En los algo más de dos años que van desde el inicio de la invasión de Ucrania hay una gran corriente de dinero inversor que ha ido saliendo de posiciones en otros sectores (banca, telecomunicaciones, etc.) y tomando posiciones en seguridad y, sobre todo, en defensa.
Y aunque las acciones del sector armamentístico son una inversión no muy vendible socialmente, la realidad es que en tiempos de tensión política y militar esta industria florece, ya que su cliente son los estados.
Además, cada vez es mayor la inversión en tecnologías emergentes o disruptivas con aplicación militar o dual, lo que implica multitud de aplicaciones no bélicas, ya sea directamente en empresas cotizadas (en España solo Indra, que ha subido casi el doble en los dos años de conflicto) o combinándose en un índice de renta variable e invertirse a través de Exchange Traded Funds (ETFs) militares y de defensa.
Como el HANetf Future of Defence UCITS ETF, único ETF que sigue el índice EQM NATO+ Future of Defence. El ETF replica la rentabilidad del índice subyacente comprando todos los componentes del índice (réplica completa). Es decir, que viene a invertir en las mismas empresas (Rheinmetall, Thales, General Dynamics, etc.) y con la misma distribución regional (62,7% USA, 10,63 Francia, 6,88% UK, etc.) con que se arma la OTAN.
Por ejemplo, las cinco mayores empresas de Wall Street de armamento acumulan una revalorización media contando dividendos acumulada en los últimos diez años del 416%. Entre ellas están Lockheed Martin, Raytheon Tecnologies, Northrop Grumman y General Dynamics, en subida libre.
En las bolsas europeas destacan otros nombres como la compañía alemana MTU Aero Engines, las francesas Dassault Aviation y Thales, la italiana Leonardo o la británica BAE Systems, que es la segunda mayor contratista militar del mundo.
En España, la única compañía cotizada relacionada con la Defensa es Indra con soluciones que pasan por simuladores, radares de vigilancia y control del espacio aéreo, ciberseguridad o el uso de tecnología espacial aplicadas a operaciones militares.
La realidad es ‘dura y simple’ a la vez. Tras la anexión de Crimea por Rusia se alcanzó el compromiso de destinar al menos un 2% del PIB a defensa en la cumbre de la OTAN de 2014, pero fue tomado de forma muy relajada y solo lo cumple el 25% de los países miembros. Ahora con Rusia ocupando un 20% de Ucrania el compromiso se ha vuelto urgente y serio. Por ejemplo, España, que apenas destina un 0,9%, pasará al 1,2% en 2025 y llegará al 2% en 2030. La OTAN prevé que 18 de sus socios alcancen el 2% del PIB en gasto militar en 2024.
A 2023, el PIB de la OTAN (incluido Suecia) supera los 46 billones de euros, de los que 24 pertenecen a Estados Unidos y 1,46 a España. El 2% de ese PIB son 920.000 millones de euros anuales, cuando el PIB de Rusia es justo el doble, y su gasto de defensa se ha incrementado hasta los 111.000 millones de dólares. Por primera vez en la historia moderna de Rusia los gastos militares superarán en 2024 los gastos sociales (sumado a los gastos destinados a seguridad, el importe asciende al 40 % del presupuesto federal). Es decir, un presupuesto de 9 a 1 en materia de Defensa con la intención de disuadir a Putin por la simple razón de fuerza y tamaño adversario o de conducirle (si persiste en su intención) a una revolución social por no poder mantener el coste de la guerra.
Entre un 20% y una cuarta parte de esos 920.000 millones de euros de presupuesto deberán (200-250.000 millones €/año) ir destinado a equipamiento, con lo que se prevé que en los próximos años haya una lluvia de contratos en las empresas del sector.
La Alianza Atlántica calcula que la inversión en Defensa en 2022 fue de 1,052 billones de dólares estadounidenses, de los que solo 329.626 millones de dólares corresponden a Canadá y los aliados europeos. Estados Unidos y Reino Unido cumplen desde hace tiempo su compromiso de gasto, es el resto de Europa quien deberá hacer un mayor esfuerzo. Por ello, aunque muchos contratos irán a parar a Lockheed Martin, Bae System o Raytheon Technologies, cuando países como Alemania, Francia, Italia, España u Holanda, tengan que elegir un proveedor y coincida con sus necesidades militares, elegirán antes una empresa de la zona euro como la francesa Thales, la italiana Leonardo o la española Indra que pertenece al espacio económico europeo.
Solo en el caso de España, en el plazo 2024-2030 debemos acometer un volumen de 30.000 millones de euros de adquisiciones para mantener nuestro compromiso de fuerza.
Nos guste o no, la protección de la nación en si (defensa) y de sus ciudadanos en el día a día (seguridad) recibe cada vez más amenazas. Para la política de defensa se sigue una línea íntegramente desempeñada por el Estado; para la seguridad ciudadana el concepto ‘colaboración publico privada’ realmente implica desde la legislación y control del estado, cada vez mayores facturas por parte de empresas y ciudadanos en su seguridad.
¿Cómo se paga esto? No hay otra: vía mayores impuestos, detrayendo de otras partidas o ambas.
Los inversores siempre están atentos a estos movimientos, y lo que si hay ahora mismo en el mercado es dinero de sobra para invertir en empresas seguridad y defensa. Eso sí, con conocimiento, abstenerse advenedizos.