¿Puede la primera nación de la tierra, Estados Unidos, estar, ser, funcionar sin presidente? La respuesta es no. Toda gran potencia necesita un líder. En los regímenes totalitarios como en la extinta Unión Soviética, la necesidad de un secretario general fue imperiosa: de otra manera, el sistema se podía venir abajo como un castillo de naipes.
A la muerte de Stalin, en 1953, primero se constituyó un triunvirato (como a la muerte de Lenin, en 1924), del que salió victorioso Nikita Kruschev. Durante las dos décadas del estancamiento de la era Leonid Brézhnev, hubo aburrimiento y estabilidad. Pero entrados los finales años setenta y principios de los ochenta, con las tecnologías de la información triunfando en América y un sólido presidente en EEUU, Ronald Reagan, los soviets empezaron a colocar en la secretaría general a “líderes puros”, de los que habían hecho la revolución…
Aeste período en que a un líder sucedía otro porque eran tan mayores que se iban to the other neighbourhood (literalmente: al otro barrio) en cuestión de meses. A esto se le llamó la época de la Gerontocracia (del griego: el poder de los viejos).
Y llegó Mikhail Gorbachev en 1985, quien con sus buenas intenciones puso la puntilla al imperio soviético. Fue tan fácil su caída por dos motivos: la URSS tenía los dos pies de barro; uno, en la economía. El otro, en la falta de valores y principios.
Los chinos tomaron buena nota del mal ejemplo soviético y, a la muerte de Mao aseguraron un sistema de sucesión de líderes que garantizaban lo mejor para el país, es decir para el partido comunista, hasta que, en 2013, el actual secretario general, Xi Jinping, decidió eternizarse en el poder para cumplir su sueño de convertir a China en el motor económico del mundo y primera potencial mundial en 2049, primer centenario de la fundación de la China comunista por Mao.
Y en esto está el quid de la cuestión sobre por qué EEUU no puede estar sin presidente. Estados Unidos es la primera nación de la tierra desde 1944. Este año es esencial porque con los Acuerdos de Bretton Woods, EEUU construyó el nuevo edificio económico y financiero internacional que ha llegado hasta nuestros días. En 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no es solo el motor económico del mundo, con un 25% de su PIB mundial, sino que, también, establece su primacía geopolítica y geoestratégica mundial.
Comienza la llamada Pax Americana que durará 80 años, creando todos los organismos internacionales que conocemos. América lidera el mundo libre que no está sometido al comunismo soviético y chino. EEUU establece bases militares por todo el mundo para defenderse de la expansión del comunismo, sea en la Europa del Este, “pared con pared” con el Pacto de Varsovia, la antítesis de la OTAN y, cuando es necesario, Estados Unidos entra en guerra: Corea (1950-1953), Vietnam (1965-1975) y, ya en los años ochenta, comenzaron los problemas en Oriente Medio y hasta hoy.
La continuidad en la Casa Blanca siempre ha estado garantizada. Incluso de manera un tanto ruda: recién asesinado el presidente Kennedy (noviembre de 1963), el vicepresidente Johnson juró su cargo como presidente junto al cadáver aun caliente de JFK, cuyo cerebro aún funcionaba y, por tanto, no se había decretado médicamente su muerte. Pero la primera nación del mundo no puede estar un minuto sin jefe de estado, presidente y comandante en jefe. El sistema político es fuertemente presidencialista, como quisieron los padres fundadores de la Constitución. Por, eso, también, hay un sistema de “check and balances” por el que los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) se controlan unos a otros.
En un momento, 2020, en que China hackea impunemente a empresas americanas de Silicon Valley y agencias gubernamentales; Corea del Norte e Irán continúan con sus planes de construir armas nucleares; con Rusia interfiriendo en las elecciones americanas; el terrorismo islámico muy activo, tanto en Oriente Medio como en Occidente; con el expansionismo chino en Asia-Pacífico y las guerras comerciales, EEUU no puede estar sin presidente. La decencia y el sentido común, la honradez democrática dicen que, quien haya ganado las elecciones en el colegio electoral debería ocupar la Casa Blanca.
Jorge Díaz Cardiel, Socio Director de Advice Strategic Consultants