglosamos la lista de inversiones en estamentos que no son militares y que ayudarían a mantener la seguridad integral de nuestras sociedades.

Oscar Ruiz -Escudo Digital.

Experto en migraciones y analista internacional.

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Dos agentes de la Guardia Civil junto a un coche oficial del cuerpo (Foto: Guardia Civil)
Dos agentes de la Guardia Civil junto a un coche oficial del cuerpo (Foto: Guardia Civil)

Hablábamos en el anterior artículo sobre las crecientes voces que incitan a aumentar el gasto en Defensa en los países de la OTAN hasta el 3% del PIB, haciendo hincapié en que la seguridad nacional hoy en día no depende enteramente de una inversión total en capacidades militares. Aquí hoy evaluamos dónde habría que invertir parte de esos medios económicos para garantizar una seguridad nacional, y también de los aliados.

La lista de inversiones en estamentos que no son militares y que ayudarían (cada vez mas) a mantener la seguridad integral de nuestras sociedades ya es numerosa, y podríamos empezar por la policía y las fuerzas de seguridad del país, que desempeñan un papel crítico en la detección y neutralización de amenazas internas, como el terrorismo, el crimen organizado y las amenazas híbridas. A nivel global, la ciberdelincuencia y el terrorismo son ejemplos claros de cómo actores no estatales o grupos armados pueden desestabilizar sociedades desde dentro.

Por otro lado, la seguridad de las redes y la infraestructura cibernética se han convertido en pilares fundamentales para la defensa nacional. En un entorno cada vez más digitalizado, los ataques cibernéticos pueden paralizar a un país sin necesidad de una invasión militar física. Los sistemas de inteligencia, las redes financieras, la infraestructura crítica y las comunicaciones son objetivos principales en los conflictos modernos. Invertir en seguridad de redes y en la resiliencia cibernética (no solo en la militar) no solo es una defensa contra los ciberataques, sino también una forma de mantener la funcionalidad de las capacidades militares y civiles durante situaciones de conflicto.

También hay que tener en cuenta el concepto de “dominios civiles”, que hace referencia a todas aquellas áreas no militares que influyen directamente en la defensa de un país, desde los sistemas de salud hasta las infraestructuras energéticas, pasando por los medios de comunicación y las cadenas de suministro. Estas áreas, en muchas ocasiones gestionadas por entidades civiles, juegan un papel crucial a la hora de mantener la estabilidad y la funcionalidad de la sociedad, especialmente en tiempos de crisis. Reforzar los dominios civiles no solo contribuye a la defensa física del territorio, sino también a mantener la moral y el orden en situaciones de estrés.

La conciencia situacional es la capacidad de una nación para tener una visión clara y en tiempo real de las amenazas que enfrenta, tanto internas como externas. Esto no se logra únicamente con inteligencia militar, sino también con la integración de datos civiles, como la actividad en redes sociales, patrones de movilidad de la población y el análisis de infraestructuras críticas. En este sentido, la dominación de la información es clave, es decir, tener la capacidad de obtener, procesar y actuar sobre la información de manera más rápida y efectiva que el adversario. Esto solo se logra si existe una integración profunda entre las fuerzas armadas, las agencias de inteligencia, las fuerzas policiales y las entidades civiles.

Y llegamos al concepto de operaciones multidominio (MDO), que es la piedra angular de esta nueva visión de defensa. Hasta no hace mucho la guerra se libraba en dominios separados: tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio. Hoy, las operaciones multidominio buscan integrar todos estos ámbitos, junto con los dominios civiles, en una operación coordinada y sinérgica.

Las MDO implican la capacidad de coordinar operaciones simultáneas en múltiples dominios, utilizando la sinergia de cada uno para conseguir un efecto multiplicador. Un ejemplo sería una operación militar en la que se combinan ataques cibernéticos para deshabilitar las defensas electrónicas del enemigo, junto con fuerzas terrestres que avanzan sobre el terreno, todo mientras los sistemas de vigilancia espacial proporcionan inteligencia en tiempo real.

Y por último, pero no menos importante, la resiliencia social es esencial. Una sociedad resiliente es aquella capaz de resistir y recuperarse rápidamente de cualquier tipo de ataque, ya sea militar, cibernético o híbrido. Esto se consigue con la preparación adecuada, no solo de las fuerzas armadas, sino de toda la sociedad. Los sistemas de emergencia, los planes de contingencia y la educación de la población para saber cómo reaccionar en momentos de crisis son elementos clave para construir esta resiliencia.

El progresivo aumento del gasto en Defensa parece ser imparable para los países europeos de la OTAN, pero eso no quiere decir ni que se tenga que hacer de manera rápida y desmedida, ni que todas las inversiones vayan única y exclusivamente a las fuerzas armadas y los sistemas militares de defensa. Las amenazas de hoy en día cada son más hibridas por lo que se requiere mucha inversión también en contramedidas contra estos fenómenos. España está más que a tiempo (y con la obligación) de aumentar  su presupuesto para OTAN, pero también saber diversificar esos medios económicos en los estamentos que nos permitan seguir disfrutando de una seguridad integral en nuestro país.