Exdiputado y exsenador, Ignacio Cosidó Gutiérrez fue director general de la Policía Nacional entre 2012 y 2016. Con anterioridad desempeñó el cargo de jefe de Gabinete del director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso. Ahora ejerce como director del Master de Acción Política y del Centro para el Bien Común Global (CBCG) de la Universidad Francisco de Vitoria, desde donde ha coordinado la edición del libro 'La defensa de España en la era de la incertidumbre', una obra en la que distintos expertos reflexionan sobre la defensa de Europa en unos momentos de transformaciones geoestratégicas.
PREGUNTA. El título del libro recién presentando, 'La defensa de España en la era de la incertidumbre', refleja el estado de las cosas…
RESPUESTA. Existe un gran debate a escala europea. España, como la cuarta potencia de la Unión Europea (UE), indudablemente tiene un papel que jugar. A veces es un debate limitado, porque nos centramos en el gasto, en el porcentaje del PIB, y se discute poco sobre el fondo de la cuestión: cómo podemos tener una defensa que realmente responda a las amenazas y a los desafíos que nos plantea el escenario actual.
P. Estamos ante un cambio de época y los apocalípticos se rasgan las vestiduras. Pero tal vez se trate de una oportunidad…
R. Toda crisis es una oportunidad, pero también un riesgo que se debe gestionar. Ya estamos en un cambio de era geopolítica. El orden mundial, tal y como lo habíamos conocido, se ha derrumbado, y frente a ese orden mundial, de momento lo que tenemos es un nuevo desorden. Hemos pasado de un mundo más o menos basado en reglas a un mundo mucho más caótico, en el que nadie parece atender a las normas. Desde luego las potencias revisionistas como China o Rusia no, pero ahora tampoco parece que Estados Unidos esté muy dispuesto a someterse a normas. En nuestro mundo lo unilateral se impone a lo multilateral.
Todas las instituciones multilaterales, desde la ONU hasta la OTAN o la UE, viven un momento de crisis. La principal característica es la competencia frente a la cooperación, y esa competencia en ocasiones lleva incluso al conflicto y a la guerra.

P. ¿Cómo se logra un necesario pacto de Estado sobre política de defensa entre los principales partidos?
R. Un pacto de Estado es necesario, pero es muy difícil, porque con la situación política de España pensar en grandes acuerdos realmente no parece factible, casi en ningún espacio. A lo mejor peco de optimista, pero si hay un campo donde en estos momentos puede haber un acuerdo de los dos grandes partidos, e incluso al que pudieran sumarse otras formaciones, ese es el ámbito de la defensa. La situación es excepcional, definida por muchos como de riesgo existencial. Nuestros políticos deberían estar a la altura y dar una respuesta unida a un desafío trascendente para España y Europa en los próximos años. Lo veo difícil, pero al mismo tiempo posible, porque existe una obligación de llegar al acuerdo.
P. ¿Cómo se pueden valorar el plan de rearme presentado por Ursula von der Leyen o la propuesta de Pedro Sánchez de una financiación europea?
R. La iniciativa de la presidenta de la Comisión de movilizar 800.000 millones de euros para defensa es una señal de que al fin Europa pasa de las palabras a los hechos. Pero la mayor parte de esos fondos tendrán que ponerlos los Estados. La propuesta de Sánchez de que el aumento del gasto corra mayoritariamente con fondos comunitarios ha fracasado. Esto hace aún más necesario un acuerdo entre el PSOE y el Partido Popular en materia de defensa como única salida. Creo que Alemania nos está marcando el camino. Pero si queremos tener una capacidad de disuasión y defensa común será necesario aumentar tanto la inversión común como la de cada uno de los Estados.
P. ¿Cuál debe ser la estrategia para aumentar el presupuesto de defensa a un ritmo adecuado?
R. Hay que poner mucho énfasis en la necesidad de invertir más, porque realmente España, utilicemos el parámetro que utilicemos, es uno de los países que en Europa menos invierte en su defensa. Cualquier planteamiento pasa necesariamente por un incremento del gasto, pero esto no es suficiente. La clave está en cómo gastamos mejor, y para gastar mejor necesitamos, en primer lugar, hacer una revisión muy profunda de toda nuestra programación actual de adquisiciones de armas. Creo que debemos ir, en el ámbito de las inversiones, a un presupuesto de base cero, es decir, tenemos que cuestionarnos todos y cada uno de los programas a la luz de las lecciones que ya podemos sacar de los conflictos actuales. Qué programas son necesarios, cuáles son imprescindibles, cuáles son prioritarios y cuáles no, cuáles pueden esperar o cuáles incluso tenemos que desechar. Y eso exige una programación que le dé cierta estabilidad a nuestra defensa. Es verdad que luego al final el presupuesto es anual, pero precisamos una Ley Programa que de alguna manera consolide un compromiso político a largo plazo.
El gran riesgo de aumentar el gasto en defensa sin esa planificación y sin esa programación previa es que terminemos malgastando dinero. Y eso es algo que en las circunstancias actuales no nos podemos permitir. Hay que gastar más, pero también mejor.
P. ¿Cómo se combinan el aumento de los presupuestos de defensa con la ayuda de fondos europeos?
R. Pues el déficit que tenemos es tan enorme que va a hacer falta todo. Indudablemente, el esfuerzo nacional de todos y cada uno de los países. Tenemos que pensar ya en un horizonte más del 3% que del 2% del PIB, porque si no va a resultar muy difícil que podamos dotarnos de una capacidad de defensa que además resulta urgente. Por otro lado, la UE, a través de fondos propios, puede poner en marcha proyectos de investigación, desarrollo e innovación que son imprescindibles y deben ser comunes, pues nos va a permitir el proceso de consolidación del sector.
También podemos pensar en adquirir algunas capacidades conjuntas. Hoy tenemos en el debate, hace dos años totalmente impensable, la necesidad de la UE de dotarse de disuasión nuclear. Aparte del Reino Unido, en Europa solo Francia posee arsenales nucleares. Cualquier capacidad de defensa frente al expansionismo de Moscú o dispone de disuasión nuclear o no sirve, porque Rusia es la primera potencia nuclear del mundo. Mientras hemos tenido el paraguas de disuasión de Estados Unidos, el sistema funcionaba, pero si Estados Unidos retira ese paraguas nuclear o genera simplemente dudas sobre la fiabilidad de ese paraguas, tenemos que desarrollar capacidades. Las armas nucleares son muy caras y podría ser claramente una capacidad que tendríamos que desarrollar conjuntamente. Pero es el ejemplo más extremo. Podemos disponer de algunas capacidades de satélites, de mando y control e inteligencia, que necesariamente han de ser comunes. Amén de las capacidades militares, lo más crítico es que carecemos de una estructura de mando y de una estructura operativa. Para crear eso los fondos comunes serían la mejor solución.
P. ¿Qué papel va a jugar la industria española en la política europea de defensa?
R. Nuestra industria de defensa es pequeña, si la comparamos con Alemania, Francia o el Reino Unido, pero competitiva en algunos nichos, realmente puntera en algunas tecnologías. Es imprescindible para poder gastar mejor ir a una consolidación de nuestro mercado, del mercado de defensa europeo. No puede ser que tengamos nueve modelos de carros de combate o tres modelos de aviones, porque no nos lo podemos permitir en términos de costes. Pero al mismo tiempo, en esa consolidación hay que defender con uñas y dientes los intereses de nuestra industria. No podemos simplemente integrarnos en iniciativas, ya sean de Francia o de Alemania, en la que nuestra industria de defensa pierda no solamente su capacidad industrial, sino sobre todo su capacidad de innovación tecnológica. Hace falta una estrategia muy meditada y muy consensuada entre la industria y el Gobierno para ir con una posición común fuerte a Europa y defender los intereses industriales de España. Aunque las posiciones ingenuas pueden tener costes muy altos. Entonces, hay una negociación difícil, pero tenemos cartas para poder jugar esa partida.
P. ¿Corre riesgo el vínculo trasatlántico?
R. El vínculo transatlántico va a seguir existiendo, porque es bueno para Europa, pero también para Estados Unidos. Sin embargo, creo que tenemos que replantearnos profundamente la relación. Lo que no va a funcionar más es el modelo que hemos tenido en las últimas décadas, donde los Estados Unidos asumían el coste de la seguridad en Europa. En la OTAN tiene que haber un reequilibrio en las cargas entre EE.UU. y Europa. No es asumible que Estados Unidos esté gastando el doble que Europa. Es una relación muy desequilibrada que explica la posición de Trump, que dice: “Mire usted, esto no es buen negocio para nosotros”. Entonces, sí o sí, Europa tiene que gastar más y hay que reequilibrar las capacidades a un lado y al otro del Atlántico.
Además, esa relación debe aspirar a una visión mucho más global. Es bueno que Estados Unidos siga implicado en la seguridad de Europa, pero Europa debe tender a abordar la seguridad global y comprometerse con la seguridad en el Pacífico, principal interés estratégico de EE.UU. Si utilizamos la OTAN solamente para garantizar nuestra seguridad, pero no la seguridad ni las prioridades de Estados Unidos, Washington se va a sentir muy poco vinculado. Trump no va a aceptar mantener el formato actual.
P. ¿La Unión Europea puede ser parte de la solución?
R. La UE tiene muchos problemas, pero en el ámbito de la seguridad, hay dos que me preocupan especialmente. El primero es que la principal potencia estratégica en Europa, el Reino Unido, una potencia con armas nucleares y un ejército con una gran capacidad de proyección de fuerza, aunque muy disminuido, ha dejado la Unión Europea. La cuestión es cómo hacemos que el Reino Unido pueda estar vinculado a la seguridad de Europa sin estar en la UE. Es complejo, pero la solución requiere fórmulas imaginativas.
El segundo problema que tenemos es que dentro de la UE de 27 hay visiones estratégicas e intereses muy divergentes. Me parece un reto muy complicado que podamos hacer una agenda de defensa y seguridad mucho más ambiciosa, porque va a haber países que no van a estar dispuestos a esa unidad.
Debemos ser capaces de diseñar un sistema que permita por un lado integrar al Reino Unido y por otro que participen aquellos socios de la UE que realmente están comprometidos con una visión común, que es lo que hemos estado viendo en las últimas cumbres, tanto en París como en Londres. No descartaría que pudiéramos actuar en base a un nuevo tratado específico para la defensa y la seguridad. Es pensar un poco fuera del tiesto, es decir, rompe la lógica que hemos tenido hasta ahora, pero creo que en este cambio de era que hemos descrito hace falta pensar fuera del cajón, y por tanto es una hipótesis que pese a su enorme complejidad permitiría solucionar esos dos problemas, esas dos hipotecas que en estos momentos tiene la UE.
P. ¿Cómo cambiará el ejército en el nuevo escenario de guerra híbrida al que nos enfrentamos?
R. Más de lo que hoy creemos. Solamente con observar la guerra de Ucrania nos percatamos de que estamos realmente ante una nueva revolución de asuntos militares. Aunque es un poco pronto para sacar lecciones definitivas, este enfrentamiento demuestra que el futuro pasa por los drones. Pero más allá de eso, se manifiesta que tenemos que ir a sistemas más baratos, porque necesitamos mucho más volumen y porque el nivel de desgaste en el frente de batalla es enorme.
P. ¿Qué porvenir le espera a Europa?
R. En momentos de incertidumbre, diseñar escenarios de futuro son especialmente complicados. Sabemos lo que hay que hacer, pero tengo muchas dudas de que seamos capaces de hacerlo. Veo a Europa muy vulnerable, a Estados Unidos con el foco en el Pacífico y a Rusia en expansión. Ese es un escenario particularmente peligroso para Europa, porque si por un lado perdemos la garantía de Estados Unidos para nuestra seguridad y por el otro está una Rusia cada vez más agresiva, o somos capaces de desarrollar de manera muy rápida unas capacidades para asumir nuestra propia responsabilidad de defensa o realmente el riesgo estratégico resulta extremadamente peligroso. O Europa despierta o vienen muy malos tiempos.