En esta entrevista, este economista y militar retirado, experto en relaciones internacionales, seguridad internacional, construcción de la paz y prevención de conflictos violentos y mundo árabe-musulmán, que codirige el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), deja de relieve un extraordinario conocimiento del escenario internacional y su capacidad didáctica, así como un espíritu crítico que ayuda a vislumbrar nuevas dinámicas de acuerdo, solidaridad y compromiso transnacional que harían del mundo un lugar más gobernable, justo y cohesionado. Jesús A. Núñez Villaverde analiza en estas líneas, entre otros grandes asuntos, cómo está la guerra entre Ucrania y Rusia, pero además nos ofrece su visión de otros grandes problemas a los que deberíamos prestar más atención, como las tensiones entre Argelia y Marruecos o las que en las últimas fechas no paran de subir de temperatura en Taiwán o Irán. Tampoco se olvida del resultado de las últimas elecciones italianas.
¿Cómo interpreta el desarrollo de la guerra desencadenada por la invasión de Rusia a Ucrania?
Es una guerra a través de la que Valdimir Putin pretende desarrollar un sueño imperial, que seguramente no se detendría en Ucrania. Al mismo tiempo, es un conflicto bélico en el que importantes actores se han implicado, con Estados Unidos a la cabeza, para apoyar a Ucrania. De ahí deriva un potencial eje desestabilizador de la política internacional, que dependiendo de cómo evolucione esa guerra puede acabar desencadenando un conflicto a mucha mayor escala. A día de hoy, Rusia está perdiendo la guerra. Lo que no quiere decir que la haya perdido, sólo que de momento la está perdiendo. Y esa situación plantea de inmediato una paradoja: cuanto más arrinconado y desesperado esté Putin, aumenta la probabilidad de que pueda recurrir a bazas que todavía no ha empleado, como acabamos de ver con la movilización general, que en ningún caso es parcial, de sus tropas en la que ya está. Esto nos obliga a considerar la posibilidad de un uso de armas nucleares, lo cual elevaría el conflicto a una escala mucho mayor que la que afecta a Ucrania.
Estos días se está celebrando un referéndum en las cuatro regiones ucranianas parcialmente ocupadas por Rusia para ver si desean adherirse a Rusia como entidades federadas de la misma. ¿Qué representa este movimiento para el desarrollo del conflicto entre Rusia y Ucrania? Aunque no tenga validez jurídica para la Comunidad Internacional, ¿el presumible voto afirmativo de los ciudadanos de esas regiones, de carácter prorruso, será la justificación legal a la que se amarre Rusia para elevar la carga armamentística que emplea en la guerra con Ucrania?
Las consultas que se están realizando en cuatro regiones ucranianas parcialmente ocupadas por Rusia son una farsa, de eso no hay duda. Lo que busca el gobierno de Putin es, no tanto tener una excusa para utilizar armas nucleares, ya que eso lo tiene garantizado. Crimea ya es territorio ruso, según Moscú. Y Crimea ya ha sido atacada por Ucrania con fuego artillero, y por lo tanto Putin ya tendría, si quisiera, el argumento de utilizar armas nucleares para defender territorio ruso. Para lo que sirven esa farsa de consultas es para que, en el momento en que decrete que esos territorios pasan a formar parte de la Federación de Rusia, le servirá para enviar allí a conscriptos (ciudadanos jóvenes rusos, que se están haciendo soldados mediante la instrucción militar obligatoria) y que legalmente no pueden ser empleados en tareas de combate fuera del territorio de la Federación Rusa. Y que, a raíz de la celebración de esos referendos, podrá hacerlo, aumentando así la movilización de su ejército.
"China, de momento, no está preparada, ni militar ni políticamente, para tomar una opción violenta e intentar cumplir un objetivo que ellos tienen hace tiempo: la unificación de lo que consideran toda China, lo que incluye digerir a Taiwan".
Más allá de este conflicto, que está en primer plano de la actualidad, no sé qué opina del aumento de la tensión por Taiwán. ¿Cómo pueden evolucionar las tensiones políticas y militares que se han registrado este verano entre China y Estados Unidos a este respecto? ¿De qué manera afectaría un posible conflicto entre ambas naciones a la estabilidad internacional?
Más allá de la Guerra de Ucrania, creo que el centro de gravedad de los asuntos internacionales está localizado ya, y va a estar localizado durante muchos años, en la zona del Indo-Pacífico, donde se aprecia que Estados Unidos pretende retener la hegemonía a escala planetaria, y una China que, cada vez de forma más abierta, cuestiona ese liderazgo, presentándose como un aspirante a liderar el planeta. Taiwan obviamente es el punto en el que eso se hace más evidente. Creo que China, de momento, no está preparada, ni militar ni políticamente, para tomar una opción violenta para intentar cumplir un objetivo que ellos tienen hace tiempo: la unificación de lo que consideran toda China, lo que incluye digerir a Taiwan y eliminar la posibilidad de que ese país sea una entidad política realmente independiente.
Como digo, la opción militar es la última que se puede considerar, y no creo que ahora mismo las tensiones que se están viviendo deriven en una opción militar. Desde ese punto de vista, hay que entender también que China puede ver la Guerra de Ucrania, en cierta medida, como una realidad que obliga a Estados Unidos a dedicar parte de sus esfuerzos en otro frente, y que eso le da, por lo tanto, más margen de maniobra, para ir reduciendo la ventaja que tiene Washington en la zona del Indo-Pacífico. Luego, seguramente, lo que vamos a ver sea un incremento de las tensiones, no solamente en relación con Taiwán. Aunque ya digo, creo que, a día de hoy, el escenario bélico no es desde luego la opción más probable.
¿Cuál es su consideración sobre la Nueva Ruta de la Seda China? ¿Puede mejorar la realidad social y económica de regiones olvidadas del planeta? ¿Hasta qué punto funcionará como instrumento de dominación de China sobre otras naciones?
Con esta Nueva Ruta de la Seda, lo que China hace es, por un lado, aprovechar los huecos que otros han ido dejando, por errores o por descuidos, o por no dedicar suficiente esfuerzo a países que se sienten necesitados. Por otro lado, a través de este plan, China lo que busca es escapar al agobio y el asedio que percibe por parte de Occidente, con Estados Unidos a la cabeza. Con este proyecto busca implicar a decenas de países, lo que puede ser atractivo en el corto plazo para algunos de ellos, en la medida en que suponga inversión, creación de infraestructuras, potenciación de redes comerciales… pero, al mismo tiempo, es obvio que este plan también los llevará a una sumisión y una dependencia de Pekín, que puede ser incluso peor que la que otros han tenido históricamente de Moscú o de Washington. A día de hoy, hay que entender esta ruta como el proyecto más ambicioso de China para seguir ampliando su influencia, jugando con el esquema en que se ha basado hasta ahora su crecimiento y poderío: aprovechando su gran liquidez financiera, y su capacidad industrial para desarrollar algunos proyectos conjuntos con algunos de sus vecinos. Una forma de hacer política que, por otro lado, se basa también en la no injerencia en asuntos internos, en cuestiones de derechos humanos, de democracia o de estado de derecho. Lo cual, a corto plazo, le da una ventaja sobre algunos países como los adscritos a las democracias liberales occidentales, que pretenden explorar esos vínculos ligados o condicionados a la democratización, potenciación de la sociedad civil y el respeto a los derechos humanos de esas naciones.
"Con los saharauis cada vez más abandonados, lo que cabe interpretar es que España ha tomado una opción de la que piensa, supongo, sacar mayor rédito que los costes que está asumiendo".
Desafortunadamente, no faltan cuestiones de actualidad sobre las que poner el foco. En el caso de Irán, el fallecimiento de Masha Amini ha desatado una oleada de protestas y revueltas que ya han costado la vida a 41 personas y producido cientos de detenciones. ¿Hasta qué punto ese presunto asesinato de esa mujer iraní por parte de la policía islámica del país asiático, provocado por no llevar correctamente el velo, puede funcionar como catalizador de reformas favorables a la mujer en aquel país?
Yo no lo tildaría de asesinato porque todavía no tenemos pruebas de que haya sido así. Hay que recordar que el régimen iraní dice que fue un infarto. Otros afirman que fue como resultado de torturas. En cualquier caso, es una muerte que expresa de manera bien clara el hartazgo de una población con un régimen que no garantiza la satisfacción de sus necesidades básicas, ni tampoco algunos derechos humanos muy elementales. Hablamos de un régimen represivo y autoritario, en la que tiene muchísimo peso una visión de la religión islámica: la chií. Esta es una situación en la que llueve sobre mojado. La cuestión es que ya en más veces se han dado dinámicas de protestas parecidas.
Hay que recordar que este régimen arranca en 1979. En principio, fue muy bien recibido por la inmensa mayoría de la población, en la medida en que se convierte en el factor que posibilita la caída del último Sah que hasta ahora ha tenido Irán. Es el mismo régimen que luego ha ido derivando hacia una estrategia política que, como digo, ha generado un descontento cada vez más generalizado. También hay que recordar que, desde el exterior, con Estados Unidos a la cabeza, pero también con la contribución clara de Israel, Arabia Saudí, y otras naciones, está habiendo una estrategia coordinada para ahogar al régimen iraní, aislándolo del mundo, impidiéndole comercializar con su gas y su petróleo, y cerrándolo a la inversión internacional. Es decir, buscando precisamente que aumente esa tensión social y que ese malestar se dirija contra el propio régimen. Es verdad que hay factores internos que explican este descontento del pueblo iraní (corrupción e ineficiencia por parte del propio régimen), y hay factores externos que en definitiva han creado una situación explosiva.
Nos referimos a un escenario en el que no sabemos cuál será el elemento desencadenante que finalmente provoque la caída de ese régimen. Puede ser ahora, con la situación generada por esa muerte, pero ya antes hemos contemplado sucesos parecidos, o incluso mucho más generalizados, con protestas en las calles, con protestas por los pucherazos electorales, que han provocado movilizaciones, y sin embargo el régimen, en el curso de estos últimos 40 años, ha aprendido a controlar esas situaciones, con una mezcla de represión y paternalismo, y el caso es que hasta ahora ha conseguido aguantar. Evidentemente, es un régimen que está en el punto de mira de Washington, Tel Aviv y otros actores estratégicos de la escena internacional, y acabará cayendo, pero no sabemos qué factor es el que acabará generando esa caída.
"El Sahel es un escenario que, por un lado, nos puede crear problemas vinculados, por ejemplo, al terrorismo yihadista o a focos migratorios descontrolados, por no hablar de contrabandos de todo tipo. Por otro lado, nos debería interesar su estabilidad y su desarrollo".
En clave de política exterior española, ¿cómo interpreta la variación histórica de nuestro gobierno en cuanto al Sáhara Occidental, al alinearse con el plan de autonomía para este pueblo elaborado con Marruecos? ¿Cómo cree que evolucionará nuestra relación política y comercial con Argelia, después de la crisis que España ha tenido con este país a raíz del acercamiento a Marruecos?
En primer lugar, es importante señalar que el gobierno español no ha explicado a su propia sociedad las razones que han llevado a ese cambio. Solamente podamos elucubrar respecto a lo que puede haber llevado a ese giro. Un cambio que a veces ha sido negado incluso por parte del propio gobierno español. Por lo tanto, ahí nos movemos en un territorio absolutamente oscuro. Lo que sabemos, hoy por hoy, es que quitando el hecho de que se ha reducido el número de personas que de manera irregular entran en España desde territorio marroquí, no ha habido contraprestaciones claras hacia España por ese giro diplomático. Más allá de eso, no hemos visto una normalización plena de las relaciones con Marruecos, y al mismo tiempo hemos contemplado cómo se ha provocado una crisis con Argelia. Evidentemente, a día de hoy, tenemos que tener algo muy claro: nadie se le va a jugar por los saharauis. Y nadie significa no solamente España, tampoco la ONU, la Unión Europea ni Argelia, que figura como su principal respaldo. Desde ese punto de vista, con los saharauis cada vez más abandonados, lo que cabe interpretar es que España ha tomado una opción de la que piensa, supongo, sacar mayor rédito que los costes que está asumiendo. Y, sin embargo, no vemos esos réditos de momento. Queda por ver si Argelia da por superada la crisis, teniendo en cuenta que más del 95% de los ingresos que obtiene este país es por la venta de gas, por lo cual Argelia necesita seguir vendiendo gas, y España necesita gas. Yo creo que no va a haber ningún problema en cuanto a que Argelia corte el suministro de gas a España. Eso creo que no va a suceder en ningún caso. Lo que sí van a hacer, y lo estamos constatando ya por las negociaciones que se están empezando a mantener, es que los argelinos van a incrementar sustancialmente los precios del gas que nos vendan. También hay que tener en cuenta que las relaciones entre Marruecos y Argelia son cada vez más tensas, lo cual repercute muy directamente en la seguridad española. Por lo tanto debería preocuparnos mucho no solamente si vamos a seguir comprando o no gas argelino, aunque sea más caro, sino que que se reduzca el nivel de tensión que hay en nuestra vecindad sur. Y por lo tanto, desde mi punto de vista, el esfuerzo principal español en este ámbito debería centrarse en hacer todo lo posible para favorecer que Marruecos y Argelia se entiendan, porque eso va también, evidentemente, en nuestro propio beneficio.
"Del desarrollo de la rivalidad entre Estados Unidos y China derivan numerosas tensiones en el ámbito internacional, puesto que tanto uno como otro van a intentar sumar a su bando a todos los aliados y socios posibles".
La presencia rusa es cada vez mayor en África gracias, entre otros factores, a la influencia de la empresa militar privada rusa Wagner, que está aglutinando a numerosos mercenarios de la zona para sus intereses. ¿De qué manera afecta a la geoestrategia mundial esa creciente influencia rusa en este continente?
Antes de pensar o decir cualquier cosa sobre Rusia, hay que entender los errores y las deficiencias de la estrategia que han seguido los países de la Unión Europea en esa misma región. Esa falta de tino es clave, porque Rusia no habría tenido ninguna oportunidad si hoy en día los países del Sahel fueran países desarrollados, estables, democráticos etcétera. Antes de que Rusia tuviera la más mínima oportunidad de colocar allí a ese grupo mercenarios de Wagner, lo primero que tenemos que entender es que la Unión Europea no le ha hecho nada bien en esa zona. Recordemos que, ahora mismo, Francia está saliendo ya de Mali y está replicando ese mismo modelo militarista en Níger, y en ningún caso la Unión Europea se ha tomado en serio ese entorno. El Sahel es un escenario que, por un lado, nos puede crear problemas vinculados, por ejemplo, al terrorismo yihadista o a focos migratorios descontrolados, por no hablar de contrabandos de todo tipo. Por otro lado, nos debería interesar su estabilidad y su desarrollo. Hasta ahora, sin embargo, lo que hemos adoptado ha sido una política básicamente militarista, con despliegues militares que hacen lo que pueden hacer. Es decir: eliminar algún grupo yihadista. Se trata de un parche, ya que las causas estructurales sociales, políticas y económicas de esos países son tan negativas que propician realidades muy complejas. De tal manera que no nos puede extrañar que que haya un grupo de personas en el Sahel que, por un lado, tratan de salir de allí y se aventuran para intentar llegar al territorio de la Unión Europea. Por otro lado, algunas de esas personas se apuntan a grupos violentos yihadistas, que, probablemente, y al menos en parte, volcarán su violencia contra países occidentales. Por lo tanto, si no corregimos el rumbo, no nos puede extrañar que Rusia gane enteros en la zona. En ese escenario, evidentemente, el régimen de Putin no tiene ningún interés para promover la democracia o el desarrollo de las naciones del Sahel. Sus objetivos en la zona se centran en ganar puntos e influencia en ese entorno y aprovecharse de las circunstancias actuales.
"Nos movemos en un escenario globalizado, en el que las capacidades nacionales ya no tienen fuerza directa para influir en este escenario, conformado por dinámicas transnacionales. Lo que nos falta son capacidades e instituciones (la primera de estas debería ser la ONU) para gobernar adecuadamente la globalización".
Se habla de que estamos asistiendo a una reconfiguración de los bloques políticos, militares y económicos. ¿De qué manera explicaría, grosso modo, la nueva realidad geoestratégica a escala planetaria que se está conformando en los últimos tiempos?
Básicamente, creo que el escenario se dibuja a partir de la realidad, ya bien visible, de la rivalidad entre Estados Unidos y China. Por un lado, Estados Unidos está tratando de mantener su hegemonía como líder mundial, ya que es el país que ha instaurado un orden mundial que, por cierto, hace aguas por todas partes. Por otro lado, China aspira a volver a lo que considera su lugar natural, como un país del centro planetario, y por tanto como referencia fundamental en los asuntos mundiales. Del desarrollo de esa rivalidad derivan numerosas tensiones en el ámbito internacional, puesto que tanto uno como otro van a intentar sumar a su bando a todos los aliados y socios posibles, empezando por los que están en la zona del sudeste asiático. Por estos motivos decía antes que el centro de gravedad de los asuntos internacionales ya se ha traslado definitivamente a la zona del Indo-Pacífico. Junto a esta realidad bipolar, tenemos una Rusia que todavía sigue soñando con ser considerada como una potencia global y que se está jugando en Ucrania sus últimas posibilidades en ese sentido. Rusia no tiene capacidad para ser una potencia global, pero sí para poder crear problemas más allá de su propio territorio, sin ninguna duda. Para empezar, porque tiene el principal arsenal nuclear del planeta. Por su parte, la Unión Europea sigue buscando su hueco en el escenario internacional, consciente, creo, de que está ante su última oportunidad de ser un actor relevante en ese ámbito, puesto que nadie va a esperar a la Unión Europea para que acabe tomando una voz única en el concierto internacional. En función de lo que ocurra en Ucrania, y de si la UE, los 27 países que la integran, es capaz de materializar una unión realmente política, tendremos respuestas a esa encrucijada. Si no lo consiguen, habrán arruinado ese proyecto por muchísimo tiempo. En paralelo a todo eso, está una ONU que debería ser el representante legítimo de toda la Comunidad Internacional, pero que asiste impotente a todos estos desarrollos, puesto que no se le ha dotado de capacidad para cumplir su tarea.
En definitiva, nos movemos en un escenario globalizado, en el que las capacidades nacionales ya no tienen fuerza directa para influir en este escenario, conformado por dinámicas transnacionales. Lo que nos falta son capacidades e instituciones (insisto en que la primera de estas debería ser la ONU) para gobernar adecuadamente la globalización. Creo que necesitamos atender de manera coordinada los problemas reales y amenazas globales, y que necesitamos instrumentos mundiales a la altura de un desafío de esa envergadura. Estamos todavía ahí, en esa etapa del proceso globalizador, y creo que eso es lo que define la situación actual.
Por último, ¿deberíamos preocuparnos en la Unión Europea por el triunfo del partido los Hermanos de Italia, liderados por Giorgia Meloni, en las elecciones generales de este país?
Es sin lugar a dudas una pésima noticia, que se añade a otras que ya hemos tenido últimamente, como por ejemplo lo que ha sucedido en Suecia, lo cual nos hace pensar que no es solamente una cuestión de los países del sur de Europa, sino de una dinámica general, en la que las opciones ultranacionalistas están cobrando cada vez más fuerza, en la medida en que el efecto acumulado de una crisis económica, que estalló en el año 2008, de una pandemia, que eclosionó en el año 2020, y ahora de la Guerra de Ucrania, va generando un enorme malestar social, por parte de capas de población que se sienten perdedoras de la globalización, y que perciben que viven un deterioro muy claro de sus niveles de bienestar. Con este caldo de cultivo, las opciones de ultraderecha y las opciones radicales ultranacionalistas crecen. Estas propuestas se alimentan con un discurso en el que hacen ver que ellos tienen la solución fácil para un problema que es tan complejo como la civilización en la que estamos. Desgraciadamente, vemos cómo se deteriora el marco democrático de los estados de la Unión Europea (aunque es verdad que es un fenómeno más general, pero me ciño al ámbito de su pregunta), y por desgracia no parece que haya una reacción adecuada por parte de otras opciones políticas, que hagan frente común frente a esa deriva tan preocupante.