Recientemente se acaba de estrenar una película sobre Barbie, puro divertimento, que ha suscitado mi atención como analista, no por mi pasión o experticia en cuestiones cinematográficas, no. Sino por mi especialización sobre cuestiones de adoctrinamiento cinematográfico, con especial acento en ciertas producciones del cine español, como el tratamiento de nuestra Guerra Civil desde la Transición y la filmografía sobre ETA, pero ahora extiendo al cine extranjero. En estos análisis prescindo de la calidad técnica, estética o interpretativa de estas obras y me concentro en su carácter específicamente adoctrinador de índole política. Quizás por esta deformación profesional me haya atraído de forma especial analizar esta última producción, que visioné pre advertido.
El cine americano, a través de la Warner Bros, nos acaba de obsequiar con una comedia de fantasía que no se olvidará fácilmente: Barbie, dirigida por Greta Gerwig, según el guion del propio matrimonio Greta Gerwig y Noah Baumbach. La cuestión central del filme es que Barbie salga de su mundo estereotipado y perfecto, para sumergirse en la vida real, pirueta rocambolesca, que una muñeca de plástico se trasmute en persona de carne y hueso, fantasía que sólo en el cine puede llevarse a cabo.
Estamos ante una producción que aborda de forma frívola y desenfadada la cuestión de esta muñeca, producto comercial de Mattell que, en cambio, ha sido acusada por el feminismo de usar el cuerpo de las mujeres como pretexto manipulador para hacerla y simultáneamente convertirla, en una víctima del patriarcado machista. Barbie representaba un ideal de belleza casi imposible, juvenil, delgada, rubia y superficial. A través de la estética de su estereotipia, podría predisponer a las niñas primero y a las futuras mujeres después, a su sumisa explotación por el malévolo patriarcado machista. No sorprende que, en este filme Kent, el héroe masculino compañero de Barbie, quede relegado por activa o por pasiva a un papel irrelevante, bobalicón e insulso, como anticipación de lo que el sexo masculino es para el feminismo: marginalidad, indiferencia y lo que es peor, violencia y explotación sexual.
Es una película de un colorido espectacular, dominado por el color rosa, con una excelente coreografía, de texto ingenuo, pero con un trasfondo interesante de desvelar. Hay escenas que suscitan momentos de evasión y carcajadas produciendo las delicias de los espectadores, de ahí parte de su éxito. Pero entre escena y escena luminosa, carcajada fácil y texto simplón, se van deslizando poco a poco las píldoras doctrinales que calculadamente la directora de forma controlada y premeditada, van soltando en este filme de auténtico estilo “woke”. El mayor exabrupto doctrinal que tiene que escuchar el espectador acontece cuando una niña descarada acusa a la muñeca de “fascista”; en la escena no se elude el estupor de la propia muñeca, pero los espectadores nos sentimos conmovidos ¿Una muñeca fascista? ¿En qué mundo estamos? ¿Es la legitimación del insulto político gratuito? Pero en el guion todo tiene coherencia, esa es la palabra clave que une a progresistas y feministas; es la señal de que el adoctrinamiento comienza; es el mensaje doctrinal que llena la escena y nos recuerda cómo tenemos que pensar para sintonizar, con la directora en particular y con el filme en general. Si eres progresista ese es el santo y seña esperado. Si eres antagonista, es la llamada de atención que moviliza tus defensas cognitivas. Simbólicamente creo que a partir de esta escena la cinta adquiere otro cariz, aunque no reincida en el insulto.
A partir de este momento, más o menos, el adoctrinamiento se hace más obvio y explícito. El empoderamiento y el heroísmo de las mujeres lo llena todo, mientras los chicos, simbolizados en Kent, se convierten en patéticos adalides del patriarcado explotador. Y nos aproximamos a otra escena crítica que se consuma en un discurso claramente reivindicativo de un personaje femenino del mundo real; su título, "Es literalmente imposible ser mujer". Es uno de los textos más celebrados del guion insertados de forma calculada en la película, como todo mensaje adoctrinador, en el momento, con el texto y para el espectador preciso.
Este monólogo de apenas veinte renglones y que ha suscitado reacciones de todo tipo, hace una alusión de lo difícil, por no decir imposible, que es ser una mujer perfecta en este mundo. Es difícil para las mujeres, continúa el guion, poder ser atractivas, madres, jefas, esposas, amas de casa, trabajadoras, liderar, empoderarse, etc., porque a la vez se la pide una cosa y su contraria, de manera que la mujer que lo podría ser todo, al final no es nada. Estamos ante el típico arquetipo feminista según el cual, es imposible ser una mujer que satisfaga todas las expectativas sociales, que por supuesto, se supone que a los hombres no se les exige. Claro que en tiempo real, afortunadamente, las mujeres siempre han elegido sus propias opciones a pesar de las posibles restricciones a su libertad.
Este es un discurso manido y obsoleto, inspirado en la vigencia intencionada del “modelo perfecto”, cuya pertinencia ha sido cuestionada por la psicología clínica y social, por ser considerado un modelo disfuncional, irreal e inhumano. En contraposición, aparece el “modelo imperfecto”, abriendo el camino hacia la sensatez, recordando nuestras limitaciones, facilitando la psicoterapia y la autosuperación personal sin limitaciones. Nadie con sentido común pide a otros que se ciñan inexcusablemente al “modelo perfecto” en una sociedad imperfecta. En cambio, el “modelo imperfecto”, como réplica, se impone como actitud respetuosa ante los demás ya sean hombres o mujeres, y propone opciones para la superación de nuestras carencias. Pero el feminismo manipulador sostiene premeditadamente este perfeccionismo como arma lacrimógena basándose en un victimismo calculado, a fin de mantener el enfrentamiento entre mujeres y hombres.
En una visión de conjunto, la película que tiene un inicio seductor y colorista se convierte en una cinta confusa y pesada cuando sorpresivamente irrumpe la acusación de “fascista” a Barbie. A partir de este momento la fase adoctrinadora se acelera, dando lugar a la aparición de los estereotipos clásicos, simplistas y maniqueos del feminismo sobre el hombre y la mujer. Pero hay una excepción, en su vuelta a la realidad, el guion del filme salva y redime a la muñeca Barbie, pero al muñeco Kent, es deliberadamente abandonado, condenado y vilipendiado. Porque el principal problema del feminismo no es su reacción respecto de lo que se diga de negativo de las mujeres, sino lo que se atribuya de positivo a los hombres.
Como síntesis destacaría que, a pesar del esfuerzo adoctrinador, el impacto ideológico potencial de la película me pareció pobre y limitado por la falta de una clara conexión entre el guion “woke” y la cultura feminista. La mayoría de los espectadores con los que compartí la sala de proyección reían abiertamente las situaciones cómicas pero el trasfondo doctrinal que la directora quería trasladar quedaba, según pude percatarme, potencialmente sepultado entre tanto diálogo incoherente y situaciones incompresibles. Éxito de taquilla sí, pero de dudoso acierto adoctrinador, sólo una minoría de los espectadores sensibilizados serían, según mi criterio, capaces de detectar y digerir las intenciones aleccionadoras de los mensajes lanzados. En cualquier caso, un ejemplo más de adoctrinamiento cinematográfico progresista descarado que, sea mucho o poco suma para su causa, recurriendo al cine como vehículo de influencia social de masas.
Obras del autor relacionadas con este artículo
(2011) “Cine español y adoctrinamiento político en democracia” Málaga: Editorial SÉPHA.
(2021) “ETA en el cine” Madrid: Editorial Última Línea.