El ataque ruso a Ucrania ha llevado a un radical cambio en la percepción de amenazas en Alemania. Treinta años después de la reunificación la política de seguridad de Berlín vuelve a centrarse en la defensa de la OTAN y de la propia Alemania. Sin embargo, el Ejército (Bundeswehr) carece de las capacidades necesarias para respaldar ese cambio.
Las misiones en el extranjero (ejemplo Afganistán) han dominado la atención política. La adquisición de armamento se concentró en vehículos blindados de transporte en lugar de en carros de combate y vehículos de combate de infantería. Imperaban medidas de reasignación y reubicación. Las reformas militares no tenían como objetivo mejorar la Bundeswehr sino reducirla y abaratarla. Resultado: menos carros de combate que Suiza y menos barcos que los Países Bajos.
Las unidades acorazadas y mecanizadas han sufrido fuertes recortes a lo largo de los años. Escasean las municiones y hay deficiencias en la logística de almacenamiento. Muchas instalaciones, incluidos los cuarteles, están en mal estado. Numerosos obstáculos burocráticos –como las directivas sobre procedimientos de licitación en toda la UE, la adjudicación y aceptación de contratos y la aprobación final del material producido –dificultan el proceso de suministro.
De hecho, la Bundeswehr carece de casi todo, empezando por los nuevos reclutas que necesita para ampliar sus efectivos. En dos décadas, se ha reducido de más de 317.000 soldados a poco más de 183.000. Para la Asociación de Reservistas del Ejército, ese número, junto con los aproximadamente 100.000 reservistas, no es suficiente para enfrentar una emergencia. Nadie quiere una Alemania militarizada, pero “necesitamos una cierta cantidad de soldados para poder garantizar la defensa del país”.
Aunque siempre vuelve a mencionarse la posibilidad del servicio obligatorio, doce años después de su suspensión no hay planes concretos para una reintroducción. La formación de 700.000 hombres y mujeres jóvenes que alcanzan la mayoría de edad todos los años sería complicada. Reconstruir estructuras ya inexistentes comportaría costes multimillonarios. Y el Ejército sigue teniendo un problema masivo para reclutar mujeres. De ocho soldados, solo una es mujer.
El foco debe ponerse en el reclutamiento de profesionales. El problema no está en atraer a oficiales y aspirantes a oficiales, sino a especialistas en tecnología, en abastecimiento logístico de las tropas y en el área cibernética.
En su discurso “Zeitenwende” (“cambio de época”) el canciller socialdemócrata Olaf Scholz anunció un fondo especial único de 100.000 millones de euros para la Bundeswehr. La oposición conservadora en el Bundestag se unió a los partidos gobernantes para cambiar la Constitución y permitir el endeudamiento adicional. Un hecho sin precedentes en la historia de la República Federal.
Alemania rechaza pasar a una economía de guerra. Según el titular de Defensa, Boris Pistorius, “esto no es objeto de debate”. El ministro sí aspira a aumentar el presupuesto de defensa al 2% del PIB para 2025 (según cifras de la OTAN, menos del 1,5% en 2022). Probablemente, cuando entren en juego los gastos del fondo especial. Hizo un llamamiento a la industria armamentística para aumentar sus capacidades de producción. Conviene recordar acusaciones mutuas y rifirrafes recientes: ¿La industria debería aumentar su capacidad primero o haber hecho el Gobierno los pedidos más rápidamente?
Pistorius está reorganizando el liderazgo del Ejército y anuncia nuevos cambios estructurales y de personal en el Ministerio de Defensa. Afirma que, si bien su equipo no aumentará, “seguirá cambiando”. Hasta ahora ha sustituido al Inspector General de la Bundeswehr, a un Secretario de Estado y al Presidente de la Oficina de Adquisiciones.
El Ejecutivo señala que ya ha destinado 30.000 millones a grandes compras. Y entre sus logros en el último año: nuevos pedidos de cazas F-35 y helicópteros de transporte pesado a EEUU, así como una nueva campaña de digitalización para modernizar las fuerzas. Voces críticas en Alemania y de los aliados europeos lamentan tantos pedidos importantes a EEUU en detrimento de la industria armamentística nacional y continental. Por otro lado, hay que tener en cuenta que gastar 100.000 millones en un año no es cosa sencilla. La fabricación de nuevos y sofisticados equipos lleva su tiempo al igual que la formación de pilotos.
En lo que respecta al apoyo militar de Occidente a Ucrania, Alemania ha sido el tercer proveedor. A finales de marzo llegaron los primeros 18 carros de combate Leopard 2A6. Además se enviaron 40 vehículos blindados de transporte de infantería Marder. Kiev confirmó la entrega alemana del primer sistema de defensa antiaérea Patriot. Y Berlín ha permitido a Varsovia reexportar cazas MiG-29 de fabricación soviética, heredados del ejército de Alemania Oriental. En cuanto a aviones F-16 para Kiev, Pistorius modera las expectativas. “Alemania sencillamente no dispone de estos aviones de combate y tampoco podríamos ayudar mucho con la formación de pilotos”.
La paradójica y absurda política alemana de seguridad parece llegar a su fin. Mas las carencias militares y deficiencias de equipamiento de la Bundeswehr no podrán colmarse por completo hasta 2030.