En septiembre 2020, la Organización Sanitation and Water for All denunciaba la exigencia de "Sexo a cambio de agua” y cómo cientos de miles de mujeres africanas se ven obligadas a pagar de esta manera por los precios del agua.
“Hay proveedores de agua que exigen tener relaciones sexuales como soborno a cambio de la prestación de este servicio básico. Esta corrupción de género no monetaria denominada ‘sextorsión’ afecta de manera desproporcionada a las mujeres y las niñas”, avisaban hace poco más de tres años desde esta organización, que lanzó, con KEWASNET, el programa Sexo por el Agua en Kenia, Uganda y Tanzania.
Desde entonces a hoy, el Gobierno de Kenia no ha tomado ninguna medida. Solo algunas organizaciones y muy pocos medios han denunciado a estos proveedores corruptos, que con la pasividad del gobierno de Kenia se aprovechan de la peor manera del mundo: pidiendo favores sexuales a cambio de unos pocos litros de agua que significan la supervivencia de ella y los suyos. Los expertos de las organizaciones humanitarias cifran en cientos de miles, de mujeres y niñas de todo el mundo, las que enfrentan esta situación cada día.
En el mayor de las vergüenzas para el ser humano no solo está que sea una práctica permitida, ya que ninguna ley lo prohíbe, sino que muchos de esos accesos al agua han sido financiados con dinero occidental para ayudar a limitar los efectos de la sequía en esos países.
Y no solo hablamos de Kenia: allá donde aceche la extrema pobreza, la explotación sexual aparecerá tarde o temprano. Se han documentado estos abusos en países tan distantes como Bangladés, México y Colombia.
Está bien que como sociedades avanzadas persigamos la sextorsión en la red, que para nosotros es la extorsión sexual consistente en correos electrónicos que afirman haber grabado al usuario durante sus momentos sexuales privados, o que una coalición participe bajo el paraguas de la fuerza naval internacional formada por 39 países para proteger el flujo comercial y la seguridad marítima en el sur del mar Rojo y en el golfo de Adén, pero tener que pagar con sexo o de cualquier otra manera el acceso a nuestro propio entorno (aire, suelo, agua, etc.) nos pone en peligro como propia especie humana.