Hace meses conté la Operación del entonces coronel Rodríguez Galindo para capturar a Kubati, uno de los mayores asesinos de eta. Pasó 26 años en la cárcel.
Cinco años después de apresar a este asesino, que mató a 13 personas, cayó la cúpula de eta en 1992. Esto significó la decadencia casi total de la banda terrorista.
¿Por qué cayó Kubati? Por una breve conversación que guardias civiles estaban realizando en teléfonos de sospechosos, con autorización judicial.
¿Por qué cayeron Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito, José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis y José Arregui Erostarbe, “Fiti”? Ellos componían la “troika que decidía quiénes morían de un tiro en la nuca, con una bomba-lapa en el coche, por un ametrallamiento, en un atentado en el que perdían la vida varios inocentes… y así podríamos seguir detallando formas de morir.
Los capturaron por las asas de una bolsa.
No son lo mismo datos que información operativa
¿A que estas respuestas suenan a casualidad, a azar?
Puede parecer que la vida tiene muchos momentos fortuitos, pero es mucho mejor ver la grabación y las asas como datos. Y en seguridad, lo importante es convertir los datos en información operativa. Hay muchas personas que hablan y hablan, pero sólo ofrecen datos. Hay otras que son capaces de saber dar sentido a un dato o a varios.
Cuando hablamos de la seguridad de una nación, como ocurre en la guerra contra el terrorismo, hacen falta, entre otros, dos factores: a) cadenas de mando organizadas; en nuestro caso, Guardia Civil o Policía; y b) informantes, a los que les suelen llamar confidentes.
El motivo que tenía el confidente para confiar en el coronel Galindo
Es lo que ocurrió en el asunto de la bolsa. El entonces Coronel Rodríguez Galindo tenía un confidente que le ayudó a capturar a los tres miembros del “Comando Eibar” en 1989. ¿Por qué quiso colaborar el confidente? Porque en su piso de Placencia de las Armas tenía a los tres terroristas que se aprovecharon sexualmente de su mujer y de su hija. Y él quería vengarse.
Después de apresar al “Comando Eibar”, el coronel aconsejó al confidente que se pasara a Francia, como si estuviera huyendo. Al comprobar los grupos de los terroristas huidos a Francia que el confidente también huía, iba a aumentar la confianza que tendrían en él. Él pasaba informaciones muy valiosas al coronel, pero no aceptaba que éste le pagase lo que valían sus informaciones, pues los terroristas podrían sospechar de él.
Hasta que la mujer del confidente fue a mantener un vis-a-vis a la cárcel de Ocaña con su amante, Juan Carlos Balerdi, y éste le entregó una bolsa con nueces y ropa sucia. Al regresar a Francia, la mujer pasó la bolsa al marido para que se la entregara a otra persona, Y antes de llegar la bolsa al etarra, el marido citó a Galindo en Lourdes y le dejó la bolsa.
No es tan fácil abrir una bolsa
El coronel había venido en una furgoneta preparada con algunos medios técnicos y, sobre todo, con un grupo de guardias civiles a los que podemos calificar de “manitas”. En una hora, examinaron la bolsa y abrieron todas las nueces, por si alguna o algunas contenía mensajes de la banda. Nada. Y menos mal que, en el mercado de Lourdes, encontraron nueces para sustituir a las abiertas.
Hasta que uno de los guardias se dio cuenta de que habían analizado a fondo toda la bolsa, menos las asas.
¿A que nos hemos encontrado varias veces en la vida en que estamos buscando la solución de algo que nos parece un enigma hasta que alguien, incluso un niño, se da cuenta de un detalle sencillo que nos ayuda a resolver una situación que nos parecía sin salida?
Pues eso es lo que vio uno de aquellos guardias civiles. Entonces, otro compañero se ocupó de descoser cuidadosamente el bramante que mantenía unida cada asa.
Si no hubieran encontrado nueces de repuesto o si el destinatario de la bolsa hubiera notado algo raro en las asas vueltas a coser, todo se hubiera venido abajo. ¿Y qué se podría haber derrumbado? Pues la operación que Balerdi explicaba en tres hojas muy finas que había introducido en las asas.
La importancia de un “bit”
La unidad de información es el “bit”, que reduce la incertidumbre en, al menos, el 50% de la que anteriormente alguien tenía. Las hojas, después de leerlas, reducían la incertidumbre en un 100%: Balerdi proponía a la cúpula de eta un plan para huir de la cárcel de Ocaña en un helicóptero. Para él, la huída era posible, Y proponía un encuentro en Francia un determinado día, en un lugar concreto y a una hora exacta. Y como fechas alternativas, dos semanas después.
El coronel Galindo tuvo cuatrocientos kilómetros de vuelta a San Sebastián para pensar y repensar el contenido de la carta. Por una parte, la huída era un disparate; por otra, era factible. Y quienes saben estudiar bien la información, tienen que estar trabajando con dos o más hipótesis.
En el cuartel de Inchaurrondo, en San Sebastián, a cuyo mando estaba el coronel, vivían agentes especializados en el seguimiento de sospechosos de asesinatos y de quienes facilitaban la información para cometerlos. No contaban con los últimos adelantos técnicos, pero tenían una mente creativa. Se adaptaban a las condiciones con las que contaban.
Una mente creativa supera la carencia de medios
Por ejemplo, el lugar de la cita, en el exterior de la iglesia de Ghétary, era muy estrecho. Difícil para moverse sin levantar sospechas pero… los agentes fueron muy hábiles para colocar una cámara normal de video y situarla dentro del faro de un coche. Querían captar las caras de quienes iban a encontrarse en ese lugar. Acudió un ciclista que venía de España, pero no se presentó uno de los destinatarios de la carta.
El segundo encuentro sí se produjo y, con sus limitados medios, los guardias civiles del Servicio de Información, sí lograron captar la cara de quien no se había presentado a la cita anterior. Era nada menos que José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis. A partir de ese momento, el coronel Galindo organizó el seguimiento de quien era uno de los tres dirigentes más importantes de eta.
Desde luego, Txelis debía de valorar mucho a Balerdi. Por eso, decidió apoyar el plan del helicóptero y financiarlo. A la vez, se expuso mucho para encontrarse con el etarra Francisco Javier Rollán, que así se llamaba el ciclista.
Los guardias del Servicio de Información de Inchaurrondo averiguaron dónde residía Txelis y, a partir de ahí, resultó más fácil su seguimiento.
Una playa de setenta metros y un torrente de creatividad
Bueno, hizo falta un golpe de ingenio para hacer más fáciles las cosas.
Las entrevistas de Txelis y Rollán siempre se encaminaban a la playa de Guéthary, donde cambiaban impresiones mientras caminaban de un extremo al otro. Saber lo que decían era de vital importancia para Galindo. Ya habíamos comprobado cómo se había producido la entrega de paquetes. Más tarde, los guardias civiles sabrían que eran dinero y armas. Por las escuchas telefónicas y vigilancias en San Sebastián, la investigación no avanzaba gran cosa.
La playa de Guéthary no era muy extensa. Tendría unos setenta metros. Algo más de la mitad era arena normal y el resto piedras y chinas de cierto tamaño. Cuatro esposas de otros tantos guardias aceptaron pasar unas horas con sus hijos en la zona buena de la playa. Los niños jugaban, corrían por el tramo arenoso mientras gritaban y cantaban. Se les explicó a las madres su cometido. Y que Galindo y sus hombres, a muy escasos metros, ocultos entre unos árboles y matorrales que llegaban hasta muy cerca de la playa, estarían preparados para asegurar que no pasara nada.
Los guardias civiles prepararon unos radioteléfonos con la tecla de transmisión pulsada, fijada con un papel celo. Con otro radioteléfono se podía escuchar, en su misma frecuencia y dentro de su radio de acción, a quien hablara a no mucha distancia. Se enterraron y disimularon en sitios estratégicos de la zona de piedras. Y esperaron la cita del 15 de febrero.
Querían obligar a Txelis y Rollán a dirigirse a la zona donde estaban ocultos los aparatos al llegar a la playa y encontrarla ocupada por mujeres y niños. Y así ocurrió. Al principio hicieron un gesto de contrariedad, pero debieron de pensar que así estaban más a salvo de miradas y de escuchas impertinentes. Se marcharon adonde Galindo y sus hombres hablaron, y en voz algo más alta por los gritos de los chicos y sus carreras. Galindo escuchó casi todo lo que quería saber.
Y llegó el momento de la verdad y sus resultados
Por fin, hoy exactamente hace treinta años, Txelis se dirigió hacia un caserío de la localidad de Bidart. Iba a reunirse con los otros dos dirigentes máximos de eta. Y cuando las diversas policías francesas estaban avisadas de que habían llegado al caserío los tres máximos dirigentes criminales, dieron la orden de entrar. Como no respondían a las llamadas, tuvieron que entrar por la fuerza, capturaron a la troika y se hicieron con ordenadores y mucha información que resultaría decisiva para casi acabar con ETA.
El grabado que presento aquí sobre las operaciones de ETA está tomando del libro En el laberinto. Diario de Interior 1994-1996, de Fernando López Agudín (1996).
Ahí podemos ver con claridad que, desde que Galindo se hizo cargo del Servicio de Información de Inchaurrondo en 1980 hasta la Operación Bidart, en 1992, las operaciones de eta fueron de 173 a 54 y, en 1995, sólo fueron 5. Además, Galindo hizo fracasar muchas de las acciones de ETA.
Agudín escribió el libro porque era entonces jefe de Prensa del Ministerio de Justicia e Interior, al mando de Luis Alberto Belloch.
El libro maniqueo de Fernando López Agudín da para una serie de comedia
Mientras Agudín podría haber comentado este hecho, él prefirió escribir un libro maniqueo, de buenos y malos. ¿Buenos e inteligentes? El ministro de Justicia e Interior, Luis Alberto Belloch; Margarita Robles, Secretaria de Estado y él mismo, Agudín. Lo cual recuerda lo que Eric Berne escribió: “Freud admiraba a Moisés, Leonardo y a sí mismo”. Él, que procedía del Partido Comunista, consideraba a los dirigentes del PSOE que guerreaban contra el terrorismo mucho menos capaces y honestos que el trío del Ministerio.
Su máxima obsesión era el coronel Galindo- De las cuatro partes del libro, dedica la tercera a “Ascenso y caída irresistible del coronel Galindo”.
Ahora, con el paso de estos treinta años, hay que revisar el libro de Agudín. Recomiendo el libro Por un túnel de silencio (2022), de Arturo Muñoz, que revisa el asunto de la tortura, basándose en testimonios reales. Además, creo que el libro de Agudín se presta a una comedia como el Tartufo, de Moliére. El estilo de Agudín es el de un beato maniqueo, como el del personaje que ridiculizó el escritor francés. Lo más valioso de ese libro es el Prólogo, de cuatro páginas, de Manuel Vázquez Montalbán.
Del libro de Agudín sólo existe un ejemplar en todas las bibliotecas de las Facultades de la Universidad Complutense, como he experimentado al querer leer su libro. Vamos, que no alcanzó la fama a la que él aspiraba.
¿Y qué pasa si no nos tomamos en serio a Pedro J. Ramírez?
Además del libro de Agudín, creo que, hay que revisar todo lo que ha escrito Pedro J. Ramírez sobre la guerra contra el terrorismo.
El libro más revelador sobre la figura de Pedro J. Ramírez es el del periodista de investigación José Díaz Herrera: Pedro J. Ramírez al desnudo (2009). En este libro, Herrera especifica cómo Ramírez fue quien escribió o mandó escribir 62 editoriales en Diario 16 para justificar todos los medios para combatir a los terroristas, desde la intervención del Ejército hasta la pena de muerte, pasando por cualquier procedimiento irregular.
En El Mundo, utilizó la guerra contra el terrorismo en sentido enteramente distinto. Se convirtió en el mayor enemigo de quienes iban avanzando y venciendo a eta. E hizo todo lo posible para meter en la cárcel a Felipe González. Desde luego, hay que investigar lo que El Mundo publicó sobre el terrorismo.
Una serie de humor sobre Pedrojoa
También conviene examinar detenidamente los libros que ha escrito Ramírez. No ya para descubrir lo económico que es con la verdad cuando le conviene sino para hacer una serie de humor. ¿Quién ha encontrado a alguien tan presumido como Ramírez? José Díaz Herrera lo denominó “César mediático”. Es decir, lo que ha guiado la vida de Ramírez es que haya llegado a Presidente del Gobierno quien él haya querido. Y si no, se ha vuelto contra él. ¿No es una gran idea para inspirar una serie?
No podría faltar en esta serie de humor el episodio en el que Zapatero deja en libertad al General Galindo. Ramírez se presenta airado a presionar a Zapatero, pero éste no cede. Hace más caso a su entonces Ministro el Interior, José Antonio Alonso, juez de profesión, que a Ramírez. Éste lo cuenta en las páginas 623-624 de su libro Palabra de director (2021).
¿Y en quién pueden inspirarse los guionistas para dar el tono de cada episodio? Creo que en Marcel Proust y en unos escritos que llevan por título El escándalo Lemoîne (Ático de los libros, 2010). Más en concreto, cuando Proust imita el estilo de Conde de Saint-Simon. Éste se creía el protagonista de todos los acontecimientos de la Francia de su tiempo. Ramírez carece de sentido del humor. Por tanto, es posible reírse mucho más de él que de Saint-Simon.
La distancia sideral de Ramírez a David Halbestam
Por último, Ramírez quizá piense que nos sentimos sobrecogidos por su libro El primer naufragio (1.295 págs.) sobre la Revolución Francesa. Pues, no. Es un libro de libros, con fuentes muertas. Mucho más importante y que sigue perviviendo con fuerza es el libro The Powers That Be (1979), de David Halberstam. Estuvo siete meses en la lista del The New York Times de libros más vendidos.
Halberstam hizo la historia de la cadena de televisión Columbia Broadcasting Sistem; de la revista Time; de The Washington Post y de Los Angeles Times. A Halberstam le llevó cinco años y entrevistó a 492 personas, es decir, fuentes vivas. Las entrevistas duraron dos horas por término medio. Y algunas veces, entrevistó hasta siete veces a algunas personas para verificar algunas informaciones.
Pedro J. Ramírez no ha realizado un trabajo de tal importancia. Del libro de Halberstam pueden salir varias series muy completas sobre los medios. Sólo hay que comparar la visión interesada, pretenciosa y breve que Ramírez ofrece del The Washington Post y la que ofrece Halberstam. Una diferencia sideral entre un auténtico periodista de investigación y un vanidoso que se cree el periodista más importante de Europa.
Al final, José María Aznar
Y también habrá que revisar por qué, entre las primeras medidas que tomó José María Aznar, al llegar al poder, fue indultar a José Barrionuevo, ex Ministro del Interior, y Rafael Vera, ex Secretario del Interior. Y sin embargo, no indultó al General Galindo. Ah, y también indultó al juez Javier Gómez de Liaño, que había presidido el juicio en el que Galindo había sido condenado y que, después, por otra causa distinta, había sido expulsado de la carrera judicial.
Aquí dejo estas reflexiones sobre los treinta años que han pasado desde la mayor victoria de quienes defendían España contra eta. Me dejo muchas cosas fuera de estas páginas. Tiempo habrá de volver a ellas.