En mayo de 2023, la Oficina Nacional de Auditoría de Australia criticó duramente el proceso de adquisición de las nueve fragatas antisubmarinas clase Hunter por parte del Departamento de Defensa australiano, que adjudicó el contrato a BAE Systems a finales de 2018. Pero este solo fue el comienzo de un aluvión de críticas procedente de distintos analistas que ha llevado a Defensa a reconsiderar esta decisión.
La principal razón para la victoria de la Type-26, según publicaban medios australianos e ingleses cuando se dio a conocer la decisión inicial, es que se trata de una plataforma más moderna y mejor adaptada para la lucha antisubmarina que la F-105/F-5000. Sin embargo, todos los informes daban como mejor posicionada la oferta de Navantia Australia, seguida por la de Fincantieri y, en tercera posición, por la de BAE, la adjudicataria.
En respuesta a la fase 'Request for Tender' convocada por la Commonwealth, Navantia Australia presentaba la fragata F-5000 en el marco de un plan amplio de desarrollo de un buque para guerra antisubmarina (ASW) que además pretendía servir para desarrollar la industria naval de Australia. Además, la propuesta de Navantia Australia era la de más bajo riesgo tecnológico, ya que es una evolución del diseño de los destructores AWD de la clase Hobart construidos para la Royal Australian Navy, pero adaptados a los requerimientos del nuevo programa.
La mayor parte de analistas navales han criticado el programa, aludiendo al aumento de peso del diseño de la fragata, a los retrasos en la programación y a lo que consideran un número inadecuado de células del sistema de lanzamiento vertical.
El informe de la Oficina Nacional de Auditoría de Australia describe la gestión del Departamento de Defensa en el proceso de adquisición de fragatas como sólo "parcialmente efectiva".
"El proceso de adquisiciones de defensa y los procesos de asesoramiento relacionados carecían de un enfoque de valor por dinero", señala el informe, "y no se conservaron los registros clave, incluida la justificación del enfoque de adquisiciones".
"Los gastos del contrato hasta la fecha no han sido efectivos para cumplir con los hitos del proyecto, y el proyecto está experimentando un retraso de 18 meses y un incremento estimado de un 50% en el precio final de los navíos, debido en gran parte a la inmadurez del diseño". "Defensa no llevó a cabo un proceso de licitación limitado efectivo para el diseño del barco. Los funcionarios no evaluaron la relación calidad-precio de los tres diseños en competencia", apunta el informe.
El secretario del Departamento de Defensa australiano, Greg Moriarty, respondió al informe el pasado mes de noviembre reconociendo fallas en el proceso de licitación del departamento.
"La planificación de adquisiciones cayó en un proceso de asesoramiento inconexo al gobierno que no incluyó pasos deliberados para mantener objetivos claros y coherentes, y un método de adquisición acorde con la escala, el alcance y el riesgo de la adquisición", dijo Moriarty.
Más tarde, el 5 de diciembre, un documento secreto puesto a disposición de los legisladores reveló que el proceso de selección del programa se centraba en capacidades de alto nivel a expensas de la relación calidad-precio, lo que iba en contra de las Normas de Adquisiciones de la Commonwealth de Australia.
"El Departamento (de Defensa) no cumplió con los requisitos de los CPR en relación con la obtención de una buena relación calidad-precio", indicaba el documento. "El equipo de revisión considera que era muy improbable que todos los miembros estuvieran suficientemente familiarizados con el proceso de adquisición como para emitir una opinión informada sobre qué licitación respaldaba mejor el logro de los objetivos del proyecto en términos de relación calidad-precio".
Según la propia auditoría australiana, la Armada australiana se encuentra con un pedido de nueve fragatas antisubmarinas que, frente al concurso original, "ha pedido un barco que haga de todo, lo que resultó en algo que no hace nada particularmente bien a la luz de su altísimo costo".
La mayor parte de las críticas, además de en su peso y lentitud, provienen porque BAE reemplazó una bahía de misión flexible en la mitad trasera del barco con un nuevo módulo de ataque que alberga 64 células VLS y cuatro lanzadores cuádruples para el misil de ataque naval fabricado por Kongsberg.
Los analistas navales, incluso de la propia armada australiana, critican la eliminación de la bahía de la misión, ya que afecta el papel de guerra antisubmarina del barco "al eliminar su capacidad para operar un segundo helicóptero y potencialmente su sonar remolcado".
"Las células VLS se utilizan principalmente para misiles de defensa aérea y luego para misiles de ataque terrestre. La función principal del Hunter es ASW (guerra antisubmarina), entonces, ¿necesita más de 32 células? Pero si la función principal del Hunter es ASW, ¿por qué (el Departamento de) Defensa requirió cambios de diseño significativos que tienen como objetivo principal mejorar sus capacidades de defensa aérea?", cuestionan.
Parece ser que la producción de las fragatas se llevará a cabo en tres lotes, cada uno de los cuales incluirá tres barcos, y hay fuertes presiones hacia el gobierno australiano para mantener solo el primer lote, y volver a reconsiderar los otros dos.
La primera fase del programa Sea 5000 implica la producción de barcos para la Marina Real Australiana. El gobierno del país, liderado por Anthony Albanese, recibió un estudio independiente sobre la flota de superficie prevista el 29 de septiembre, pero sus resultados no se harán públicos hasta finales del primer trimestre de 2024. Incluso el exvicealmirante de la Marina de los Estados Unidos William Hilarides llevó a cabo el estudio siguiendo las recomendaciones de la más reciente Revisión Estratégica de Defensa de Australia, que pedía una capacidad mejorada de ataque de largo alcance, entre otras cosas. Ante este panorama, quizá se abra una segunda oportunidad para la filial australiana de la compañía española Navantia, que lleva operando en el país desde el 2006 y el pasado mes de noviembre se asoció con los astilleros australianos Austal y Civmec para ofrecer al Gobierno del país una propuesta de diseño y fabricación de seis corbetas, con el objetivo de suplir la urgente necesidad de la Marina Australiana de aumentar su capacidad.