Hace 20 años ya de los terribles atentados del 11S en EE.UU. y de la que se denominó la guerra contra el terror que se justificó como la respuesta por parte del gigante americano a los ataques recibidos por primera vez dentro de su territorio.
Durante muchos años Afganistán había sido un Estado fallido que había sufrido la ocupación rusa y una guerra civil que sirvió además como campo de entrenamiento para distintos grupos terroristas.
Después de estos 20 años de intervención, el resultado ha sido 2.400 soldados norteamericanos muertos y más de 20.000 heridos, un billón de dólares gastados en este escenario y más de 35.000 millones de dólares en ayuda financiera al país, más todo el armamento e inteligencia que EE.UU. ha dejado en Afganistán en su apresurada salida en manos del talibán.
El resultado de esta retirada ha sido dejar de nuevo el país en manos de este grupo terrorista que ni ocultan su deseo de instaurar un Emirato Islámico con estricta aplicación de la sharía, ni por el momento han cortado sus vínculos con Al Qaeda.
Existe un hecho incontestable y es que, al contrario de lo que imponen los acuerdos de paz de Doha, los talibán ni condenan ni cortan sus vínculos con el grupo terrorista AlQaeda. El último informe de la Organización de Naciones Unidas dirigido al Consejo de Seguridad de esta organización del 19 de mayo de 2020 afirma que "las relaciones entre los talibanes, especialmente la RedHaqqani y Al Qaeda siguen siendo estrechas y se basan en la amistad, una historia de lucha compartida la afinidad ideológica y los matrimonios entre miembros de ambos grupos".
Es cierto que se han detectado ciertas distensiones entre la organización que fundó Bin Laden y los talibán, ya que en ambas partes existen facciones muy contrarias a los acuerdos con los norteamericanos. Al Qaeda tendría, según este informe de la ONU, entre 400 y 600 operativos en provincias de Afganistán y aunque Ayman al-Zawahri podría estar muerto según medios pakistaníes y el expresidente Trump podría haber estado llevando a cabo una campaña "degradando" la presencia y actuales capacidades de Al Qaeda en Afganistán para encubrir la "agresiva" retirada de militares que está llevando a cabo, la realidad sigue siendo que Al Qaeda tiene capacidad, aunque más limitada, para actuar, reclutar y financiarse.
Otro asunto importante es el de la droga en Afganistán, que proporciona más de 500 millones de dólares a las regiones talibán. Hay que recordar que Afganistán es el mayor productor de opio y proporciona el 90% del opio mundial, con unas exportaciones anuales estimadas entre 1.500 y 3.000 millones de dólares. El opio supone para Afganistán casi un tercio de su PIB y provee unos 600.000 puestos de trabajo en el país. Los talibanes cobran a los traficantes de droga impuestos para financiarse, a pesar de que la sharía les prohíbe ese tipo de sustancias, llegando a suponer el 60% de las finanzas de este grupo. Podemos afirmar que los beneficios económicos de la heroína acaban financiando en mayor o menor medida a los talibán, Al Qaeda y ISKP.
A fecha de hoy los talibán ya se han hecho con todo el control del territorio afgano y ya comienza a haber movimientos por parte de Estados como Pakistan, China, Rusia o Qatar, que no solo han estado en contacto y ayudado al talibán en los últimos meses, sino que parece que se encaminan hacia un reconocimiento internacional de dicho gobierno.
El resultado de todo ello nos lleva a concluir que la lucha contra el terrorismo que comenzó después del 11 de septiembre de 2001 ha fracasado porque, aunque es cierto que tanto Daesh como AlQaeda son más débiles en Afganistán que al inicio, la victoria talibán en Afganistán ha supuesto un triunfo para ellos que se ha extendido a otros países donde operan otros grupos terroristas como África o Oriente Medio, y que les anima a seguir el ejemplo talibán de conquista del territorio e instauración de la sharía y donde se han hecho mucho más fuertes después del 11S.
20 años después del 11S el terrorismo yihadista no solo no ha desaparecido, sino que se ha extendido a muchos más países. La estrategia de EE.UU. parece ir encaminada a elegir dónde despliega sus recursos antiterroristas según sus intereses y, sobre todo, a priorizar sus intereses y a aumentar sus capacidades frente a las que considera principales amenazas como China y Rusia, sabiendo que la amenaza terrorista siempre permanecerá.
De esta forma parece que 20 años después del 11S podríamos encaminarnos hacia un nuevo orden mundial y ante un nuevo escenario internacional en Oriente Medio y en Occidente, donde parece que EE.UU. quiere reservar sus capacidades para enfrentase a sus enemigos estratégicos reales, China y Rusia. Y donde un gobierno terrorista talibán podría ser reconocido por algunos miembros de la Comunidad Internacional. Parecería que Estados Unidos ha dejado de ser el guardián del mundo para centrarse en sus propios intereses. Por ello, Occidente, y principalmente la Unión Europea, tienen que tener una política exterior común y una capacidad de respuesta inmediata frente a las amenazas a las que nos enfrentamos, porque aunque EE.UU. parece que seguirá, no lo hará ya como antes y eso hace que seamos un poco más vulnerables si no nos encargamos de nuestra propia estrategia de Defensa.
BIBLIOGRAFIA: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO25_2021_OSCPIL_Afganistan.pdf
Pilar Rangel, experta en Terrorismo Internacional y en la lucha contra Daesh, dirige la segunda edición del Curso de experto universitario en terrorismo yihadista en la Universidad Internacional de Andalucía.